Garfield, Rocinante y Argón: Animales Pasmosos

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Por: Maritza Flores Hernández

En la vida lo que cuenta, son los seres que nos acompañan. Seguramente, alguna vez, ha creído que su mascota o animal preferido, con el que convive todos los días, lo entiende. Mejor dicho, que lo comprende y ánima a seguir adelante; o, por el contrario, que Usted es blanco de sus censuras, como Jon lo es de Garfield.

 

Garfield, es un gato british Shorthair red, es gordo, aficionado a la lasaña y burlador de otros animales. Pero, según su creador, Jim Davis, cuenta con una cualidad excepcional: sabe escuchar a su amo, Jonathan “Jon” Q. Arbuckle.

 

No obstante, el lector se pasma, cuando se entera de que el minino es un cínico: realiza socarronas críticas a su dueño, al fracasar constantemente en las cosas del amor; para luego, de manera sorprendente, ser absolutamente leal a él.

 

Esta actitud gatuna, que se vive en el mundo de los comics, no es tan novedosa (como Usted podría imaginar).

 

En efecto, Rocinante, el gallardo caballo del Quijote de la Mancha, y Babieca, valerosa caballería del Cid Campeador, en el soneto, Diálogo entre Babieca y Rocinante, sostienen la conversación siguiente:

 

 

 B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?

 R. Porque nunca se come, y se trabaja.

 B. Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?

 R. No me deja mi amo ni un bocado.

 B. Andá, señor, que estáis muy mal criado,

pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.

 R. Asno se es de la cuna a la mortaja.

 ¿Queréislo ver? Miraldo enamorado.

 B. ¿Es necedad amar?

 R. No es gran prudencia.

 B. Metafísico estáis.

 R. Es que no como.

 B. Quejaos del escudero.

 R. No es bastante.

 ¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,

 si el amo y escudero o mayordomo

 son tan rocines como Rocinante ?

 

 

De este modo, Miguel de Cervantes Saavedra, autor del mencionado diálogo —incluido en su obra cumbre, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Macha—, presenta a Rocinante explicando su extrema delgadez, debido a la falta de cebada y paja; pues su poseedor, enloquecido de amor, se ha olvidado de alimentarlo.

 

Y no importa qué tan rocín (de mala figura) y metafísico (tísico) esté; de cualquier modo, con su escualidez, pagará la desilusión de su propietario; empero, se mantiene fiel a don Quijote.

 

Asimismo, Rocinante asegura que, pareciéndose tanto a su dueño en su exigua manutención y estampa, no podría exigir más de lo que recibe.

 

En ambos casos, los animales refieren su propia historia y, al mismo tiempo, dan testimonio de lo que acontece a los humanos: aventuras en el trabajo, andazas caballerescas y tiernos romances. Además, donde quiera que se encuentre su señor, los dos tienen su hogar.

 

Homero, en su famosa obra, La Odisea (Canto XVII), narra, Odiseo partió de viaje, sin Argos, su perro. Tardó mucho en regresar, y al hacerlo, disfrazado de mendigo, sucedió lo siguiente:

 

 

… un perro que estaba echado levantó la cabeza y las orejas, Argos, el perro del desdichado Odiseo, al que en otro tiempo crió él mismo, pero no lo disfrutó, pues antes partió hacia la sagrada Ilión. Otrora los jóvenes solían llevarlo tras las cabras monteses, los cervatillos y las liebres; pero ahora yacía, sin cuidados al estar su amo ausente, en abundante estiércol de mulas y bueyes, que había sido amontonado delante de las puertas hasta que se lo llevaran los criados para estercolar las extensas tierras de Odisea; allí estaba echado el perro Argos, lleno de piojos. Y en ese momento, al reconocer a Odisea que se acercaba, aquél saludó con el rabo y bajó las dos orejas, pero después ya no tuvo fuerzas para llegar más cerca de su amo; y éste, al reconocerlo desde lejos, se enjugó una lágrima…

 

 

De este modo, Argos, nos enseña qué significa su fidelidad; pues, a semejanza de un pariente o amigo muy cercano, es capaz de identificar a su compañero de vida, sin importar, qué nuevo aspecto tenga, ni cuántos años hayan pasado. Por otra parte, se niega a aceptar un nuevo patrono que vele por él.

 

Igualmente, el autor explica, Odiseo es el único que procura cuidados, afecto y morada a Argos; pues los demás hombres lo dejaron a su suerte, incluso, en los cochineros.

 

Es decir, Jon nutre y cobija a Garfield; el Quijote, a Rocinante, y Odiseo, a Argos. En reconocimiento a ello, los animales son agradecidos: Argos espera el retorno de su amo, y, una vez que lo tiene presente, muere tranquilo. Garfield se comporta de manera adecuada, logrando que la novia de Jon, no se marche; y Rocinante acompaña en todas su hazañas al Quijote.

 

 

No cabe duda, cada par forjó una alianza de amistad.

 

 

Es probable que nadie tenga un gato, glotón y de color naraja; menos aún, un caballo, tipo jamelgo; y de ninguna manera, posea un perro épico como Argos; sin embargo, el animal —con el trabajamos o tratamos todos los días—, es tan noble y generoso que pone “cara” de «te entiendo», cuando le confiamos nuestras cuitas de amor o un nuevo proyecto que nos mantiene fascinados.

Usted, ¿qué le confía a su animal predilecto o “mascota”?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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