Educación en pandemia
“Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas -le decía-, que estas cosas no duran toda la vida.” Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera.
En la actualidad, algunos viven entre cuatro paredes, a ratos pueden permitirse un ligero escape, con el rostro cubierto, con el cuerpo distante, a comprar alimentos, a pasear al perro, o sólo por distracción. Para ellos, el hogar se ha transformado en espacio de trabajo, en salón de clases, en gimnasio. En estas circunstancias se ha hecho más evidente que el acceso a algunos servicios y algunos beneficios no es equitativo para toda la población. Hay quienes se mantienen completamente aislados, aprovechando los servicios de entrega a domicilio, el Internet, teléfono, televisión, para mantener el contacto con el exterior. Pero hay otros, la mayoría, que salen a hacer entregas, a barrer calles, a trabajar en alguna empresa, porque no pueden darse el lujo de quedarse en casa a esperar a que pase la crisis. Es la salud o la subsistencia, en ambas se arriesga la vida. La UNESCO nos dice que los conflictos armados, los desastres naturales y las pandemias son una barrera para la escolarización de millones de niños, sobre todo aquellos niños que se cuentan entre grupos social y económicamente desfavorecidos, los que están aislados, allá donde la electricidad no llega, donde la televisión y la educación están muy lejos de sus casas. Pero aún en las ciudades, son pocas las escuelas que cuentan con los recursos necesarios para llevar la educación a la nube, no hay profesores preparados y con herramientas suficientes para transformar las clases presenciales en virtuales, o con habilidades para construir una lógica discursiva que permita el aprendizaje del alumno. La escuela no es replicable en línea, el aprendizaje no puede simplemente traducirse al lenguaje virtual, son dos contextos y dos metodologías muy distintas. Sumado a esto, un alto porcentaje de los estudiantes provienen de familias de bajos ingresos, se enfrentan a la falta de tecnología o conectividad para poder llevar a sus casas la escuela y el aprendizaje online. La línea de marginalidad educativa está trazada por la misma pluma que la línea de la marginalidad socioeconómica. A mayor distancia, menor posibilidad de tener acceso a los servicios educativos, multiplicado por la contingencia sanitaria. La televisión es, entonces, la herramienta que permite tener el mayor alcance para todos los sectores de la sociedad, aunque esto plantea algunos retos. Las clases por televisión suelen convertirse en escenarios de exposición frente a la pantalla que no necesariamente resuelven las dudas de los estudiantes. Los alumnos están distantes, alejados de la mirada del docente que les llama la atención, de los compañeros que tienen dudas y ayudan a resolver las propias, de la interacción que permite otro tipo de aprendizajes que también son importantes en el proceso de desarrollo. ¿Cuántos padres tendrán el tiempo para asistir a los hijos? ¿Cuántos tendrán el conocimiento suficiente para guiar a sus hijos en el proceso educativo desde la casa? ¿Cuántos podrán estar presentes para garantizar el tiempo de clases? En este contexto han surgido prácticas pedagógicas de carácter emergente, profesores y profesoras que han buscado formas creativas de acercarse a los alumnos desde la distancia, la profesora de primaria que sale repartiendo de poblado en poblado las hojas con las actividades, el que lleva a la papelería del pueblo las tareas para que los padres las recojan y las entreguen ahí, la que se acerca a las casas y resuelve dudas desde la distancia, el que recibe llamadas a cualquier hora para dar apoyo académico. Todas estas prácticas nos demuestran que el maestro es irremplazable. El desafío es enorme, pero debemos asumir el compromiso y cuestionarnos sobre la importancia que tiene cerrar las brechas. Esto no va a durar toda la vida, pero lo que debe prevalecer son las reflexiones, los aprendizajes y las iniciativas de cambio.
Adriana Amozurrutia Elizalde Profesora de Cátedra del Tecnológico de Monterrey en Puebla
La opinión expresada en este artículo es responsabilidad del autor y no refleja el punto de vista del Tecnológico de Monterrey.
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