¿REALMENTE HEMOS CAMBIADO EN EL 2020?
Pasar más tiempo con la familia, librarse del infame tráfico de las ciudades, aprender a utilizar las herramientas digitales hacían imaginar que la crisis daría el impulso para transformaciones positivas.
*Por: Mtra. Cintia Fernández Vázquez
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” ― Bertolt Brecht
Al inicio de la pandemia, cuando todavía muchos pensábamos que sería un contratiempo de semanas o como máximo un par de meses, se percibía cierto optimismo sobre la oportunidad de renovación que el confinamiento necesario para frenar los contagios otorgaría a las personas y sociedad; personas y grupos de todos los sectores manifestaban la expectativa de que las circunstancias brindarían un espacio de reflexión y aprendizaje gracias al repentino freno de la actividad económica y social.
Pasar más tiempo con la familia, librarse del infame tráfico de las ciudades, aprender a utilizar las herramientas digitales para enseñar, aprender y trabajar, ocuparse de la propia salud y preocuparse por los demás, entre otros ejemplos, hacían imaginar a algunos que la crisis pasajera daría el impulso para transformaciones positivas en los individuos y a la larga en las sociedades.
Llegando a la recta final del año y después de más de 9 meses del inicio de la pandemia por Covid 19, vale la pena preguntarse ¿en verdad hemos cambiado? Y si ha sido así ¿hemos cambiado para bien?
El confinamiento no pudo sostenerse, por lo que al pasar un par de meses el tráfico, las aglomeraciones, las prisas, el distanciamiento o reajuste familiar y el exceso en el uso de las pantallas, sumado a todas las precauciones necesarias para evitar contagiarse del virus en la “nueva normalidad”, ha provocado agotamiento, violencia, quiebres emocionales y más de lo mismo de lo que la sociedad ya padecía antes de la contingencia sanitaria.
Tal vez ahora hay un poco más de conciencia de que, a pesar de la evidente importancia del rol de las instituciones educativas y de salud en la sociedad, estas dependen de sistemas anacrónicos y rotos, sin presupuesto y sin reconocimiento a sus actores protagónicos: médicas, enfermeros y maestros.
También, es probable, que muchos hayan comprendido mejor que los gobiernos sirven a intereses económicos tiranos, más que a los ciudadanos y que están más ocupados en mantener sus privilegios, que en atender las problemáticas que provocan mayor sufrimiento: la pobreza, la inequidad, la inseguridad, la violencia y la abominable crisis climática que han provocado sistemas de producción, consumo y “progreso” que son insostenibles.
Por otra parte, se ha puesto en evidencia, que, aunque el acceso a la información es cada vez más sencillo a través de los medios digitales, las noticias falsas y teorías de la conspiración que se viralizan en redes sociales son combustible para la ruptura del tejido social y un obstáculo enorme para la solución de los problemas sociales urgentes, incluso una amenaza para los ya de por sí débiles sistemas democráticos.
Quienes han reflexionado todo lo anterior, es porque cuentan con habilidades de pensamiento crítico cultivadas en familias y escuelas privilegiadas, pero es cierto que las mayorías excluidas de procesos educativos integrales, apenas y cuentan con herramientas para decodificar la realidad más allá de su experiencia de vida diaria y ya sea por supervivencia o por necesidad de convivencia, prefieren ignorar la crisis sanitaria y aportan poco a la construcción de entornos favorables para el crecimiento humano, posible en tiempos de dificultades.
Naomi Klein, periodista y activista, ha mencionado en recientes entrevistas que la normalidad en el siglo XXI no es otra cosa que una "crisis permanente", manifestando que volver ciega y rápidamente a ella, sería un error global para la especie humana. Estoy de acuerdo con la autora de “La doctrina del shock” y con la invitación que realiza a que tanto colectivos, como individuos obtengan provecho de las lecciones aprendidas en este año 2020.
Hoy, que ya hay un programa de vacunación en el horizonte y que se augura que en el 2021 habrá una salida para la catástrofe mundial ocasionada por la pandemia, estamos invitados a renovarnos. Si has aprendido algo positivo en estos meses, celébralo, pero sobre todo compártelo con tus seres queridos, con tus vecinos, con tus colegas, con tu comunidad. ¿Cambiaste en el 2020 y lo hiciste para bien?, tal vez no formas parte de la mayoría, pero tu contribución para transformar el mundo es necesaria y urgente. Esta porción de personas capaces de crecer ante la adversidad, como diría Bertolt Brecht, serán los imprescindibles en el año que está por iniciar.
La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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