Para quien busca un corazón

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En el mundo se dice que cierto individuo busca un corazón para vivir la vida, disfrutar del amor ingenuo y despertar admirado por cada nuevo amanecer. Por cierto, ¿alguna vez, usted ha perdido el suyo?

 

Dejar de tener un corazón es un tema apropiado para este mes de febrero, especialmente si quien lo refiere es Emilia Pardo Bazán.

 

Pero no vaya Usted a creer que por tratarse de la condesa de Pardo Bazán — persona culta y refinada, extremadamente inteligente, luchadora por los derechos polítitos y civiles de las mujeres—, ella sea ajena a las cosas de la vida, de la ternura o de la pasión.

 

No, por el contrario. Fue una extraordinaria observadora de la condición humana y gracias a su tendecia fracamente espiritual, supo comprender tanto a hombres y mujeres como a niños y a la sociedad.

 

De modo que, esta noble literata nacida en La Coruña, España, el 16 de septiembre de 1851, aprovechó sus dones innatos y la excelente educación proporcionada por su padre para idear más de 40 novelas, más de 20 colecciones de cuentos; así como poesía, crítica, ensayo, teatro, biografía; y fundar su revista, “Nuevo Teatro Crítico”, dedicada al pensamiento social y político.

 

Desde luego, coincidió en el debate con los más destacados personajes de finales del siglo XIX y principios del XX; entre ellos, Benito Pérez Galdós; e influyó en la obra de otros tantos, como el ilustre escritor, periodista y político español Vicente Blasco Ibañez.

 

Sin embargo, hoy, nos concentraremos en tres de sus obras, extraídas de su colección, “Cuentos de amor”, publicados por primera vez en 1893.

 

En el “El viajero”, la autora cuenta que, en medio de una férrea tormeta, durante un crudo invierno, alguien toca a la puerta de Marta, quien desoye a la prudencia y hace a un lado el sentido común:

 

 

 

… Mas la reflexión, persona dignísima y muy señora mía, tiene el maldito vicio de llegar retrasada, por lo cual sólo sirve para amargar gustos y adobar remordimientos. La reflexión de Marta se había quedado zaguera, según costumbre, y el impulso de la piedad, el primero que salta en el corazón de la mujer, hizo que la doncella, al través del postigo, preguntase compadecida:

-¿Quién llama?

Voz de tenor dulce y vibrante respondió en tono persuasivo:

-Un viajero.

Y la bienaventurada de Marta, sin meterse en más averiguaciones, quitó la tranca, descorrió el cerrojo y dio vuelta a la llave, movida por el encanto de aquella voz tan vibrante y tan dulce…

 

 

 

Este es el lance, según Pardo Bazán, de un corazón atrapado por la voz placentera del Viajero, quien pernocta en la casa de su víctima, sin admitir que ella no es mesonera. Se queda el tiempo que, conforme a su voluntad y capricho, quiso. Luego, Usted ya imaginará lo que sobreviene o, tal vez, no. Mejor léalo.

 

Mas en esto de los corazones femeninos, otra narración, “El amor asesinado”, desvela lo que se es capaz con tal de huir del amor.

 

 

 

…Nunca podrá decirse que la infeliz Eva omitió ningún medio lícito de zafarse de aquel tunantuelo de Amor, que la perseguía sin dejarle punto de reposo.

Empezó poniendo tierra en medio, viajando para romper el hechizo que sujeta al alma a los lugares donde por primera vez se nos aparece el Amor. Precaución inútil, tiempo perdido; pues el pícaro rapaz se subió a la zaga del coche, se agazapó bajo los asientos del tren, más adelante se deslizó en el saquillo de mano, y por último en los bolsillos de la viajera. En cada punto donde Eva se detenía, sacaba el Amor su cabecita maliciosa y le decía con sonrisa picaresca y confidencial: «No me separo de ti. Vamos juntos.»…

 

…Furiosa, hizo tomar las grietas y calafatear los intersticios, creyéndose a salvo de atrevimientos y demasías; mas no contaba con lo ducho que es en tretas y picardihuelas el Amor. El muy maldito se disolvió en los átomos del aire, y envuelto en ellos se le metió en boca y pulmones, de modo que Eva se pasó el día respirándole, exaltada, loca, con una fiebre muy semejante a la que causa la atmósfera sobresaturada de oxígeno.

