Un problema menos. A encarar todos los demás ahora

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Barthélémy MICHALON


Noviembre 08, 2020

Ya es un hecho. Él está fuera. Este mandato de cuatro años quedará como una anomalía de la historia estadounidense y de la historia universal. En adelante, se hará referencia a este apellido para denigrar y ridiculizar mentiras descabelladas, una profunda incompetencia, manipulaciones sin vergüenza, la ausencia de valores y de visión, el racismo y la división, altos niveles de deshonestidad para el enriquecimiento personal y/o encubrir otros actos reprobables, excusas y pretextos que desafían el sentido común, o incluso la inacción frente a un reto que pone en peligro un número masivo de vidas humanas.

Muchos vivimos el fin de esta aberración como un alivio y el inicio de una presidencia digna de este nombre. Sin duda lo es. Pero este legítimo sentimiento – una buena noticia en un año particularmente tacaño en este aspecto – no debe ocultar unas verdades que en la euforia bien podríamos pasar por alto.

Primero, recordemos que, con todo y sus fracasos y escándalos, mentiras y agresiones, el ahora expresidente logró cosechar aún más votos que en 2016. No perdió por haber decepcionado a su base electoral, sino por haber asqueado a un número suficiente de personas quienes mostraban antes indiferencia hacia quienes gobernaban a su país. Visto desde el lado positivo, esto significa que la ciudadanía es capaz de movilizarse para sacar del poder a quien abusa de él. Del lado negativo, es innegable que una proporción significativa de los votantes (47.7 por ciento, según cifras todavía no definitivas) deseaba que esta situación se prolongara por cuatro años más.

El presidente electo Joseph Biden tiene plena consciencia de que tendrá que gobernar un país que su antecesor dejó más divido que nunca. Con justa razón prometió, durante su campaña y en cuanto su victoria fue oficial, que sería el presidente de todos los estadounidenses. El saliente había pronunciado palabras similares en su discurso de inauguración, pero nunca trató de siquiera aparentar que les daría sustancia. En cambio, hay razones para pensar que el presidente número 46 buscará cumplir esta promesa. No solamente porque él no es mentiroso patológico sino también porque lo necesita: Trump dependía de este ambiente de confrontación permanente para no caer, mientras que Biden requiere precisamente lo contrario para gobernar.

Segundo, el exvicepresidente de Obama bien podrá encontrarse en una situación similar a la de su gran amigo, quien tuvo que lidiar con un Senado dominado por los Republicanos durante la mayor parte de su tiempo en la Casa Blanca. Esta situación adversa representó un impedimento constante para la materialización de su programa. Para Biden, el panorama será más retador debido al extremo grado de polarización que caracteriza el escenario político actual, y a la composición ahora profundamente desequilibrada de la Suprema Corte.

Sin embargo, todavía existe la esperanza de que el Senado se quede dividido en partes iguales entre ambos bandos: todo dependerá del desenlace de dos segundas rondas que tendrán lugar el 5 de enero en Georgia. Si bien los candidatos del GOP terminaron la primera vuelta con más votos que su adversario, el ambiente podría ser lo suficientemente diferente dentro de dos meses como para favorecer a su adversario demócrata. Sin lugar a dudas los Republicanos argumentarán que deben conservar el control sobre la cámara alta en nombre de un equilibrio entre poderes, cerrando los ojos sobre lo que ha ocurriendo en su país a lo largo del último cuadrienio.

Tercero, el nuevo mandatario heredará una agenda sumamente retadora. En días pasados, Estados Unidos rompió su récord de contagios y las muertes diarias por Covid-19 superan el millar. No se tratará para Biden de mejorar las políticas sanitarias – inexistentes hasta ahora a nivel federal – sino de partir, prácticamente, de cero. Ya anunció la creación de un equipo especializado, en el que seguramente los expertos podrán por fin guiar las acciones en lugar de doblegarse ante los caprichos y ocurrencias que lleguen desde arriba. Lamentablemente, todavía habrá que esperar hasta su toma de posesión – dentro de más de dos meses completos – para que una acción coordinada desde el poder ejecutivo federal pueda desplegarse. En lo mientras, el saldo humano de la pandemia seguirá siendo inflado por la incompetencia del gobierno que va de salida.

Más allá del aspecto sanitario, Biden tendrá que lidiar con las consecuencias económicas de la pandemia. El relativo movimiento de recuperación que se observó en el tercer trimestre del año se hizo a expensas de las necesarias medidas para contrarrestar la difusión de la enfermedad – una decisión guiada por motivos electoralistas. Si pretende luchar de forma efectiva contra la Covid, deberá tomar medidas drásticas, con un alto costo en términos económico y de popularidad – con más razón aún si el expresidente sigue vociferando en contra de las mismas.

En el plano internacional, Biden será capaz de componer con facilidad las relaciones con sus aliados tradicionales, conscientes que el viraje de los cuatro últimos años no reflejaba tendencias profundas de la política exterior estadounidense, sino que eran producto de la conducta personal errada y errática de un individuo profundamente ignorante de la historia y de la estrategia internacional. En cambio, su actitud respecto a rivales clásicos – Rusia, China, Irán, Corea del Norte – será mucho más delicada, para no dejar que se desencadenen las fáciles acusaciones de actuar de manera demasiado débil y complaciente.

Podríamos agregar como cuarto motivo de cautela los recursos judiciales que Trump prometió promover en cuanto inicie la próxima semana. Pero con “pruebas” tan débiles, y con la necesidad de pelear los resultados en por lo menos cuatro estados diferentes, esta iniciativa no será más que patadas de ahogado. Incluso los medios de comunicación conservadores como Fox News han dejado de prestar mucha atención a esta ilusoria vía judicial.

Biden puede ahora enfocarse en los retos que lo esperan. No son pocos.

 

* Profesor de tiempo completo del Tecnológico de Monterrey en Puebla, en la carrera de Relaciones Internacionales – [email protected]

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