La naturaleza es implacable
Este mes de septiembre los mexicanos hemos tenido desde pandemia, hasta fuertes lluvias y un temblor que causó temor y movió conciencias.
Este mes de septiembre los mexicanos hemos tenido desde
pandemia, hasta fuertes lluvias y un temblor que causó temor y movió
conciencias. Creíamos que con el Coronavirus y los aguaceros teníamos
suficiente, sin embargo de nueva cuenta la naturaleza es implacable y nos
recuerda lo pequeños que somos ante ella los seres humanos. Del miedo pasamos a la zozobra, cuando casi a las nueve de
la noche del pasado siete de septiembre, se registró un sismo de 7.1 grados,
las edificaciones oscilaban en segundos que se hacían eternos. Posteriormente la ciudadanía quedó en una densa oscuridad e
incomunicados, a no ser por las linternas y los radios portátiles de los más
precavidos. Lo peor es que nadie asegura que no volverá a temblar en el
transcurso del mes patrio. Como siempre ocurre al recobrar las líneas telefónicas nos
vamos enterando del estado de familiares y amigos, por fortuna en esta ocasión
la Ciudad de México no sufrió daños mayores ni pérdidas humanas. En el
sitio del epicentro, en el puerto de Acapulco, tampoco hubo pérdidas humanas
qué lamentar. Es un hecho que los mexicanos sabemos que los temblores
arriban de manera súbita en el momento menos pensado, también cierto es que los
sismos sacuden nuestra conciencia para vivir en el aquí y el ahora, y nos
agudizan la situación de fragilidad y vulnerabilidad en que nos encontramos. Y ya sea advertidos por la alarma sísmica o por un
primer movimiento, lo primero que se viene a la mente es salvar la vida, si
estamos en un edificio corremos a las escaleras en busca de salvar el pellejo,
o si es en horas laborales nos replegamos si no se nos permite el uso de
escaleras o del ascensor. Por instantes que se hacen horas, permanecemos
perdidos en medio de la nada, y ni qué decir de imaginar cuál es la suerte de
los más allegados. Luego una a una irán saliendo las noticias sobre los daños
en estructuras, hasta cuando es el caso los atrapados en el transporte público
o en algún edificio. Entonces viene la solidaridad y las manos tendidas para
auxiliar a quién nos requiere, y nos hermanamos, y la sociedad se vuelve una
sola, todos somos iguales y velamos unidos por nuestro bienestar. Así de
grandes somos los mexicanos. Por fortuna el pasado siete de septiembre, de nueva cuenta
nos llevamos un gran susto y en ello quedó el saldo del sismo. Sin embargo
debemos recordar que cada día debemos tratar de ser mejores seres humanos,
que la vida no la tenemos comprada, y que mientras estemos en este pícaro mundo
venimos a sumar en generosidad compromiso, amor, responsabilidad, caridad, y en
los buenos principios que hemos recibido como personas de bien. Asimismo no dejemos de agradecer al creador las bondades de
cada día, y el salir ilesos de fenómenos naturales, no todos hemos corrido con
la misma suerte, por lo que debemos permanecer con humildad con el corazón
latente, y la mano extendida para quienes nos puedan necesitar. Ahora es
buen momento para resurgir de la pandemia, de las tormentas y del sismo... |
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