China Poblana, lumbre que incendia

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El Grito de Independencia es la fiesta mexicana más importante. Para la ocasión, muchas mujeres portan un traje de gala; pero no cualquiera, sino uno que vista, por igual, tanto a una mujer sencilla como a una glamorosa, lo mismo a una niña como a una adulta.

En definitiva, el elegido es el vestido de China Poblana. ¿Tiene listo el suyo?

Desde hace muchos años, esta conmemoración se celebra con una verbena popular. Y aunque este 2020 será la excepción, seguramente, se encontraran formas que, sin romper con las medidas sanitarias, permitan disfrutar del júbilo compartido de pertenecer a un mismo país.


 

El poeta Gregorio de Gante, en su poesía La China Poblana, narra lo que ocurría en dichos festejos, en el primer cuarto del siglo XX.

 

…Arde, como un incendio, la verbena

popular, en la clásica barriada.

La nutrida colmena

de romeros, simula marejada

sin par, sus voceríos

acrecen con las vívidas corrientes

de las sonoras calles

hechas humanos ríos…

 

 

Lo que significa que toda la gente salía de sus casas, desbordaba las avenidas e iba contenta. El poeta continúa:

 

 

…A mareantes gritos

que ofrecen viandas, fruta y golosinas

se trenza el guirigay de la rondalla

que gotean rientes mandolinas;

sobre el tumulto estalla

el hondo sollozar de una vihuela;

una voz varonil se alza, revuela,

y a un balcón florecido

de rosas y con galas exornado,

se prende en bella y triste cantinela....

¡es algún pobre amor infortunado

que se queja de olvido!...

 

 

Las calles, inmuebles y balcones estaban adornados con flores y banderas. Se mezclaba el ruido que producía la gente, con la música emanada de las mandolinas, vihuelas y otros instrumentos.

Todas las personas acudían acompañadas de sus familiares y seres queridos.¿Cómo iba a faltar la mujer amada o el novio?

Hablando de la mujer, el poeta dice:

 

 

A la China convergen la miradas

del gentío; a su veste

se cuelgan, sin cesar, las ignoradas

ansias de la revuelta muchedumbre;

ella es la fiesta toda, ella es entera

la alegría verbenera

que incendia con su lumbre,

ella tan sólo es todo; y se dijera

en el fugaz momento

que la verbena es una hermosa China

bailando en el jardín de las pasiones,

sobre el kiosko de nuestro pensamiento,

el Jarabe de nuestros corazones!...

 

El acontecimiento memorable y de alborozo, centra su atención en la China Poblana. Tal parece que se tratara de un símbolo y no de una simple mortal.

Añade otros datos que resultan importantes:

 

 

…Hecha una musa criolla,

cruza en vértigo por la fantasía

poniendo en todo el don de su alegría;

tiene ante nuestros ojos deslumbrados,

la grácil altivez de nuestras torres,…

 

…Con la cara morena

que alumbra la obsidiana de los ojos,

con la obscura melena

que acaricia los brazos y la espalda,

la China es una noche danzarina

con un cielo estrellado como falda,

que hace soñar al ululante coro:

y en el Cielo la noche es otra China

de falda azul, con lentejuela de oro.

 

 

O sea, para De Gante, la China Poblana es la del bello rostro mestizo. Ataviada con ropaje bordado con cuentas y adornos, captura la luz de los cuerpos celestes, se engala con ellos.

Pero, ¿quién es ella?

 

Según Manuel Payno, (21 de junio de 1810— 5 de noviembre de 1894), escritor, periodista, político y diplomático mexicano, la china usaba el “traje nacional”, que era "tan elegante, tan peculiar de México, tan lleno de gracia y de sal".

 

Lo describe como una enagua interior, con las “puntas enchiladas”; es decir, con el borde inferior de encaje, en dibujos zigzagueantes. Encima, llevaba una falda hecha de una tela de pelo de castor; trabajada con lentejuelas o listones. Acompañado de una blusa blanca, con bordados de seda y chaquira; de “cuello redondo”, como hoy se le conoce, y sin escote; rematado con un rebozo de seda. Y usaba zapatos de raso.

 

Esta mujer del siglo XIX, a decir de Manuel Payno, era de la manera siguiente:

 

… mujer de ojos ardientes y expresivos, cutis aceitunado, cabello negro y fino, pies pequeños, cintura flexible, formas redondas, esbeltas y torneadas, sin educación esmerada, muy limpia, que sabía leer, coser y cocinar al estilo del país, que zapateaba jarabes y otros sones en los fandangos, y podía repetir de memoria el Catecismo del padre Ripalda. Pensaba que era mujer celosa, aventurera, desinteresada y noble, y que toda su existencia era "de un amor que no variaba ni con el infortunio ni la prosperidad"…

 

De modo que pinta a la hija de la nueva nación, con los rasgos unificados del mestizaje.

Quien, además de hermosas formas y menudos pies, gustaba de zapatear el jarabe. Profesaba la fe católica y era fiel a su pareja.

 

Lo que resulta interesante, ya que, en lo que hace a la ropa y forma de ser, tanto la china del siglo XIX como la del XX coinciden perfecto.

Aún más, su origen se vincula con la historia de Catarina de San Juan. Personaje del siglo XVII, de quien se dice, vestía de esta manera. Del mismo modo, la gente afirmaba que le fueron concedidos prodigios por Dios, la Virgen y los Santos.

Lo que significa que esta noble figura se extiende por el tiempo, con pocas transformaciones.

Como lo dijo Gregorio de Gante, La China Poblana, es lumbre que incendia, es el néctar y esencia del corazón mexicano, es la danza y danzarina que ayuda a evolucionar la cosmovisión nacional, bajo un cielo cubierto por astros.

Todos estos son buenos motivos para conservar la tradición del atuendo de la China Poblana y lucirlo en la noche del 15 de septiembre.

Recuerde, grite con mucha emoción, ¡Viva México!


 

 

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