Pasarela de botargas

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Sin distinciones de ningún tipo, logramos sobrevivir a la ola de estiércol de la que fuimos víctima los últimos meses. Los protagonistas de esta masacre de neuronas fueron financiados con el erario y su estupidez solapada por los intereses de dos proyectos de nación deprimentes y un tercero que ni siquiera es digno de adjetivos. El Estado no existe y únicamente juega el rol de aplaudidor a los intereses económicos. Fuera de esa realidad todo es mentira, siendo las redes sociales el reflejo de una sociedad sumergida en la soledad que tiene libertad absoluta para hacer visible sus carencias. Incluso, algunos tienen el descaro de escribir columnas.

Entre las tundas sin sentido, el capital siempre triunfa, demostrando quién es más imbécil, antipático o pedante, con el objetivo de enseñarnos que lo único que compartimos es una misma tragedia en empaque diferente. Por lo tanto, la política mexicana ha caído a niveles altos de degradación que diariamente trabaja para distinguir si son más despreciables los candidatos ridículos o aquellos que resultan impresentables. Ante tal situación, la única forma de acercarnos a la poca cordura que somos capaces de articular debido a nuestra subjetividad, se respalda en buscar hacer visibles nuevas formas de concebir el mundo, siendo el arte, la conversación y la amistad, antídotos de intercambio que permitan compartir cosas valiosas entre la comunidad; no obstante, lamentablemente, oteo desde mis privilegios a personas inteligentes presas de sí, amigos que han caído en una dialéctica que los ha alejado de la sociedad e hipopótamos que golpean a las masas con sus amasijos de opiniones incoherentes y con plena convicción de su capacidad argumentativa.

Recuerdo el día de la elección como un domingo que despertó amable, pero conforme fue pasando el día, las nubes se tornaron grises, profesando los resultados caóticos de la fiesta de la democracia. Cada ciclo electoral, los votantes no tenemos mayores opciones que arrepentirnos del pasado y procrastinar otras actividades más placenteras de fin de semana. Lo más inteligente es emitir nuestra opinión con el semblante de cualquier lunes de oficina sin la oportunidad de ser presa de cualquier payaso. Mientras nuestra democracia siga admitiendo bufones, analistas políticos patrocinados y votantes carentes de aparatos cognitivos críticos, el rumbo seguirá siendo una pugna entre aprovechados e ilusos.

Con el tiempo, debemos perder la mala costumbre de señalar nuestra posición política en favor de un sistema que no permite alternativas, pues hacerlo implica el primer acto de violencia; sin embargo, las explicaciones son sencillas cuando se encumbra botargas con aspiraciones de éxito y reconocimiento. Todos deseamos ser queridos, pero si esta convicción va más allá de un grupo pequeño, este deseo se convierte en una mala broma. Estar conscientes de nuestras limitantes, permitirá identificar el rubro donde podemos ser más útiles para una sociedad mejor que aspire a crear herramientas políticas más justas con representantes capaces de emitir un análisis más allá del color de su ropa interior.

Escribo estas líneas junto a un árbol, reposando mi humanidad cerca de un pato que disfruta de la sombra ante un calor sofocante. Al observarlo, lo he entendido todo.

 

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