La violencia doméstica en tiempos de pandemia

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Triste y desafortunadamente, la violencia se ha incrementado a partir del confinamiento y de la pandemia por COVID 19.

Hasta el tercer trimestre del año 2020, la mayor causa registrada en llamadas de emergencia a nivel nacional es la de violencia familiar, seguida de violencia a la mujer y violencia de pareja.

Por lo tanto, el tipo de violencia doméstica se ha visto sobrepasada debido al confinamiento y al ambiente nada favorecedor de estos tiempos.

Y es que muchas cosas cambiaron, los niños y niñas todo el tiempo en casa, el cambio de labores a “home office”, al igual que los roles de género; en algunos casos, la mujer es la que aun tiene trabajo y el hombre no, por lo tanto, el hombre tiene que ser el “amo de casa” y hacer la limpieza, la comida y supervisar las clases y tareas de las y los hijos.

La violencia doméstica siempre ha existido, por diversas razones, por el machismo y alcoholismo principalmente. Tal vez los índices no eran tan alarmantes porque no denunciaban o las mujeres tomaban ese maltrato como “la cruz que les tocó cargar”.

Poco a poco, comenzó la cultura de denuncia y con ello el apoyo en las llamadas de emergencia como alternativa a la denuncia en los ministerios o centros de justicia. De manera lenta y burocrática, se han creado centro de atención a la mujer, leyes que las protegen más y servicios públicos a favor de erradicar la violencia en todas sus formas.

Pero lo que parece no cambiar, o de manera muy lenta, es la reacción y acción que se tiene por parte de hombres y mujeres en nuestra cultura machista.

Expresiones como “sino sufres en tu relación, es muestra que no vale la pena”, “sino te pega, no te quiere”, “es tu cruz”, “todos los hombres son iguales”, “es lo que te tocó vivir”; parece replicarse y percibirse tan común que, aunque la lucha feminista persista, algunas mujeres no despiertan de esa nube, de ilusión y de confusión del amor, de un amor violento, infiel y maltratador.

La violencia provoca además de un daño físico y psicológico, un ambiente hostil y triste, y una repercusión en la vida afectiva y adulta de las y los niños que la viven de manera directa o indirecta.

Ese ambiente se ve recrudecido, por la actual pandemia. El ambiente que se percibe es de hostilidad, tristeza, constante preocupación.

Tanto hombres como mujeres tratan de encontrar formas de desahogar ese sufrimiento, unos drogándose, alcoholizándose, exacerbando su carácter, siendo más violentos; lo que conlleva a una mala relación familiar y de pareja hasta el punto de encontrar como única salida, el golpear y maltratar a los que lo rodean. 

Tanto hombres como mujeres somos responsables de esa situación. 

Las mujeres debemos de demostrar la valentía que nos caracteriza, poner límites desde el menor indicio de violencia hacia ellas o a los hijos o hijas, denunciar cuando somos víctimas, comunicarse de manera efectiva con la pareja, comprender y entender el sufrimiento que viven los hombres y que la cultura machista que también vivimos y provocamos, no los deja expresar de manera libre lo que ellos sienten.

Y los hombres entender que no es una regla que si tu padre fue un maltratador, tú lo tengas que ser; que no te hace menos débil buscar ayuda profesional cuando las cosas se salen de tus manos, que el educar a tus hijos o hijas también se da a través de un ejemplo sano y de unas enseñanzas donde la violencia, no sea parte de ellas; que tu pareja es una aliada y compañera, que siempre existen alternativas para solucionar problemas y que la carga no debe recaer en una sola persona.

Así como “el valiente vive hasta que el cobarde quiere”, la violencia dejará de existir hasta que hombres y mujeres sigamos en una absurda lucha de poderes, sintiéndonos superiores entre géneros, haciendo de menos la opinión y participación del otro y asegurando un estilo de imposición como forma de relacionarse con la pareja.

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