Discriminación y poder de la mujer

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Por: Eunice Victoria Jiménez Gaytán

 

Desde muy pequeña siempre escuchaba decir a los adultos que, si una mujer no sabía cocinar, no era mujer. Esto lo decían hombres o gente mayor, aunque en ese tiempo no comprendía el porqué. Después de algún tiempo escuché otras cosas: el mayor sueño de una mujer debía ser el de casarse y ser madre para lograr una vida próspera y feliz. Para lograrlo se necesitaba saber cómo complacer a un hombre y hacer labores domésticas, ya que al parecer ese era nuestro deber.

 

Con el paso de algunos años me fui dando cuenta de todas las injusticias que puede sufrir una mujer por el simple hecho de haber nacido con este género. También entendí que familias enteras pueden llegar a tener mentalidades tan cerradas que prefieren a los hombres porque consideran que tienen más oportunidades. No pasó mucho tiempo cuando por primera vez presencié un acto de discriminación hacia una de mis compañeras de clase solo por usar falda y calcetas altas. Tampoco tuvo que pasar mucho cuando yo misma fui víctima de algo así.

 

Todas estas situaciones me hicieron pensar en el papel de la mujer en la sociedad. Aunque en mi familia no se nos encasilla para ser lo que la sociedad espera de nosotras, veo a mis amigas ser educadas simplemente para ser amas de casa y no aspirar a más. Parece que el objetivo es que ellas siempre dependan de alguien mas mientras crían niños. Aunque muchos afirman que esta mentalidad ya quedó atrás, todavía se pueden ver muchas situaciones que reflejan la discriminación de género, como el creer que una mujer no es capaz de hacer el mismo trabajo que un hombre y, por esta razón, pagarle menos. También tener menos prestaciones o beneficios por “riesgo” de embarazo, o creer que ella es la culpable de todos los problemas.

 

A pesar de todo esto muchas congéneres han alzado la voz con hechos y argumentos reales de la gran capacidad que tenemos incluso para hacer las cosas mejor de lo que se han hecho hasta el momento. Aún así persiste el rechazo o la incredulidad hacia el trabajo de la mujer. Para combatir esto nosotras tenemos que seguir nuestras convicciones, continuar innovando y explotando nuestra creatividad. No hay que olvidar que nuestra persistencia es lo que nos ha llevado a ser lo que somos. Hoy representamos un cambio para la sociedad. Por todo lo antes mencionado estoy comprometida con el hecho de poder ser parte de esta transformación, y no dejar que ideas retrógradas sigan manipulando o afectando nuestro crecimiento. Es momento de hacernos visibles.


 

 

 

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