Repensando la política como vocación
Hace cien años, uno de los grandes pensadores de todos los tiempos, Max Weber.
“Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive para la política o se vive de la política.” (Max Weber)
Hace cien años, uno de los grandes pensadores de todos los tiempos, Max Weber, dictaba una conferencia ante una asociación de estudiantes en el Munich revolucionario de 1919, misma, de la que todavía seguimos hablando las y los politólogos. Si bien, hablar hoy de este filósofo, jurista, historiador, economista, politólogo y sociólogo alemán, es fundamental porque sus ideas siguen tan vivas como en su tiempo; su mente privilegiada nos ha servido como guía en la investigación histórica, teoría sociológica, y destacadamente en la política, el ejercicio del poder político, la administración pública y la teoría general del Estado. Su enorme y trascendente obra es una lectura obligada para los apasionados de la política, y, sobre todo, para quienes aspiran a dedicar su vida al servicio público; así que esta columna la dedico a mis estudiantes de Derecho y Ciencia Política, y de la carrera de Gobierno y Transformación Pública, pues esta lectura es una brújula para quienes han decidido el camino de construir un cambio social, desde la política. Max Weber ha sido en mi vida profesional una inspiración importante por su teoría de la ciencia y los marcos interpretativos que desarrolló para comprender los fenómenos políticos. La acción social requiere procesos reflexivos en la obra de Weber, lo que implica analizar la conducta humana, motivada a partir de distintos significados. Siendo, sin duda, su ensayo sobre la política como vocación, un punto de inflexión para comprender el oficio del político y sus implicaciones en la vida pública.
Hace unos meses tuve el privilegio de ser invitada a comentar el libro colectivo “Weber y la política como vocación. Estudios y reflexiones a cien años de distancia,” coordinada por Israel Covarrubias y Herminio Sánchez de la Barquera y Arroyo; obra publicada este año por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Una grandiosa idea para conmemorar los cien años de este texto que nos dejó Weber y comentarlo desde la perspectiva de las ciencias sociales, el derecho, la ciencia política, la filosofía política y la teoría política. Para mí fue un gran privilegio que Herminio me pidiera hacer una reseña de las ideas que se reunieron en este trabajo académico; por lo cual, aprecio mucho la gran oportunidad de compartir un espacio para el estudio de la ciencia política, en el que han colaborado grandes investigadores del más alto nivel en las Ciencias Sociales. Dieter Nohlen es el primero en tomar la palabra y nos permite contextualizar el camino hacia el pensamiento de Max Weber en el prólogo; si bien, cada uno de los capítulos que escribieron los autores del libro requiere tiempo para entender el presente y futuro de la política en una coyuntura que nos obliga a hacer un replanteamiento del orden político contemporáneo y superar la percepción que impera al pensar que algo está fallando con la política, y, sobre todo, con su vocación. Así que aprovecho para invitar a las y los lectores a recorrer estos apartados del libro, ya que aquí encontrarán los pilares del pensamiento weberiano en torno a la política como vocación (o profesión) para analizarla como ciencia y modo de vida.
Para Weber (1919), la política se refiere a la dirección o la influencia que se puede tener en un Estado; el cual define como una asociación de dominación con carácter institucional y aquella comunidad humana que, dentro en un territorio reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima. Desde una perspectiva weberiana, la política es la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder. Por tanto, quien hace política aspira al poder, al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder “por el poder” para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere.
Así que la política, que también puede ser definida desde múltiples acepciones, se ubica en esos intereses en torno a la distribución, la conservación o la transferencia del poder. Por eso me interesa que quienes van a dedicar su vida al estudio y/o al ejercicio profesional de la política, analicen el alcance y las implicaciones de situarse en una de las posiciones más complejas de la vida pública. Si bien es cierto que la política, como actividad humana, la puede hacer cualquiera, como nos dice Vallès (2007), es Weber quien asegura que la ciencia suministra, en primer lugar, un conocimiento técnico sobre el dominio del mundo. La política por vocación implica mucho más que tener buenas intenciones; requiere independencia económica, altitud cívica y una ética de la responsabilidad para ser eficaz. En nuestra época, la política como profesión, siguiendo a Torrens (2020) debe guiarse por la racionalización del Estado, la reducción de la arbitrariedad, la organización administrativa especializada, la convicción de solucionar problemas públicos de forma satisfactoria y la conducción de las decisiones políticas hacia el bien público. Por ende, la profesionalización de la administración pública se plantea como el principal obstáculo para la corrupción, pues Weber consideraba que la ética de la responsabilidad guiaría la conducta de los servidores públicos, lo que requiere, desde luego, una cultura cívica y eficacia institucional.
En estos días, mis estudiantes están leyendo este libro y estoy segura que surgirán muchas inquietudes; seguramente deliberarán sobre cómo enfrentan los políticos profesionales los grandes desafíos en una pandemia. Entre los aspectos que nos deben llamar a repensar la política como profesión, destaca, sin duda, la capacidad del liderazgo político, la calidad de las decisiones políticas y la responsabilidad frente a las consecuencias que estas conllevan, de lo cual dependerá el porvenir de las sociedades en el mundo. De ahí la importancia de revivir el pensamiento de Max Weber en un tiempo convulso, donde aparentemente las preguntas sobre la política, el poder, el Estado y la vida pública se habían resuelto en buena medida en el pensamiento político moderno. Replantear las respuestas y pensar nuevas interrogantes nos ayudaría a buscar alternativas de solución para los problemas actuales. Lo que, personalmente, haría pensando en las tres características más importantes del político, según Weber: 1) la pasión, 2) el sentido de la responsabilidad y 3) la mesura, que debe guiar a la política de forma racional y no de un modo populista o bajo una ética de la convicción (moral o religiosa); que inspire confianza y no solo se legitime carismáticamente.
Para Weber la política no tiene cabida en las aulas y Torrens (2020) enfatiza que no es ideologización partidista, sino conocimiento científico aquello que el gestor público debiera aprender como estudiante y aquello que se le debiera enseñar como profesorado; en congruencia con la profesión científica que establece Weber, donde la ciencia aporta conocimientos técnicos, los métodos para pensar, los instrumentos, su aprendizaje y la claridad. Así pues, podemos decir que se vive de la política y para la política porque se tiene vocación de servicio, conocimientos necesarios para gestionar lo público, un equipo de trabajo eficaz para el buen gobierno y una ética de la responsabilidad, más allá de creencias propias. Por eso el pensamiento de Max Weber cobra vigencia a cien años de distancia.
Profesora de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno y de la Iniciativa de Transparencia y Anticorrupción del Tecnológico de Monterrey TWITTER: @floresm_mx FACEBOOK: @ReconstruyendoC INSTAGRAM: @reconstruyendociudadania
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