RASTROS DE TINTA

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Invitada


Agosto 10, 2020

Por: Bridget Xicohtencatl Galicia

 

Es complicado asumir y adaptarnos a elementos que rompen lo habitual en nuestras vidas. Somos criaturas sin potestad de ser ajenas al cambio y aunque éste sea inherente a la realidad, siempre nos cuesta aceptarlo debido a que no nos gusta perder el control de nuestros días.

El aislamiento debido a la pandemia fue el primer cambio al que nos enfrentamos, un cambio inexorable ante las circunstancias actuales. Sin embargo, el aislamiento significó y significa un arma de dos filos para esta ajetreada sociedad en la que vivimos: por un lado salva vidas, pero por otro el impacto económico, laboral y político puede ser devastador siendo pocos los beneficiados y muchos los afectados. Hoy en día el salir de casa no sólo implica una cuestión de bienestar material sino también involucra la salud física y mental de cada individuo o grupo social. 

El arqueólogo Eudald Carbonel en su libro Evolución, Innovación y resocialización; dice que los humanos “somos animales sociales por naturaleza y por lo tanto necesitamos estar en continua interacción entre nosotros”.

Retomando las palabras de Carbonel podemos inferir e incluso admitir que no se puede negar la capacidad de sociabilidad de nuestra especie, ya que es un hecho elemental que se ha observado en nuestro proceso evolutivo. Si bien, esta Pandemia nos ha aislado en nuestros hogares buscando un bienestar de salud colectivo, también ha obligado a nuestra sociedad a trasladarse a una precipitada brecha de abismales cambios. 

Por otra parte la psicología nos dice que las interacciones son una base para todos los sistemas sociales complejos; esto debido a que el interactuar es una acción que implica la relación o la influencia recíproca entre dos o más individuos, lo que conlleva a una estimulación implícita o explícita de diversos aspectos como el desarrollo psicológico de cada individuo o incluso la base de la formación de la personalidad. De esta forma, la interacción social es un elemento fundamental para nuestro desarrollo y bienestar. 

Todas las personas vivimos y enfrentamos de distintas maneras las circunstancias actuales; para algunos el aislamiento significa un gran obstáculo para su forma de vida y para otros un respiro ante los apresurados pasos de la sociedad. En lo personal este tiempo no me permitió más que darme cuenta del constante sentimiento de asfixia que el día a día me traía.

Muchos sufren por no tener los encuentros sociales a los que estaban acostumbrados, sobre todo los jóvenes de mi edad; para mí, sin embargo, el aislamiento no fue más que una bocanada de aire puro ya que disfruto la soledad. El distanciamiento social produjo en mí una mejoría emocional que creí que nunca alcanzaría.

Hoy el estar ante lo que rompe lo habitual, nos hace ver que las cosas eran de vidrio, que la estabilidad de nuestro mundo es relativa y que lo que creímos fuerte en realidad es frágil. Ahora recurrimos al viejo baúl de los recuerdos y añoramos las sensaciones del pasado. Ahora, más que nada, emprendemos el vuelo por las praderas de la imaginación y las nubes del sordo deseo. A veces estamos acostumbrados a la obvia y habitual presencia del cielo y las nubes; tal vez ahora, lejos de la rutina, podamos valorarlos. 



 

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