Transformarte para transformar

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Invitada


Diciembre 03, 2020

Ser maestro para mí significa un sueño cumplido, un sueño que nace de la admiración a grandes maestros en mi vida. Mi mamá, miss Adela, miss Lupita, Laura Bárcenas y Lupita Corro.

 

¿Pero qué es ser maestro?

En los pocos años que llevo en esta profesión he descubierto que dedicarte a la docencia significa entregar tus días a poner peldaños en la vida de otros, a hacer lo posible para que otras personas logren objetivos de distinta índole.

Significa ser parte y a la vez espectador del crecimiento y desarrollo de otros pensando siempre qué más puedes hacer para ayudar, acompañar o enriquecer el proceso. Ser docente también significa dudar constantemente de tus decisiones, de la pertinencia de tus estrategias, del tono de tu voz y tus límites y también de los apapachos y regaños. Es dedicarte a buscar el equilibrio entre estructura y flexibilidad, entre comprensión y formación.

Creo que la idea de ser maestro es algo tan complejo que solo empiezas a percibir lo que implica cuando te conviertes en uno. Los matices de la profesión, sus retos, implicaciones, transformaciones y dinámicas son tantas que hacen de ella un sistema cambiante, “enredado” y dependiente de tantos factores que me parece que ni los profesores más experimentados logran desenredar por completo.

Mi mamá ha sido mi mayor ejemplo en este ámbito y algo que me dijo cuándo me enfrenté a mi primer grupo y que me acompaña hasta ahora es que ser maestro muchas veces significa no ver los resultados de tu trabajo. Para mí es hacer todo lo que esté en tus manos en el presente para ayudar a otros a construir su futuro.

Esto implica también que siempre compartirás los “créditos de la obra”, nunca nada dependerá solo de ti, pero eso no significa que no te comprometerás como si fueras el único responsable del resultado.

Ser maestro es escuchar y observar todo el tiempo. Estas son las dos herramientas más importantes para hacer de tu trabajo un escalón para que otros suban. Es relacionar caras con nombres, después nombres con formas de escribir, con grandes tareas o preguntas, pero también con problemas personales, dificultades o tristezas. Ser docente es hacerte consciente de tu propia vulnerabilidad, de tus áreas débiles e inseguridades, y a pesar de estas pararte frente a un grupo intentando que tu ejemplo sea tu mejor enseñanza.

Al pensar en las facetas de la profesión se me viene a la cabeza la Carta a los maestros que escribió Pablo Latapí. En este escrito compara el ser maestro con la luna, que tiene sombras y partes luminosas. Las sombras están siempre presentes y por momentos pareciera que pueden opacar por completo, pero las luces son muy brillantes y sobre todo duraderas. Se quedan en tu cabeza y en tu corazón por mucho más tiempo que las sombras.

 

PARA MÍ, ¿CUÁLES SON LAS LUCES?

La sonrisa de un alumno cuando llega a tu clase, la cara de concentración cuando algo representa un reto, las preguntas que te sorprenden y ponen en “jaque” por su complejidad, la expresión al haber entendido algo y los avances que puedes ir notando tras un semestre de trabajo.

Y hay otras luces mucho más brillantes todavía. La confianza de un alumno al preguntarte ¿puedo hablar contigo de algo que no es de la clase?, el ver a un estudiante haciendo amistades en tu salón, ver la tranquilidad de un joven al superar alguna dificultad o la seguridad de un estudiante crecer poco a poco.

También hay grandes luces cuando alguien participa de manera voluntaria por primera vez venciendo sus penas y miedos; las visitas de exalumnos varios meses después de la asignatura y sobre todo el “gracias por todo Mariana” al terminar el semestre. Como Pablo Latapí concluye en su carta “la Luna es, decididamente, luminosa y bella.” Las luces son las que te mantienen en esto a pesar de las sombras y los grandes retos.

Ser docente es ser un camaleón, que toma color de acuerdo con la situación a la que te enfrentas, de acuerdo con los alumnos, sus necesidades, características, conocimientos y preguntas. Es cambiar de color también por lo que pasa afuera del aula, intentando mantener siempre tu esencia y características particulares.

El vehículo de la profesión docente es tu humanidad y no hay nada estático es esta, lo que te hace un profesor diferente en cada ocasión y te exige atención constante a quién eres, cómo te muestras, cómo te relacionas con los otros, cuáles son tus miedos y también cuáles son tus fortalezas. Ser maestro es transformarte cada día para poder ser parte de la transformación de alguien más.

 

 

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Sus comentarios son bienvenidos.

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