Un año más y nada más

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El 2020 ha condenado con justicia el devenir de los seres humanos con una pandemia que, lamentablemente, ha cobrado con mayor facilidad las vidas de los más inocentes y de algunos que fueron derrotados por el virus debido a su descuido y escepticismo. Dentro de este grupo, destacan los sobrevivientes, que deberán sentirse afortunados al cumplir un año más, pues, probablemente, cuentan con la posibilidad de realizar su trabajo desde casa y con poca necesidad de exposición innecesaria ante el vulgo y, quizá, con una educación civil superior al resto para salir con la mayor precaución posible. Aunque, ante un virus genocida, ninguna protección alcanza, ni nadie es lo suficientemente responsable. Vivir es un acto animal.

Una fecha en el calendario, como lo es un cumpleaños, no representa mayor importancia; no obstante, todas las celebraciones pueden tener el valor de incitar a la reflexión y crítica con nosotros mismos en tiempos donde pensar en el otro es una herramienta de salvación comunitaria. Todas las personas que lograron este 2020 contar con sus seres queridos saludables, deberán agradecer el suceso más que en otras ocasiones, ya que, implica una cierta evidencia de privilegios y algo de fortuna. Haber presenciado para esta generación una pandemia de tal escala, requerirá difundirla entre sus descendientes de una manera en que la ficción no será suficiente para retratar la realidad.

Todo festejo durante este año ante la sana ausencia de salones, invitados ajenos al hogar, meseros y payasos, será una buena oportunidad para escapar de las redes sociales que parecieran contener en mayor medida nuestra vida real para acercarnos un poco más a los amigos y familiares directa o indirectamente, debido a la contingencia, con el objetivo de tomar un sano respiro de fraternidad y cofradía. Será obligación para los sobrevivientes emitir todas esas palabras que no se han podido mencionar debido a múltiples factores, pero que representan un intento de reconciliación y ajuste de cuentas. Un 2020 marcado por la enfermedad, no puede soportar confesiones no hechas.

Celebro un año más de vida con convicción de un porvenir. Lo cual, parece insultante e iluso en la actualidad, pero necesario si se busca darle la cara al Sol todos los días y, agradecerle, a los que te han ayudado a no ser contagiado. Todo pasará, pero no es así, los errores nunca deben olvidarse y los tropiezos dejar de doler. Las vicisitudes que ha traído esta pandemia a la vida social e individual tienen que ser atendidas para formular un nuevo modo de convivencia más responsable y solidario con todas y todos los que nos rodean. La naturaleza y las transformaciones que hemos propiciado nos están cobrando la cuenta y comienzan a ver con ojos de extraño una raza que ha deformado su presunta humanidad.

Un año más, pero nada más. No podemos estar seguro del mañana; pero mientras tanto, sigamos creyendo a través de la acción en todo lo que consideramos valioso y ancla para una vida mejor. ¿Las personas? Ni hablar. Pero, "aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia". Proust lo escribió. Sigamos leyendo.

 

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