El año que el mundo se detuvo… o no

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Adriana Amozurrutia Elizalde


Diciembre 20, 2020

“Ya que no podemos cambiar la realidad,

Cambiemos los ojos con que vemos la realidad.”

Nikos Kazantzakis

 

El 2020 ha sido un año que ha representado un reto para toda la humanidad, ha sido el año de la pandemia, el año en que el mundo entero se detuvo, pero también podría ser el año en que, a través de la reflexión de lo que ésta nos deja, podría permitirnos construir un cambio que acelere, que transforme la manera como nos hemos estado vinculando, entre nosotros y con nuestro entorno.

A pesar de que la humanidad en general tiene un mejor nivel de vida que antes, la gente es más longeva, la educación está al alcance de más personas, estamos conectados unos con otros, la mitad del mundo no ha recibido los beneficios de esta transformación y eso hace que esta situación de bonanza sea inestable. ¿Qué nos ha dejado esta crisis? Sin ánimo de hacer un análisis exhaustivo, se presentarán algunos puntos que pueden ser importantes para reflexionar y aprender.

La pandemia ha sido una prueba para las sociedades, también ha sacado a la luz algunos de los vicios que habíamos desarrollado por muchas generaciones. Se han hecho evidentes desigualdades que ya existían pero que, han sido acrecentadas por la crisis. Las desigualdades económicas, raciales, de género, geográficas, etc., han sido discursos muy elocuentes.

Sin ánimo de generalizar, los datos arrojan que la pandemia ha impactado más a las personas con pocos ingresos, a las mujeres, a las personas de la comunidad LGBT y a las personas con discapacidad.

El acceso al internet ha hecho más evidente que no todos podemos quedarnos en casa a realizar nuestros trabajos, hay quienes tienen que salir y hay quienes, aunque no tengan que hacerlo, no tienen acceso a la red y no pueden desempeñarse o estudiar desde sus hogares. Esto nos hace cuestionarnos, ¿qué tenemos qué hacer para acortar esta brecha? Una idea podría ser, compartir unos con otros, que los niños y jóvenes pudieran acceder a la red de las empresas vecinas para poder desempeñar sus clases.

Aún si tú tienes acceso a una red, el trabajo en casa ha traído un incremento en los gastos, como el agua, la luz, mejorar la conexión a internet, mobiliario y equipo para poder desempeñarte desde tu casa, estos son gastos que antes iban por cuenta del empleador y ahora, la mayoría ha tenido que absorberlos. Eso sin contar con algunos beneficios que tú podías tener en tu espacio de trabajo, como barra de café, bonos por puntualidad, servicio de guardería, comedor, eventos institucionales, etc. ¿De qué manera podrías reducir el impacto que ha tenido en tu economía el quedarte en casa? ¿Qué tipo de estrategias deberían seguir las empresas? He escuchado de préstamo de mobiliario, recursos para adaptar el hogar, pero podrían sumarse otras.

También se ha manifestado que muchas mujeres han tenido que hacer dobles y triples turnos, no sólo encargarse de las actividades de la casa, de cuidado y educación de los hijos, sino su propio trabajo. Esto ha hecho evidente que la división de las actividades aún no es equitativa, todavía está cargada hacia el sexo femenino. Esto nos da mucha tela para cortar y discutir.

Hemos descubierto que somos demasiado dependientes, si no eres un campesino que produce su propio alimento, no somos capaces de alimentarnos sin salir a comprar recursos. Esto ha motivado a algunas comunidades hayan aprendido a ser espacios productivos en pequeño, se haya iniciado una especie de trueque, vendiendo entre vecinos, consumiendo a las pequeñas empresas locales, pero aún podemos hacer mucho.

No podemos dejar de lado los aspectos positivos de la pandemia. El trabajo en casa también ha tenido ventajas, ha eliminado los tiempos de traslado y los gastos consecuentes, el traslado a las guarderías o escuelas y ha aumentado el tiempo que pasamos en familia. Y, nos ha permitido entrar en nosotros mismos a reflexionar.

El cuerpo, nuestro cuerpo, para poder vivir, inspira y espira, los procesos evolutivos son iguales, necesitamos este momento de inspiración, de entrar en nosotros mismos y reflexionar, de frenar la vorágine de actividades, para poder espirar y salir cargados de energía, para poder ser más propositivos, para transformar nuestra realidad. Finalmente, los cambios son retos que abren la puerta a nuevas oportunidades.

 

Adriana Amozurrutia Elizalde

Profesora de Cátedra del Tecnológico de Monterrey en Puebla

[email protected]

 

La opinión expresada en este artículo es responsabilidad del autor y no refleja el punto de vista del Tecnológico de Monterrey. 

 

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