Carta abierta y desenfadada a los adultos

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Luis J. L. Chigo


Octubre 16, 2020

Para Lizeth Tlatelpa De Roman. No dejes que nadie toque tu burbuja.

Querides adultes todes:

A fechas recientes he observado cómo dan rienda suelta a su moralidad y prejuicios. La adultez se vuelve cada vez más una condición de intolerancia. Por supuesto, dicha condición recae directamente sobre quienes nos encontramos en el umbral de la juventud. Desde gustos como la música, series de televisión y vestimenta, hasta orientación sexual, vivencia del amor y elección de futuro profesional. Todo les molesta.

Sí, a ustedes, no a nosotros. Debería quedar claro que no es lo mismo no tolerar a molestar. Nosotros, lo más jóvenes —o al menos la mayoría—, cada vez toleramos menos. Los abusos de poder, las “fobias” a la diversidad sexual, la misoginia, el feminicidio, el lenguaje institucional que pide no transformarse, la historia retorcido que nos respalda como nación. Consecuentemente, adoptamos una postura de furia frente a los sucesos actuales. Pero despotricar contra las juventudes es el miedo latente de ustedes al derrumbe del castillo de ideales morales implantado por ustedes mismos. Soberbia en estado puro.

La adultez que nos enseñaron se vuelve así indigna. No queremos ser quienes ustedes fueron. Y por supuesto se trata de un dilema con el cual nos hemos topado de bruces: está tan enraizado en nuestro ser colectivo que desapegarse es un proceso doloroso. Si miramos a nuestro alrededor, nos heredaron el peor de los escenarios posibles: condiciones laborales deplorables, sin posibilidades para obtener un patrimonio a futuro como una casa; universidades enfocadas a la compraventa de conocimiento y, además, repletas de acosadores sexuales; una sociedad nada solidaria y donde la violencia es venerada; generaciones enfermas psicológicamente.

Queride adulte, seguramente te preguntas a diario cómo es posible tener la cabeza tan hueca: el adolescente raya las iglesias, es sexualmente más explícito, menos caballeroso, más ensimismado y menos comprensivo. Yo también lo sería si, al abrir una red social, me encontrase con una “intelectual” mexicana en plena protesta contra el gobierno mexicano… por algo sucedido en Argentina —¡Y así nos piden ser lectores furtivos!—; si el presidente de este país constantemente atenta verbalmente contra las exigencias de paz; si, en mi caso como docente, un profesor plantea la posibilidad de pedir a las alumnas “no abrir las piernas” antes de iniciar la clase —Profe, ¿neta lo primero que haces al entrar al salón de clases es verle las piernas a tus alumnas?—; si la oposición política de este país arma una protesta con casas de campaña de lujo y la mitad están vacías —y para colmo presumen una biblioteca también vacía.

Luego, entonces, uno desde aquí observa cómo envejecer se vuelve una terquedad de la mente. ¡Cómo se llenan la boca de llamarnos “generación de cristal”! Hasta sus frases resultan risibles, ya nadie en esta época pone apodos que parecieran sacados de un mal show de Chespirito —ah, de veras, no se vio muy bien su reclamo internacional por la salida del aire de El chavo del ocho, ni su burla por la petición de quitar la portada del álbum Dónde jugarán las niñas de Molotov, y está de más hablar cómo se oponen al uso del cubrebocas y las antenas 5G.

Tampoco diré que todo de este lado esté bien. Hay mucho por aprender pero, ¿dónde lo haremos? Sabiduría no es nuestro estado actual. Si nosotros, como aseguran, caímos en las redes de un capitalismo donde hasta lo más radical está en el mercado, ustedes cedieron a la intimidación de mandatarios anteriores y abrazaron las condiciones de vida propuestas por ellos. Y nosotros de eso no tenemos la culpa.

Pero se las pongo más sencilla: gracias a que, con entrega, desestimaron la vejez cuando ustedes fueron jóvenes, hoy por hoy cada vez este sistema los desplaza. Quizá todavía ganen adeptos jóvenes a sus filas —pañuelos azules, jóvenes polarizados o reprimidos, etc.—, pero el tiempo moverá sus fichas a nuestro favor. Ya lo dijo Kapuścińki: “Vencerán de todos modos; aunque sólo sea porque, cuando estemos muertos y enterrados, ellos seguirán aquí.”

La invitación está ahí, la elección de ser más comprensivos. Todo cuanto les parece ridículo, llegó para quedarse. Se trata de un sentido biológico común —¿la ley del más vivo?

Querides adultes todes, espero con ansias que llegue el futuro.

Con esperanza, Luis J. L. Chigo.


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