Francisco Brines, Premio Cervantes 2020, propone: Lector, esfuérzate

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El 16 de noviembre de 2020, la noticia fue: el Premio Cervantes 2020 es para Francisco Brines. Poeta español, famoso por su obra “El otoño de las rosas”, afirma que, «La poesía sirve para vivir mejor». En estos tiempos, en que enfrentamos un futuro incierto, ¿qué opina, Usted?

 

Francisco Brines nació en Oliva, España, el 22 de enero de 1932. Ha sido catalogado como uno de los miembros de la generación del 50. Sin embargo, su obra no se enlaza con las reivindicaciones sociales, sino más bien, con la vida que se escapa (elegíaco), con la memoria y el amor.

 

De su poemario, “El otoño de las rosas”, publicado en 1986, tomamos el poema, “El otoño de las rosas”

 

Vives ya en la estación del tiempo rezagado:

lo has llamado el otoño de las rosas.

Aspíralas y enciéndete. Y escucha,

cuando el cielo se apague, el silencio del mundo.

 

Es la vida que, en todo momento, se tiene en las manos y, a cada instante, se escabulle. Por ello, no queda más remedio que vivirla intensamente; aspirarla, sin dudas ni temores; excitar nuestra llama y proseguir.

Hay una especie de duelo porque se está en el último tramo de la existencia terrenal. Al final, no quedarán cielos azules, ni los sonidos de la naturaleza, ni siquiera nuestra voz; quizá, solo el silencio.

Empero, no siente tristeza, puesto que se aferra a ella; la aprovecha con deleite hasta el postrer aliento.

 

La invención brineana está unida al tiempo y lugar de su infancia y adolescencia, Elca. Casona familiar ubicada en Oliva, Valencia, España, a la que regresa después de una larga estancia en Madrid, y en la que continúa residiendo.

 

En el poema, “Tarde de verano en Elca”, del poemario “Palabras a la oscuridad”, publicado en 1966, narra:

 

Yo no era el mejor

para mirar la tarde,

pero me fue ofrecida;

y en mis ojos

se despertó el amor

sin gran merecimiento.

y no fue necesaria una conciencia lúcida

ni una más clara inteligencia:

tú, que me lees

con un mayor espíritu.

Pero tampoco nadie

pudo estimar tanto

algún pequeño corazón

con un corazón tan pequeño.

Tú me comprendes con dificultad,

pero sabes también

que es suficiente mi dolor,

y por eso me lees.

 

En éste, expone el descubrimiento de traer al mundo, el cosmos que lo habita, a través de sus propios versos. Los que están vinculados a su dolor, reservado en su tierno corazón.

 

Admite, no ser el mejor, ni gozar de una inteligencia preclara; mas acepta tal vocación; se entrega a ella, consciente de que es autor y lector, y confiando en que será leído.

 

Por eso, se dirige al lector (sí, a Usted), en quien encuentra el resguardo para sus pensamientos e ideas.

 

¿Quién más podría comprender a un hombre con corazón de niño? ¿Acaso, no es esto amor?

 

Esto forja un puente imbatible entre el autor y sus lectores, entre la poesía y la vida; lo que explicaría el porqué considera que la poesía sirve para vivir mejor.

 

Tomamos algunos versos del poema Lamento en Elca”, de su poemario, “El otoño de las rosas”, en el que revela:

 

 

 

Estos momentos breves de la tarde,

con un vuelo de pájaros rodando en el ciprés,

o el súbito posarse en el laurel dichoso

para ver, desde allí, su mundo cotidiano,

en el que están los muros blancos de la casa,

un grupo espeso de naranjos,

el hombre extraño que ahora escribe.

 

 

Hay un canto acordado de pájaros

en esta hora que cae, clara y fría,

sobre el tejado alzado de la casa.

Yo reposo en la luz, la recojo en mis manos,

la llevo a mis cabellos,

porque es ella la vida,

más suave que la muerte, es indecisa,

y me roza en los ojos,

como si acaso yo tuviera su existencia.

El mar es un misterio recogido,

lejos y azul,

y diminuto y mudo,

un bello compañero que te dio su alegría,

y no te dice adiós, pues no ha de recordarte…

 

 

 

Es hermoso suponer, cómo la cotidianidad de los pájaros incluye: sus trinos y recorridos por los aires; sus árboles, frutos y flores; y la observación que hacen de Elca y del propio Francisco Brines, único personaje ajeno a este ecosistema.

 

No obstante, es depositario de la luz; es decir, él es la vida misma; puesto que le ha sido dada con toda su belleza, fuerza espiritual y energía material.

 

El regocijo que le causa, no se despilfarra porque el mar —otro ser viviente—, no lo pueda recordar; antes bien, le tiene gratitud, ya que le brindó felicidad, igual que Elca, las aves y toda la naturaleza.

 

Su poesía es el canto jubiloso por vivir apasionadamente y no el lamentable duelo por la pérdida de la existencia.

 

En “La tarde imaginada”, del poemario “La última costa”, publicado en 1995, expresa:

 

Si ahora pudiera ver las desnudas montañas de Oliva,

la exangüe luz cayendo entre sus piedras,

a sus pies los naranjos sombríos,

el aire azul en torno de la casa

y al frente el mar, muy pálido…

 

Escribo en esta tarde, con la luz de Madrid que cae en las terrazas,

la tarde en que imagino que estoy allí, en la piedad de Elca,

o escribo para siempre desde la noche inmensa e impura en que no me sé vivo.

Y desde ahí, tan árido,

porque mi mano, en el espectro del papel, enciende

vagamente palabras espectrales,

dar testimonio inútil

de que estuve en la vida afortunada

y tuve la experiencia de la felicidad…

 

hacer mover el aire en una tarde incierta,

ni siquiera extinguida, pues que fue imaginada,

y así resume todas las tardes de mi vida.

 

¿Y a mí, quién podría salvarme?

¿Tus ojos, que ahora crean mi tarde inexistente?

Lector, esfuérzate, y enciéndela:

está donde un olor de rosas te llega del camino…

 

 

En estos versos, escritos en Madrid, confiesa haber disfrutado con determinación de la prosperidad que le fue brindada.

 

Mas, todo empieza a perder su color y aroma. Él está próximo a la otra costa, donde el recorrido concluye. Pero, se resiste, desea continuar.

 

Por lo que, se habla a sí mismo —en su calidad de lector—, se recuerda que todo cuanto ha experimentado, no es imaginación, sino maravilla.

 

Exige: «Lector, esfuérzate, y enciéndela». Dicho de otro modo, se autodetermina a tomar la rosa y aspirarla, para vivir con entusiasmo hasta el último momento.

 

Probablemente, este sea el valor universal que Francisco Brines, Premio Cervantes 2020, lega a la humanidad.

Así que, con pandemia o sin ella, un nuevo lema debería acompañarnos el próximo 2021.

Como siempre, querido Lector, Usted tiene la última palabra.

 

 

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