¿Ignorancia o egoísmo?
Con el transcurrir del tiempo nos dimos cuenta de que la enfermedad era algo que estaba fuera de nuestras manos.
Por: Eunice Victoria Jiménez Gaytán
Todavía recuerdo ese ultimo día en mi escuela, niños corriendo por todas partes, adultos hablando de temas triviales y nosotros despidiéndonos para vernos el siguiente martes, pero nadie se imaginaba que sería el puente mas largo de nuestra vida y que todo nuestro mundo cambiaría en un abrir y cerrar de ojos. Con el transcurrir del tiempo nos dimos cuenta de que la enfermedad era algo que estaba fuera de nuestras manos.
Con la llegada del coronavirus todo a nuestro alrededor se ve y se siente diferente, nos ha separado de gente querida y nos ha privado de salir como lo hacíamos antes, de ir a instituciones de educación. Además de esto y, sin importar lo digan las autoridades y científicos, veo personas a mi alrededor que siguen creyendo que todo esto es un invento del gobierno y que no tenemos que temer a nada.
En efecto: muchos ciudadanos salen sin preocupaciones y por razones triviales. Quizás quieren comprar un teléfono último modelo o tomar un café de su tienda favorita. Sumado a esto no siguen las medidas de seguridad necesarias y ponen innecesariamente su vida en peligro y, también, la de sus seres queridos.
Todos hemos tenido que hacer sacrificios por un bien común y le damos prioridad a nuestra seguridad estando en nuestras casas. Algunos estudiamos y otros trabajan con ayuda de una computadora. Aunque todo esto es una manera nueva y un poco difícil de enfrentar, hemos intentado adaptarnos, procurando que sólo salgan las personas que ayudan a mantener el país funcionando.
Estos mexicanos no salen porque quieren sino por la naturaleza e importancia de su labor. Nosotros, al no respetar las reglas, entorpecemos sus tareas y provocamos que los contagios no cedan.
Tiempo después la curva llegó a un máximo y comenzó a descender. Por desgracia muchos creyeron que eso nos llevaba al semáforo verde. Otros pensaron que el coronavirus ya no existía y, entonces, habría que regresar a la normalidad. Esto, como es de suponer, provocó un repunte de enfermos y multiplicó las muertes. Aunque los informes que presenta el gobierno son solo números y estadísticas, es devastador pensar que hay personas atrás de esa información, personas que son amadas por sus seres queridos y que ya nunca regresarán. Quizás hoy la que sufrió una pérdida fue otra familia, pero quizás mañana sea alguien cercano a nosotros.
Lo que me da más tristeza es ver que en los últimos meses hemos vuelto una y otra vez a donde comenzamos, pareciera que por más tragedias que haya no aprendemos. Si desde un principio se hubiese tomado esto con seriedad quizás tendríamos mejores resultados atacando la pandemia. Si ponemos de nuestra parte tal vez el regreso a actividades presenciales para los que estudiamos no parezca tan lejano. Sólo un compromiso colectivo, con la ayuda de las vacunas que se están probando en el mundo, hará que podamos volver a visitar a nuestros seres queridos o, simplemente, salir a caminar por las calles como lo hacíamos antes. En caso contrario reviviremos una y otra vez ese fatídico día en el que todo nuestro mundo cambió, ese holocausto 16 de marzo.
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