Ni las veo, ni las oigo

La violencia sistémica que se ha permitido en nuestro país en menoscabo de las mujeres no es un tema que deba resolver una sola persona; reclama que todos los sectores trabajemos de manera activa en solucionarlo.

La vecindad Podcast

Memorias del Crimen

“Las mujeres, primero que nada, queremos vivir sin miedo”

Isabel Allende


Desde la mañana del pasado viernes, el Palacio Nacional amaneció amurallado con la intención expresa de proteger al inmueble donde habita el Presidente, de las marchas que se realizan este 8 de marzo en la capital del país, en el marco del Día Internacional de la Mujer. 


Por primera vez en la historia, se colocaron vallas metálicas de más de 3 metros de altura en toda la periferia del inmueble, simulando una verdadera muralla como las que en la Edad Media protegían a las ciudades o incluso se erigían como símbolo de fuerza e independencia política.


Más allá de las placas de metal, lo verdaderamente llamativo de este muro que ha levantado el propio gobierno, es precisamente el simbolismo que, sin lugar a duda, emana de él en el que hay inmersa una verdadera preocupación por resguardarse y silenciar las voces de las “peligrosas” mujeres que marchan este 8 de marzo en un afán de visibilizar la lucha latente en contra de la desigualdad y la violencia de género.


Esto me lleva a recordar el origen de esta fecha, cuando hace 113 años un grupo de mujeres trabajadoras de una fábrica de algodón en Nueva York, decidió levantar la voz para exigir su derecho a mejores condiciones laborales y fueron, de igual manera que el Palacio Nacional, amuralladas en la propia fábrica por el dueño quien las sentenció que no las dejaría salir hasta que desistieran de sus demandas.


Desafortunadamente estas puertas cerradas y un incendio que empezó en su interior, dejó como saldo la trágica muerte de 129 de ellas.


Hoy, el que se encierra es el mismo Presidente y su séquito, con la diferencia que nadie lo ha obligado a permanecer tras esta barrera ni tampoco salen de estas paredes las justas demandas a favor de la igualdad de género, por el contrario se encierra para evitar las voces que, como hace más de 100 años se escucharon en aquella fábrica de algodón de la Gran Manzana. 


Voces que se levantan en un país donde no sólo existe una brecha salarial de género, falta de acceso a la educación, a la salud y otros derechos fundamentales para las mujeres, sino en el cual nos están matando por el sólo hecho de ser mujeres; basta mencionar que de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en el Instrumento para el Registro, Clasificación y Reporte de Delitos y las Víctimas CNSP/3815, se contabilizaron 969 víctimas de feminicidio, tan sólo en 2020.


Me queda claro que la violencia sistémica que se ha permitido en nuestro país en menoscabo de las mujeres no es un tema que deba resolver una sola persona, sino por el contrario, reclama que todos los sectores trabajemos de manera activa en solucionarlo, pero para ello es necesario que haya voluntad de los mandos máximos de este país en lograrlo.


El panorama no luce nada alentador para las mujeres y niñas mexicanas con el poder en manos de la 4T y de un Presidente que abiertamente se manifiesta por descalificar las voces de mujeres que le exigieron romper el pacto patriarcal para dejar de proteger y respaldar la candidatura de una persona sobre la que pesan denuncias formales de violación como lo es Félix Salgado Macedonio.


“Manifestaciones importadas, copias, simulación de feminismo”, llama el Presidente a estas demandas y critica se sigan difundiendo, justo así como seguramente lo hizo el dueño de la fábrica de algodón en 1908 y que nos hace pensar que si pudiera nos encerraría a todas con la promesa de no permitirnos salir hasta dejar de hacer estas críticas “ofensivas”.


Si duda esto es imposible, por ello él es que se quedará encerrado -en todos los sentidos- mientras afuera todo sigue pasando: feminicidios, desigualdad de oportunidades, acoso, violaciones, impunidad y todo lo que las mujeres desearíamos fuera una simple simulación.


Pese a todo ello, seguiremos alzando la voz, manifestándonos legitimamente, cada una a su manera, en contra de esta desigualdad que trasgrede y que somete a la violación de los derechos fundamentales a miles y miles de mujeres.


Es por ello que hoy no me queda más que refrendar mi compromiso con esta lucha legítima y pedir a todas las mujeres que sigamos alzando la voz porque no habrá muralla infranqueable para la exigencia de igualdad y justicia por la que cientos de mujeres y hombres han ofrendado, incluso la vida. 


Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de El Popular, periodismo con causa.