Violencia hacia la mujer
El miércoles 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Transformación estructural de la violencia “Es muy cierto que la educación no es la palanca de la transformación social, pero sin ella, esa transformación no se produce.” Paulo Freire
El miércoles 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Este tipo de violencia enmarca cualquier acción que genera algún tipo de daño o sufrimiento a la mujer por el hecho de serlo. Este tipo de violencia se ha extendido y tolerado desde siempre. Va más allá de golpes y violación, se ejerce en el ámbito sexual, físico, psicológico, económico y social, se manifiesta en insultos, acoso, violación, mutilación, limitación de las libertades, la posibilidad de acceder a ciertos trabajos, en la brecha salarial, en no ser titular de tu propiedad, no tener acceso a salud sexual y reproductiva, no poder ejercer la libertad de tomar decisiones en tu propia vida, en que se acote tu actividad. Según la ONU, al menos 6 de cada 10 mujeres mexicanas han enfrentado un incidente de violencia, más del 41% han sido víctimas de violencia sexual y cada día 9 mujeres son asesinadas. La violencia contra las mujeres y niñas es una realidad con la que convivimos día con día. Es la manifestación más elocuente de la desigualdad social entre hombres y mujeres. El entorno social permite y prima conductas misóginas y patriarcales que favorecen a los hombres y que no juzgan o castigan la violencia. Acompañando a la pandemia por Covid-19 ha ocurrido otro tipo de pandemia, la de la violencia hacia las mujeres en su propio espacio de vivienda. Estar confinadas en casa no ha mejorado la situación, ha aumentado, se han intensificado las llamadas pidiendo auxilio desde el hogar, que no está siendo un espacio seguro para ellas. Con esto se contradicen los argumentos de que la violencia es culpa de la víctima, que ocurre por la exposición, por andar de noche, por el tipo de ropa. Está ocurriendo en el espacio más íntimo que debería brindar seguridad, el hogar. Que la violencia esté ocurriendo en casa implica que el problema es estructural, tiene sus raíces en la cultura. Aún así, las conductas violentas no pueden ser toleradas, las políticas públicas deben garantizarla. La educación debe fomentar y atender las causas estructurales de la violencia, para movernos hacia una acción preventiva. La educación puede ser el bastión de transformación social, a través de ella le damos sentido al entorno y en la autorregulación de la conducta. Si el patriarcado se aprende desde la infancia, la igualdad también puede aprenderse. Cuando se ha vivido en un ambiente violento, tiende a reproducirse, pero esto no es una regla, se pueden construir vínculos no violentos que ayuden a desarrollar estructuras y expectativas sociales alternativas a la violencia. Tendemos a reproducir modelos, pero tenemos la capacidad de transformarlos. Los niños sólo pueden desear a eso que conocen, cuando no tienen opciones, su mente está metida en una cajita que limita sus opciones, cuando se limita a la niña hacia ciertos trabajos, ciertas actividades, cuesta trabajo darse cuenta que se está metido ahí, que no se está deseando nada diferente. Ger Graus, CEO de Kidzania afirmó, en el CIIE 2019, que los niños aspiran a ser lo que conocen, la educación puede ampliar sus opciones para la toma de decisiones, puede construir nuevos modelos donde las mujeres y las niñas gozan de las mismas posibilidades, diseñar escenarios diferentes para que ellas, al igual que los niños, puedan desarrollarse desde la más tierna infancia y construir su propia versión del mundo. Es una tarea ardua que implica una transformación de fondo para construir un currículo que contemple experiencias de igualdad, oportunidades de establecimiento de relaciones con las mismas condiciones para todos, donde se trabaje de manera cooperativa, con objetivos compartidos, donde se vigile el lenguaje que se utiliza para designar las actividades, transformando las rutinas y los roles.
Adriana Amozurrutia Elizalde Profesora de Cátedra del Tecnológico de Monterrey en Puebla
La opinión expresada en este artículo es responsabilidad del autor y no refleja el punto de vista del Tecnológico de Monterrey. |
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de El Popular, periodismo con causa. |