Los pueblos del mundo pueden detener la guerra
En Ucrania se dirime el futuro del planeta: Estados Unidos quiere un mundo unificado bajo su mando para su exclusivo beneficio.
El presidente norteamericano Joe Biden, por primera vez desde que se inició la crisis en Ucrania, ha hablado claro sobre su verdadera naturaleza: “En su discurso, Biden presentó la guerra en Ucrania como la pieza central de una lucha más amplia entre ideologías globales en competencia” (Reforma, con información de The New York Times News Service, 26 de marzo). La guerra fría, que ahora vuelve por sus fueros, es creación exclusiva de los norteamericanos. La inició Thomas Woodrow Wilson con su negativa a reconocer al gobierno de Lenin, la continuaron los republicanos Warren G. Harding, Calvin Coolidge y Herbert Hoover. También Franklin D. Roosevelt, responsable del reconocimiento diplomático de la URSS en 1933 y cuyo sucesor, Harry S. Truman, un furibundo anticomunista hizo polvo en poco tiempo, con el consejo de Churchill, la alianza Rusia-Occidente en contra de la Alemania de Hitler. Fue en ese momento que la guerra fría adquirió su carácter de guerra de exterminio contra la URSS. Tras la caída del socialismo, Rusia quedó bajo el gobierno de Boris Yeltsin, un dipsómano sin voluntad y sin principios que puso a su país en manos del imperialismo, que de inmediato sintió que el mundo era suyo. Pero no tomó en cuenta que quedaban problemas de difícil solución: la sujeción total de Europa al interés norteamericano; el desmembramiento de Rusia para podérsela engullir sin atragantarse y el afianzamiento sobre los mil 300 millones de chinos, su mercado y su territorio. Con la llegada de Vladímir Putin al poder y con el acelerado crecimiento del poderío económico y militar de China, la guerra fría volvió a reanimarse; la OTAN modernizó su armamento y buscó aumentar su membresía: pasó de 16 países miembros en 1997, a 30 miembros hoy. Los 14 nuevos reclutas son todos países ex socialistas y ex miembros de la URSS (Estonia, Letonia y Lituania). Con ellos, la OTAN alcanzó finalmente la frontera occidental de Rusia. EE. UU. procedió de inmediato a sembrar esos territorios con bases de misiles de mediano alcance, capaces de transportar carga nuclear. Putin ha hecho todos los esfuerzos a su alcance (quizá más de lo aconsejable) para ganarse la confianza de Occidente y lograr que su país sea reconocido como miembro de pleno derecho de la comunidad internacional. Todavía a finales del año pasado, presentó a EE. UU. una iniciativa para negociar un pacto de seguridad integral. Todo fue inútil. Pero la OTAN ad portas y armada hasta los dientes no es todavía garantía suficiente para asestar el primer golpe nuclear con la seguridad de que no habrá respuesta. Hace falta acercarse más y de aquí el papel estratégico de Ucrania. EE. UU. comenzó a infiltrar armas, asesores militares y contingentes de bien definido perfil neonazi, años antes del Euro Maidán. “(…) los hechos demuestran que no solo Zelensky, sino el régimen que representa, tiene una prosapia neonazi, arraigada en la historia de la extrema derecha nacionalista ucraniana, aliada de los nazis durante la ocupación de la URSS por el hitlerismo. Llegó a existir una temida división de las SS bajo comando alemán, pero completamente integrada por ucranianos, durante el conflicto. De las SS formaron parte los máximos referentes de la Unión Nacionalista Ucraniana (UNO), Stepan Bandera e Iván Pavlenko. Una fuerza guerrillera de la UNO, además, realizaba operaciones de exterminio contra judíos, comunistas y población civil, hasta arrasar aldeas enteras. Miembros de la UNO llevaron a cabo el pogromo de Leópolis, en el que asesinaron a 300 comunistas y 4 mil judíos”. (Ángel Guerra Cabrera, “Zelensky, los neonazis y la guerra olvidada”, La Jornada, 10 de marzo). Para quienes creen que esto es un invento ruso, es bueno saber que los monumentos a Stepan Bandera