Coahuila e Hidalgo, apuntes postelectorales

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El descalabro electoral de Morena en los estados de Coahuila e Hidalgo ofrece un cúmulo de elementos para el razonamiento político, no sólo por el escenario de crisis económica que enfrenta el país, sino por el contexto social en que se desarrollaron los comicios.

 

Quien diga que el triunfo del PRI en esas entidades marca el regreso del otrora partido omnipotente es pensar de manera simplista. Cierto es que el hecho representa un incentivo para el partido y que le otorga fortaleza de cara al futuro, pero ello no significa que deba escucharse el canto de las sirenas.

 

Al contrario, es necesario estar alerta y construir acuerdos desde la oposición para generar equilibrios políticos, tan necesarios en nuestro país. El llamado, en todo caso, es para evitar los excesos de confianza y reflexionar de manera prudente, sin aspavientos.

 

Una cosa es cierta, Morena es una institución que sin su líder moral en las boletas carece de poder de convocatoria: no tiene operadores con experiencia, mucho menos un capital político que lo respalde: el partido de López Obrador demostró que sólo es un movimiento social, sin organización y sin estructura.

 

Las lecciones de este proceso nos dicen que el hartazgo y desencanto social no son exclusivos de Morena; que no existe una oposición única en el país y que el triunfo del PRI le otorgará a dicho partido la posibilidad de generar nuevas dinámicas para las elecciones venideras, como establecer alianzas desde la oposición para generar contrapesos y promover causas comunes.

 

Es cierto, no es cualidad de los gobernantes generar equilibrios entre los distintos poderes. Tampoco es una de sus virtudes permitir contrapesos que legitimen su desempeño.

 

Es, en todo caso, obligación de los ciudadanos encontrar los medios para originarlos.

 

Uno de esos medios es la construcción de organismos con probada representación social, otro el derecho constitucional para ejercer el sufragio, pues finalmente es una conquista social decidir quiénes deben encumbrarse en lo político.

 

En los hechos, los gobiernos no pueden sustraerse de la opinión pública. Mucho menos cuando los ciudadanos son cada día más exigentes: entre más despiertos y maduros mayor será la capacidad de terminar con los excesos, con la embriaguez que causa el poder omnipotente.

 

El reto es entonces apostar por los contrapesos genuinos y palpables. Insisto, desde los generados por la sociedad hasta los construidos en el terreno político: los mejores opositores son los que concilian el interés general con los actores políticos, sólo es cuestión de elegirlos de manera inteligente.

 

Sin equilibrios, los designios del poder se transforman en un ácido corrosivo, en un dardo venenoso que amenaza con aniquilar todo intento de vida institucional.

 

Un equilibrio de poderes da paso al crecimiento de la democracia. Democracia entendida –dice Enrique Krauze- no como un evangelio, ni siquiera como un programa de gobierno, sino como una forma de convivencia.

 

El desafío, sin duda, es el establecimiento de la tolerancia como elemento central de toda coexistencia política, pues el reconocimiento de las diferencias, el derecho a pensar de manera distinta, debe permear todos los ámbitos.

 

En ese sentido, resulta impostergable garantizar el pluralismo de opiniones y permitir que los desacuerdos políticos o de otra índole se diriman por medio de procedimientos pacíficos.

 

Por ello resulta importante defender la tolerancia como práctica cotidiana y reproducirla constantemente para que norme, modere y equilibre las relaciones entre los actores políticos y sociales, sobre todo ahora que Morena encontró su punto de quiebre.

 

En suma, las elecciones de Coahuila e Hidalgo nos ofrecen un sinfín de aristas para el análisis, pero una de ellas es construir consensos para generar contrapesos, pues éstos impiden que los gobiernos se extralimiten, transgredan la legalidad e incluso vulneren las garantías sociales, como sucede en muchos estados. Pongamos entonces manos a la obra, la pelota está en nuestra cancha.

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