Milagro del 88, primera entrega
Es del dominio público que la plaza de toros El Relicario fue costeada por José Ángel López Lima, inaugurada el 19 de noviembre.
En 1988 no iba a realizarse ningún festejo taurino en Puebla. Milagrosamente, a fin de año el recuento fue de 8 corridas y 3 novilladas (más la de año nuevo); pero no sólo eso, la Puebla de los Ángeles estrenó su propia plaza de toros. Es del dominio público que la plaza de toros El Relicario fue costeada por José Ángel López Lima, inaugurada el 19 de noviembre. No obstante, poco se conoce el motivo y forma en que el empresario tlaxcalteca llegó a la Angelópolis a ofrecer corridas y qué lo orilló a abrir la cartera para que se edificará un recinto taurino, el empresario tlaxcalteca no tenía ningún nexo con Puebla. La intervención del Ing. Antonio Moreno Durán fue definitiva para que hubiera feria taurina y se construyera El Relicario. Antonio Moreno era presidente de la Asociación Taurina de Puebla, A.C., un grupo de aficionados que se juntaban todos los viernes a sesionar, platicar de toros, echar un trago. La mayoría de los integrantes de aquella asociación chanelaba, eran buenos aficionados. La agrupación se fundó en 1964, como consta en el tomo número siete de la enciclopedia de Cossío. Adversa realidad En 1988 la ciudad de Puebla carecía de plaza de toros, ni siquiera habría corridas de feria. El Toreo de Puebla fue demolido en 1974, durante 14 años las corridas se efectuaban en plazas portátiles. Pocos festejos al año, dos o tres y durante la feria de mayo, junto al recinto ferial en la histórica zona de los fuertes Loreto y Guadalupe, donde se libró la batalla del 5 de mayo de 1862. La Asociación Taurina se esforzaba para que la ciudad angelopolitana tuviera su propia plaza. Hubo pláticas con inversionistas, más de una vez trató de involucrar al gobierno para que respaldara la idea; como buenos políticos daban capotazos de tanteo y se salían por peteneras. En 1986 Mariano Piña Olaya era candidato a la gobernatura del Estado de Puebla. Fue invitado a la cede de la A.T.P., que se ubicaba en el corazón de la ciudad, en plena avenida Reforma, el objetivo de llevarlo fue pedirle la construcción de una plaza. Algunos de los socios tomaron la palabra, le explicaron los beneficios y bondades que generan los recintos taurinos, la importancia taurina de Puebla, entre otros argumentos. El candidato, totalmente desconocido en Puebla, no se comprometió a nada, se concretaba a repetir su lema de campaña: mi causa es Puebla. Queriéndose hacer gracioso, dijo “he escuchado del villamelón, pero no del villapiña”. Firmó en el libro de visitantes: mi causa es Puebla; el futuro gobernador no podía disimular su ineptitud. En resumen, la Angelópolis seguiría con plazas portátiles.
José Ángel López Lima llega a Puebla Don Othón Necochea Agüeros era el presidente del Patronato de la feria poblana en 1988. Planeaba colocar una carpa para un circo en el lugar que habitualmente se ponía la plaza de toros, simplemente ningún empresario se apuntó para ofrecer corridas; evidentemente, no había planes para que se realizara feria taurina como en años anteriores. Así que, el circo resolvería la cuestión del espectáculo. Por otro lado, Antonio Moreno fue elegido presidente en la A.T.P., en el mencionado 1988. Como habitualmente se hacía, se avisó a la prensa de los planes. El incipiente directivo fue a la ciudad de México a visitar al periodista José Alameda para informarle de la toma de protesta de él y su cuadrilla. El 11 de marzo, don Pepe publicó en El Heraldo de México: “Solución en la Angelópolis. Si no se concretara empresario para la feria, entraría al quite la Asociación Poblana”. La A.T.P., no tenía recursos propios para montar una corrida, mucho menos un serial. No había mucho tiempo, la feria estaba a la vuelta de la esquina. Había que actuar inmediatamente: buscar un empresario que organizara el serial. El toro, prácticamente, estaba en el ruedo, había que salirle. José Ángel López Lima, oriundo de Cuapiaxtla, era un próspero hombre de negocios dedicado a la industria del café, con antecedentes como empresario taurino parecía una buena opción. Sin embargo, no había ninguna relación con él.
Panorama taurino de Puebla anterior a 1988 El Toreó de Puebla fue una construcción de concreto, funcional, con aforo para 12 mil espectadores, propiedad del señor Jesús Cienfuegos, fue edificado cuando la población de la ciudad era inferior a 150 mil habitantes. La inauguraron el 29 de noviembre de 1936. Las figuras del toreo de la época pisaron ese albero. Silverio, el Tormento de las mujeres y diamante del redondel, tomó la alternativa ahí. Balderas, Armillita, Solórzano, Garza, El Soldado, Arruza, Manolete, El Cordobés, Antonio Campos El Imposible, Joselito Huerta, Manolo Martínez, Curro Rivera, entre muchos. Algún empresario consideró que era un peligro para la plaza México, para evitar la competencia decidió rentarla únicamente para tenerla cerrada. Ante el dolor de los aficionados fue derrumbado en abril de 1974. A partir de esa fecha, los festejos que se realizaban en Puebla no eran abundantes, se organizaban en plazas portátiles en mayo por empresarios golondrinos. En 1985, en una plaza a las afueras de Puebla, con un cupo aproximado de mil quinientos aficionados, se realizó un serial de novilladas entre los meses de julio y octubre. El Coso portátil fue construido por el Ing. Raúl Coca Ramos quien se dedicaba a obras de estructura. En la plaza D’Coca se realizaron novilladas cada 15 días. Hicieron sociedad para la organización: Raúl Coca, Próspero Popo Tamburrino y Antonio Sánchez. El periodista José Luis Crespo los bautizó como Los Tremendistas. Las novilladas se realizaban con seriedad y buen ambiente en el tendido, con su buen humor Popo decía, ni soy tan próspero ni soy tan burrino. Del serial surgieron novilleros que tuvieron oportunidades en otras plazas como: Fernando Arroy, Rafael Ortega, Manolo García Méndez, Marco Antonio Camacho, Ismael Gómez Mayito, Martín Flores, entre otros. Raúl Coca se animó a construir una plaza portátil en mayo de 1986 donde actualmente está El Relicario, se llamó La Guadalupana, con aforo aproximado para cuatro mil personas. Hicieron empresa el propio ingeniero Coca y Popo Tamburrino. Se inauguró con un cartel espectacular, toros de Los Morales para El Niño de la Capea, Miguel Espinosa Armillita y José de Jesús. El coso funcionó dos años, sufrieron algunos palos de los propios taurinos, ante las pérdidas Raúl Coca decidió venderla a los señores Ramírez. Se la llevaron, la pusieron muy bonita y ahora es el Palacio del Arte de la ciudad de Morelia.
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