La naturaleza es implacable

  • URL copiada al portapapeles

Tere MORA GUILLÉN


Septiembre 12, 2021

Este mes de septiembre los mexicanos hemos tenido desde pandemia, hasta fuertes lluvias y un temblor que causó temor y movió conciencias.

Creíamos que con el Coronavirus y los aguaceros teníamos suficiente, sin embargo de nueva cuenta la naturaleza es implacable y nos recuerda lo pequeños que somos ante ella los seres humanos.

Del miedo pasamos a la zozobra, cuando casi a las nueve de la noche del pasado siete de septiembre, se registró un sismo de 7.1 grados, las edificaciones oscilaban en segundos que se hacían eternos. 

Posteriormente la ciudadanía quedó en una densa oscuridad e incomunicados, a no ser por las linternas y los radios portátiles de los más precavidos. Lo peor es que nadie asegura que no volverá a temblar en el transcurso del mes patrio.

Como siempre ocurre al recobrar las líneas telefónicas nos vamos enterando del estado de familiares y amigos, por fortuna en esta ocasión la Ciudad de México no sufrió daños mayores ni pérdidas humanas. En el sitio del epicentro, en el puerto de Acapulco, tampoco hubo pérdidas humanas qué lamentar.

Es un hecho que los mexicanos sabemos que los temblores arriban de manera súbita en el momento menos pensado, también cierto es que los sismos sacuden nuestra conciencia para vivir en el aquí y el ahora, y nos agudizan la situación de fragilidad y vulnerabilidad en que nos encontramos.

Y ya sea advertidos por la alarma sísmica o por un primer movimiento, lo primero que se viene a la mente es salvar la vida, si estamos en un edificio corremos a las escaleras en busca de salvar el pellejo, o si es en horas laborales nos replegamos si no se nos permite el uso de escaleras o del ascensor. Por instantes que se hacen horas, permanecemos perdidos en medio de la nada, y ni qué decir de imaginar cuál es la suerte de los más allegados. 

Luego una a una irán saliendo las noticias sobre los daños en estructuras, hasta cuando es el caso los atrapados en el transporte público o en algún edificio. Entonces viene la solidaridad y las manos tendidas para auxiliar a quién nos requiere, y nos hermanamos, y la sociedad se vuelve una sola, todos somos iguales y velamos unidos por nuestro bienestar. Así de grandes somos los mexicanos.

Por fortuna el pasado siete de septiembre, de nueva cuenta nos llevamos un gran susto y en ello quedó el saldo del sismo. Sin embargo debemos recordar que cada día debemos tratar de ser mejores seres humanos, que la vida no la tenemos comprada, y que mientras estemos en este pícaro mundo venimos a sumar en generosidad compromiso, amor, responsabilidad, caridad, y en los buenos principios que hemos recibido como personas de bien.

Asimismo no dejemos de agradecer al creador las bondades de cada día, y el salir ilesos de fenómenos naturales, no todos hemos corrido con la misma suerte, por lo que debemos permanecer con humildad con el corazón latente, y la mano extendida para quienes nos puedan necesitar. Ahora es buen momento para resurgir de la pandemia, de las tormentas y del sismo...

[email protected]

 

  • URL copiada al portapapeles