Mariano Matamoros: el héroe de Jantetelco

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«La patria es una flor que hay que alimentar con justicia, libertad y sobre todo Fe en Dios».

- Mariano Matamoros


Al final de la carretera que lleva desde la ciudad de Puebla a Cuautla, en el último desnivel, se visualiza la población de Jantetelco, Estado de Morelos, lastimosamente gobernada por un exfutbolista, cuya fama con el balón no tiene nada que ver con su prestigio como gobernador.


Uno de los Estados céntricos del país, que, en sus ya muy lejanos buenos tiempos, fue de los más fructíferos económica, industrial e, incluso, turísticamente; conocido por los balnearios que tiene a lo largo y ancho de su territorio y por la ciudad de Cuernavaca, su capital, que tiene el mote de «la eterna primavera». 


Este Estado, por lo menos, históricamente, cuenta con la tierra más fértil para la siembra de la caña de azúcar. Hay que recordar que las grades haciendas donde se sembraba esa planta permitieron mantener, en algún tiempo, toda la Nueva España, más que los recursos provenientes de la exportación de la plata y otros minerales a Europa, los cuales no se compararon en ningún momento con esa cosecha.

Pues bien, esa población de Jantetelco, en los años de la independencia de México, tuvo como sacerdote de su parroquia a Mariano Matamoros.


Mariano Matamoros, sacerdote católico nacido en Ciudad de México el 14 de agosto de 1770 y fusilado en Puruarán, Valladolid, el 3 de febrero de 1814, participó en la guerra de Independencia de México, así como muchos de los sacerdotes de ese tiempo, siendo precisamente la iglesia Católica una de los que jugaron un papel muy importante en la independencia de México; razón por la cual, resulta lógico que las primeras constituciones y declaraciones de independencia de México hayan sostenido que la religión católica era la única y la oficial en estos territorios; cuya consecuencia, también lógica, fue que, a mediados del siglo XIX, se implementaran leyes de reforma a causa la monopolización de muchas de las funciones gubernamentales a cargo de la propia Iglesia.


El sacerdote de la parroquia de Jantetelco inició sus labores en favor de los movimientos independentistas en contra de los españoles en Izucar, Estado de Puebla —por ello es que se denominó posteriormente como Izúcar de Matamoros— siguiendo a José María Morelos y Pavón, quien, también sacerdote, continuó con la lucha de la independencia una vez que ocurrió la derrota de Miguel Hidalgo y Costilla, también sacerdote católico.


Pareciera que esos movimientos bélicos de inicios del siglo XIX van muy aparejados con algunos de los miembros de la iglesia católica; por lo pronto, la guerra de independencia, la guerra de reforma, la cristiada son muestra de la historia mexicana que tiene relación intrínseca con la iglesia católica. 


En la actualidad, se podría decir que la iglesia católica, con los quehaceres de la nación, sigue siendo persistente en ese sentido. Basta con recordar el movimiento guerrillero de enero de 1994, el cual, en las vísperas del Tratado de Libre Comercio con los países de América del Norte (que ha traído tanta pobreza y desigualdad en el país), fue, en parte, comandado por miembros de la iglesia católica.


Asimismo, se puede ver, en la actualidad, la incursión de la iglesia católica en la ayuda que otorgan algunos sacerdotes atendiendo a la migración de los centroamericanos y el trato que viven; también, con los nacionales mexicanos desplazados, y en muchas otras exigencias y otros reclamos de la sociedad. Por ello, el legado que ha dejado Mariano Matamoros en el siglo XIX sigue vigente en una nación, en la que cada día se confunde más la necesidad de hacer efectivos los derechos de igualdad con la homogeneización, que, en muchas de las políticas públicas y leyes, se ha aplicado. (Web: parmenasradio.org).

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