21 de marzo de 1804

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«Mi verdadera gloria no está en haber ganado

 cuarenta batallas; Waterloo eclipsará el recuerdo de

 tantas victorias. Lo que no será borrado,

lo que vivirá eternamente,

es mi Código Civil».

 

Napoleón Bonaparte,

durante su prisión en Santa Helena.

 

Una fecha de referencia en el mundo occidental es la que corresponde a la promulgación del Código Civil de Francia. Aquí en América Latina, influidos y conquistados por el pensamiento del mundo europeo continental, esa codificación es una referencia para lo que después sucedió con los países de esta región cuando crearon sus propias legislaciones una vez que empezaron a independizarse de España y Portugal respectivamente.

La codificación fue prácticamente el parteaguas entre el mundo antiguo, también denominado antiguo régimen, con el mundo moderno de la humanidad. Basta considerar que, en los tiempos pre-modernos, existía una multiplicidad de legisladores; por tanto, cada quien creaba sus propias leyes, ordenanzas, regulaciones, bulas, disposiciones, etc. De manera que, con ese mar de disposiciones, desde luego, lo que sobresalía era el desorden en la determinación de qué regulaciones debían ser aplicadas. Consideremos, por ejemplo, los tiempos de la colonia en México, cuando había disposiciones tales como leyes o lex, ordenanzas de la corona de España, del propio virreinato, disposiciones religiosas (considerando que muchas de las que correspondían al estatus de las personas eran regulaciones de la iglesia); toda una multiplicidad de reglas que fue incrementando y, por ende, provocó incertidumbre respecto a conocer qué leyes había que aplicar.

La codificación de Napoleón (por haber sido promulgada en los tiempos del gobierno de Napoleón Bonaparte en Francia) es la legislación que permitió derogar y abrogar una serie de regulaciones, leyes, disposiciones, ordenanzas con las que, en consecuencia, desapareció una gran cantidad de legisladores y se creó uno solo: el Estado. Por tanto, el derecho fue monopolizado por el Estado. Sólo éste podía crear las leyes y, así, se implementaba el código civil como una especie de manual del ciudadano que regulara la mayoría de materias que a los ciudadanos les corresponde conocer, que estipulara expresamente lo que tienen prohibido y obligado y diera la libertad de hacer lo que, sin expresarlo, está permitido. Por ende, es una legislación que hace una aglutinación de lo que hoy conocemos como diversas materias o ramas del derecho, llámese: civil, familiar, contractual, societario, mercantil, laboral e, incluso, penal. Por lo cual, ese «manual del ciudadano» que era el código, redactado en un lenguaje claro y sencillo para toda la población, permitía dar certidumbre a las personas en cuanto a sus acciones, procuraba brindar seguridad jurídica, que fue el mayor éxito del derecho, un concepto que en tiempos del antiguo régimen no existía y que se fue fraguando con el paso del tiempo hasta llegar a la modernidad.

Ahora bien, en tempos de esta post-modernidad, vemos cómo esa codificación se está desmoronando paulatinamente, cómo ese afán de brindar seguridad jurídica a los ciudadanos, a la población en general, ya no es a través de la codificación, pues los congresos se han encargado en pulverizarla. Prueba de ello son leyes y más leyes especiales que se crean. Por esta razón, hoy nos encontramos con legislaciones de las que no sabemos cuáles son aplicables a los casos concretos. Lo que es más, ya no es la legislación —es decir, las regulaciones creadas por el legislador— en la que debemos fijarnos ni su cumplimiento el que debemos observar, sino que son las regulaciones administrativas que hay, gracias a que las autoridades del poder ejecutivo se han encargado de establecerlas. Toda una serie de reglamentos y disposiciones de carácter general que dan la impresión de que estamos regresando a los tiempos de pre-codificación, donde había tanta legislación y tantos legisladores que el ciudadano de a pie no sabía (y ahora no sabe) a cuál de todas las reglas y leyes había que obedecer. El principal problema de hoy es, pues, el exceso de legislación, pues, muchas veces, hace que las regulaciones se contradigan entre sí. (Web: parmenasradio.org).

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