se encuentran por todo el territorio ucraniano. Fueron estos grupos neonazis, con apoyo económico y propagandístico de EE. UU., los que orquestaron y dirigieron el llamado “Euro Maidan” y formaron un gobierno con seis ministros neofascistas en 2014. Los terribles sufrimientos que los nazis infligieron al pueblo ruso lo han hecho enemigo irreconciliable de todo lo que huela a nazismo y, por eso, ante el golpe neofascista, los pueblos de origen y lengua rusa del Donbass decidieron declararse repúblicas independientes. Crimea, la más oriental de las tres provincias, decidió reintegrarse a su patria histórica. Ninguna intervención ni responsabilidad tuvo Rusia, ni el presidente Putin, en estos hechos; su delito es apoyar firmemente a los antifascistas separatistas del Donbass y Crimea. Con este propósito, logró que Ucrania negociara con los insurgentes los acuerdos de Minsk (2014-2015) que reconocían el derecho a la independencia del Donbass y de Crimea y el compromiso de Ucrania de no incorporarse a la OTAN. A fines del año pasado, las cosas se aceleraron en Ucrania visiblemente. Rusia desplazó a la zona unas 100 mil tropas con fines claramente disuasivos, inocentemente y con fines pacifistas, pero eso fue suficiente para que la maquinaria mediática de los EE. UU. desatara una feroz campaña “alertando al mundo” de que Rusia se disponía a invadir Ucrania. La mentira era tan obvia que los mismos líderes ucranianos declararon más de una vez que no había señales serias de tal invasión. Rusia, por su parte, lo desmintió más de una vez. Fue inútil. La insistencia ciega de los medios en seguir repitiendo la mentira puso en claro que no se trataba de un error, sino de un plan bien meditado para responsabilizar de antemano a Rusia de un hecho del que tenían la seguridad que ocurriría tarde o temprano. Tenían la seguridad de poder obligarla a enfrentar militarmente a Ucrania, lo que confirmaría la acusación a priori y justificaría un ataque aniquilador en su contra. Y Rusia, pues no le quedó de otra que invadir, dada la insistencia de los medios. Hay pruebas documentales de esto. “…El nuevo plan concebido contra Rusia en 2019 (…) plantea como estrategia imponer a Rusia un despliegue excesivo para desequilibrarla y destruirla. Esas son las líneas directivas fundamentales que se exponen en el plan de la RAND Corporation y en ese sentido ha venido actuando Estados Unidos durante los últimos años. Ese plan estipula que (…) Rusia debe ser atacada por su flanco más vulnerable: su economía fuertemente dependiente de las exportaciones de gas y petróleo. Para ello se recurre a las sanciones comerciales y financieras y, al mismo tiempo, se busca lograr que Europa occidental disminuya su importación de gas ruso, reemplazándolo por el gas licuado estadounidense.” Esto es exactamente lo que estamos presenciando ahora. “En el marco de esa estrategia, la RAND Corporation preveía -en 2019- que «proporcionar a Ucrania ayudas letales explotaría el punto más importante de vulnerabilidad externa de Rusia, pero todo aumento de las armas y de la consejería militar que Estados Unidos proporcione a Ucrania tendría que ser metódicamente calibrado para imponer costos a Rusia sin provocar un conflicto mucho más amplio en el cual Rusia a causa de la proximidad tendría ventajas significativas.» Es precisamente ahí, en lo que la RAND Corporation llama «el punto más importante de vulnerabilidad externa de Rusia» que se podría explotar armando a Ucrania de manera «calibrada para imponer costos a Rusia sin provocar un conflicto mucho más amplio», donde se ha producido la ruptura”. (Manlio Dinucci, voltairenet.org, 10 de marzo. Cursivas del original). La “ruptura” del proceso es precisamente lo que no querían los autores del plan, prueba elocuente de que Putin se les adelantó en la jugada. Y hay pruebas: “El ministerio de Defensa de la Federación Rusa publicó una serie de documentos secretos de la