Leí en Excelsior del 26 de junio la columna de Ricardo Alexander Márquez ‘El narcoestado mexicano’, que me causó gran impresión...
Leí
en Excelsior del 26 de junio la columna de Ricardo Alexander Márquez ‘El
narcoestado mexicano’, que me causó gran impresión por la oportunidad, claridad
y penetración del autor sobre el asunto que aborda. Comparto con mis pocos lectores
las ideas que creo centrales del artículo. “Seguimos negando la realidad. No
fue suficiente ver cómo desmantelaba a la Policía Federal, o dejaba doblegar a
su gobierno por Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo. Tampoco que dijera que su
estrategia consistía en abrazos, no balazos, mientras todos los días 100
mexicanos son asesinados de maneras inimaginables. Ni siquiera que le
agradeciera al crimen organizado por <<portarse bien>> durante las
elecciones del pasado 6 de junio, mientras criticaba a quien no votó por su
<<proyecto>>”. “No sólo es un desastre, sino que
lo que está sucediendo es criminal. Su desidia e incapacidad nos ha vuelto
cínicos. Ya no nos escandaliza ver videos de ejércitos privados retando al
Estado mexicano o que sicarios vayan cazando a ciudadanos inocentes, como lo
ocurrido hace unos días en Reynosa. Incluso los cuerpos desmembrados ya son
cosa de todos los días en muchas partes del territorio nacional. Mejor hablar
de estupideces como la venta del avión presidencial o la nueva ocurrencia de
las conferencias mañaneras”. “En menos de tres años han sido
asesinadas más de 87 mil personas por el crimen organizado. Más del doble que
en sexenios anteriores, en el mismo periodo”. Y más abajo: “Parece que existe
un pacto de impunidad. Una abierta renuncia a ejercer el Estado de derecho y
perseguir al crimen organizado que hace y deshace a su antojo. Y a nadie le
importa”. “Al final, da igual la cancelación del aeropuerto. Sus mentiras en la
conferencia mañanera o sus encuestas amañadas. Incluso su injerencia en los
otros poderes. El tema es el narcoestado en el que vivimos”. Sí, es verdad que muchos nos
negamos a ver la realidad. Seguimos lanzando advertencias sobre el “peligro
inminente” de que el poder de la nación caiga en manos del crimen organizado y pasamos por alto los
hechos que dicen con toda claridad que es eso precisamente lo que estamos
viviendo. En un México calcado del universo literario de Franz Kafka,
“<<premiamos>> a uno de los artífices del desastre, Alfonso Durazo,
con la gubernatura de un estado clave para el tráfico de drogas. Justo en el
momento en el cual está siendo clara la injerencia del crimen organizado en las
elecciones a cargos públicos”, afirma correctamente Alexander. Pero nos negamos
a detectar y denunciar a quiénes fabricaron ese triunfo, manipulando, comprando
o intimidando al electorado de Sonora. Y hay material para hacerlo.
Muchos reporteros y medios, con gran profesionalismo, reseñaron puntualmente la
operación del crimen organizado en estas elecciones. Un ejemplo: el portal
EME/EQUIS del 23 de junio, dijo: “Cada vez surgen más testimonios de presunta
participación del crimen organizado en los triunfos de Rubén Rocha Moya,
Alfredo Ramírez Bedolla y Ricardo Gallardo Cardona”. Y en seguida asegura:
“Diversas instancias federales han dejado correr información de que las
campañas de Rubén Rocha Moya, Alfredo Ramírez Bedolla y Ricardo Gallardo
Cardona fueron apoyadas con recursos provenientes del narcotráfico”. Hay que
notar que se trata de información de “diversas instancias federales”, lo que
las vuelve certezas poco discutibles. Los partidos de la “Alianza por México”,
PAN, PRI y PRD, “…han denunciado el secuestro de más de un millar de sus
representantes electorales, sometimiento de cuerpos de policías municipales
enteros por parte de la mafia, robo de más de un centenar de urnas en sólo una
ciudad y amenazas a los candidatos que decidan impugnar.” “Las manifestaciones
condescendientes del presidente de la República hacia personajes ligados al
grupo delictivo del Cártel de Sinaloa, dotan de un cariz aún más oscuro al
proceso electoral del 6 de junio en esas regiones”, dice EME/EQUIS. Todo esto se queda corto ante la
realidad, por ejemplo, lo que pasó en Oaxaca, en Guerrero, Colima, Nayarit,
Veracruz, Zacatecas y el Estado de México, por mencionar los casos más
significativos. En todos estos casos, según medios locales, e incluso
nacionales, se puso en práctica el mismo modus operandi pero con una
frecuencia, intensidad y ferocidad mayores. Las amenazas a candidatos para que
renunciaran o no hicieran campaña (recordemos el sonado caso de Sudikey
Rodríguez, candidata priísta a la alcaldía de Valle de Bravo, Estado de
México), a decenas de precandidatos para que no se registraran, la compra
masiva de votos, de funcionarios de casilla y de Comités electorales,
municipales y distritales, fueron abiertas y descaradas como nunca antes. Los detalles de este gigantesco
operativo para torcer la voluntad popular tal vez pasen desapercibidos para la
mayoría de la opinión pública, pero no sus apabullantes resultados: toda la
costa del Pacífico (Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Colima, Nayarit, Sinaloa y
Sonora) quedó en poder ¿de quién? Oficialmente, de Morena, pero en realidad, el
verdadero triunfador es el crimen organizado, según la unánime opinión popular.