 

…Propúsose, pues, chasquear al Amor, y desembarazarse de él sobre seguro y traicioneramente, asesinándole…

 

 

 

Quién sabe, si Usted, amable lector, pueda suponer lo que a Eva le ocurriría si lograra su objetivo.

La cuentista propone, de una manera divertida, un tanto irónica, a una mujer que, contra las buenas costumbres de la época, elude al amor. Ella no fincaba sus esperanzas en el matrimonio ni en la dependencia emocional. No obstante, ¿cuánto es lo que se debe sacrificar para alcanzar esa meta? ¿se podrá vivir o morir sin amor?

 

La creadora de más de seiscientos cuentos provocó otra clase de meditaciones en “Mi suicidio”, donde se refiere a la ausencia del ser amado, ¿qué huecos y recuerdos nos deja en ese ógano, núcleo vital de nuestra existencia?

 

En el caso, el protagonista se duele por la muerte de la mujer idealizada, desea reunirse con ella en el más allá; recorre la morada que habían compartido:

 

 

 

…Allí estaba el amplio sofá donde nos sentábamos tan juntos como si fuese estrechísimo; allí la chimenea hacia cuya llama tendía los piececitos, y a la cual yo, envidioso, los disputaba abrigándolos con mis manos, donde cabían holgadamente; allí la butaca donde se aislaba, en los cortos instantes de enfado pueril que duplicaban el precio de las reconciliaciones; allí la gorgona de irisado vidrio de Salviati, con las últimas flores, ya secas y pálidas, que su mano había dispuesto artísticamente para festejar mi presencia... Y allí, por último, como maravillosa resurrección del pasado, inmortalizando su adorable forma, ella, ella misma... es decir, su retrato,…

 

…como deseaba contemplar a mi sabor el retrato, al apoyar en la sien el cañón de la pistola, encendí la lámpara y todas las bujías de los candelabros. Uno de tres brazos había sobre el secrétaire de palo de rosa con incrustaciones, y al acercar al pábilo el fósforo, se me ocurrió que allí dentro estarían mis cartas, mi retrato, los recuerdos de nuestra dilatada e íntima historia. Un vivaz deseo de releer aquellas páginas me impulsó a abrir el mueble…

 

…Repasé el resto del paquete; recorrí las cartas una por una…

 

 

¿Usted puede figuarse lo que dicen las cartas? Saberlo indicaría hacia dónde se enfilaba el corazón de la idolatrada. Esta historia juega con la muerte, con las decisiones tomadas en base a los equívocos, a las falsas concepciones y a las certezas adquiridas con la experiencia.

 

Si el héroe descubriera que él es la causa y motivo de la alegría suscitada en su bella esposa; o que, al revés, él ha sido fuente de su desdicha, ¿en qué medida cambiarían los sentimientos que habitaban en su corazón? Y ¿qué tal, si se enterara de que él resultaba perfectamente indiferente a los afectos de su mujer?

 

Porque cada corazón guarda multitud de historias, emociones y sensaciones, que escapan constantemente al control de la razón o de la discreción y de la cautela. Por ello, la oriunda de Galicia, consejera de Instrucción Pública desde 1910 y catedrática de Literatura Contemporánea de Lenguas en la Universidad Central, a partir de 1916; esposa y madre de familia —quien peleó por el derecho a expresarse—, decidió indagar en el depósito tradicional del amor, y relató, através de sus ficciones, sus hallazgos.

 

La colección “Cuentos de amor” se ha reeditado en varias ocasiones, especialmente este año, en que el 12 de mayo, se conmemora el centenario del deceso de esta brillante escritora. Y aunque no es un manual para corazones rotos, extraviados o anhelantes, sigue vigente para quién busca al propio.

 

 

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