Y no lo olvidemos: vox populi, vox Dei. Entre el coro de voces que
denuncian los hechos, destaca la del todavía gobernador de Michoacán, Ing.
Silvano Aureoles Conejo, por razón de que, en virtud de su elevado cargo, tiene
más y mejor información que la gente de la calle. Contra lo que afirman
algunos, esta no es la voz de un hombre derrotado y con miedo por la futura
persecución, pues hay otros gobernadores con la misma derrota artificial y con
igual o parecida amenaza futura que, sin embargo, están lejos de la gallardía
de Aureoles Conejo. Los críticos olvidan, además, que no es la primera vez que
Aureoles se arriesga a poner la verdad en su sitio. Fue fundador de la Alianza
Federalista y uno de sus voceros más consecuentes y firmes; cuando se nos vino
encima la pandemia, fue de los pocos que denunciaron públicamente que el equipo
de protección para el personal del sector salud era de una calidad inferior,
incluso, al que normalmente usan médicos y enfermeras. También denunció la
falta de presupuesto a los estados, que les impedía proteger la salud y la vida
de sus gobernados. Hoy que el servilismo tiene de
rodillas a políticos aparentemente grandes y poderosos, ese mismo Aureoles
Conejo, sabedor de que su poder agoniza y de la saña vengativa del enemigo,
vuelve a alzar la voz para informar al país lo que realmente ocurrió el 6 de
junio, particularmente en Michoacán, su estado. Así lo afirma la nota de
EME/EQUIS: “El gobernador saliente de Michoacán, el perredista Silvano
Aureoles, no se anda con rodeos. Dice: <<Morena es un narcopartido, la
elección de Michoacán debe anularse. Los michoacanos no queremos que regrese el
narcogobierno, un gobierno impuesto por el narco>>”. Y en otro párrafo:
“Entrevistado por Ciro Gómez Leyva en su programa de Grupo Fórmula, Aureoles
Conejo remachó: <<Todo el corredor del Pacífico lo gana Morena, ¿y quién
está detrás de Morena? El crimen organizado. Qué pensará el presidente de la
República, que después de tanto luchar por la democracia, ahora su partido sea
aliado del crimen organizado, (...) porque Morena es un narcopartido y una
verdadera amenaza para el país>>”. Aunque cada quien es libre de
pensar lo que quiera de Silvano Aureoles, creo que la sana lógica dice que lo
que ahora importa es lo siguiente: ¿es verdad, o no, lo que afirma? No se trata
de hacer profesión de fe ciega, sino de confrontar su dicho con los hechos que
los medios han difundido hasta la saciedad, para saber la respuesta correcta. Y
si Aureoles Conejo dice la verdad, le presta con ello un gran servicio a
México, igual que Ciro Gómez Leyva al darle voz a su denuncia, o lo que
destacadamente hacen, también con riesgo de su libertad y de su integridad
personal, los valientes y lúcidos Loret de Mola y Brozo. Y por tanto, merece un
trato igual a ellos, es decir, el aplauso y el apoyo de todos los mexicanos
limpios. Me sorprende por eso, encontrar
en críticos tenaces y lúcidos de los errores, abusos y mentiras del gobierno
actual, comentarios como estos: “Ciro cimbró la mañana de ayer de cara a una
elección que podría terminar con el gobernador saliente en la cárcel…”. O esta
otra: “Consciente de lo peligroso de su destino, recordó que Ramírez Bedolla
dijo que ya lo investigará pero que <<si por defender la libertad de los
michoacanos y michoacanas me amenazan, bienvenidas sean, no me voy a
callar>>. Incontinente (es decir, en buen castellano “bocón”), el
gobernador tocó fondo al decir que, por la estrategia de abrazos, no balazos
<<los delincuentes humillan a la Guardia Nacional, a los soldados, a las
fuerzas armadas, porque tienen la instrucción de no tocarlos ni con el pétalo
de una rosa>>”. “Se puso, pues, de pechito…” Estas afirmaciones
adelantan, a mi juicio, la represión política de Aureoles Conejo con cierta mal
disimulada aprobación. Un último comentario inesperado:
“Hoy está claro que Silvano Aureoles sabe que haberlo derrotado en la pasada
elección es apenas el primer paso de lo que vendrá para él después de octubre,
cuando tiene que entregar el gobierno a su sucesor de Morena. No le esperan
buenos tiempos y es tan claro que lo sabe que ha comenzado a disparar en contra
de los que podrían convertirse en sus verdugos con el fin de anticiparse y
victimizarse de cara a lo que puede venir en la revisión de las cuentas
públicas y los gastos de su administración…”. Esta es una acusación anticipada
y sin pruebas, y no es lógico que venga de quienes han sufrido en carne propia
ese mismo abuso de poder. ¿Dónde quedó la solidaridad racional frente al
verdugo común?
Ciro Gómez Leyva es enemigo
probado de los antorchistas; Loret de Mola y Brozo no nos consideran dignos
(creo) de su atención; y el Ing. Silvano Aureoles ha mantenido con el
antorchismo michoacano una relación estrictamente oficial. Nada más. A pesar de
esto, reconocemos, aplaudimos y defendemos el servicio que todos ellos le
prestan a México hablándole con la verdad. Y no somos lambiscones de nadie ni
buscamos recompensa de ningun tipo. Que conste. |
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