Guardia Nacional ucraniana que demuestran la existencia de un plan para atacar a los «separatistas» del Donbass el 8 de marzo de 2022. Las 8 páginas de documentos secretos publicadas el 9 de marzo por el Ministerio Ruso de Defensa demuestran que el plan de ataque, denunciado por Rusia desde el 24 de febrero, era real y que la Guardia Nacional ucraniana había incorporado a ese plan gran parte de las fuerzas neonazis. Fue la inminencia de ese ataque de gran envergadura lo que llevó al gobierno de la Federación Rusa a reconocer urgentemente las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.” (voltairenet.org, 9 de marzo). Insisto en que la guerra en Ucrania era inevitable. Esa guerra solo es entre Ucrania y Rusia en la forma; en el fondo, Ucrania es solo el escenario en que se dirime el futuro del mundo, como lo acaba de declarar Joe Biden. La fobia antirrusa que están insuflando los medios en la opinión pública, busca convertir a los pueblos en cómplices pasivos de las ambiciones imperiales. Los medios, a pesar de su aparente unanimidad, mienten. Esa unanimidad de opinión no es espontánea ni libremente asumida, sino fruto del férreo control de los grandes corporativos y las agencias mundiales de noticias sobre medios y periodistas. Esos corporativos y agencias son quienes deciden qué se publica en el mundo occidental y qué no; qué debe difundirse como verdad y qué como mentira. “Más de 150 firmas de relaciones públicas están participando en la campaña de propaganda de guerra contra Rusia, según reporta el periodista estadounidense Dan Cohen en el sitio web MintPress. (…) revela que esas 150 firmas (…) actúan en coordinación con la OTAN desde Londres, a través de PR Network, propiedad de la británica Nicky Regazzoni y de su compatriota Francis Ingham. PR Network produce diariamente una serie de directivas sobre los mensajes que van a repetirse en los medios de prensa occidentales, los temas y expresiones que deben evitar y alguna historia que supuestamente ilustra lo que sucede en Ucrania, siempre en favor de Kíev y en contra de Moscú.” (voltairenet.org, 25 de marzo). Así es como se fabrica la unidad de los medios. Y hay que notar que quienes más gritan y se desgarran las vestiduras condenando los crímenes cometidos por Rusia en la “mártir Ucrania”, son los mismos que vieron y vivieron la destrucción de Yugoslavia, de Libia, de Irak, de Siria, de Afganistán, sin pronunciar una sola palabra de condena a los agresores: la OTAN y Estados Unidos. Ahora mismo se desgañitan contra la represión a la libertad de prensa en Rusia y callan como estatuas el bloqueo total de los medios rusos por EE. UU. y la OTAN. “Rusia intervino en Ucrania con una gran operación militar, una guerra. Y vemos que el mundo entero reacciona con gran indignación. (…) han hecho todo lo posible para castigarla mediante bloqueo, sanciones, en los medios, la economía, los bancos, cierre de espacio aéreo, de estrechos mares y puertos, envío de armamento a Ucrania, y glorifican la supuesta «resistencia ucraniana» (…) Ustedes están viendo cómo se comporta el mundo. Pero cuando Estados Unidos invadió Afganistán, ¿cómo reaccionó el mundo ante los estadounidenses? Ustedes conocen la respuesta. Cuando Estados Unidos invadió Irak, y realmente lo destruyeron (por completo), matando cientos de miles de personas, como cuando arrasaron Afganistán y mataron al menos decenas de miles de afganos, ¿cómo se comportó el mundo frente a Estados Unidos? Y en todas las guerras desatadas por Estados Unidos, que son la mayoría de las guerras que hemos visto en el mundo, ¿cómo reaccionó el mundo? ¿Y cómo se comporta ahora, frente a Rusia? ¿Cómo se comporta ante el enemigo israelí …? ¿Cómo se comporta ante las guerras pasadas y presentes contra los palestinos, ante sus guerras y su bloqueo contra Gaza”? (Hassan Nasrallah, líder de la resistencia libanesa, redvoltairenet.org, Beirut, Líbano, 7 de marzo de 2022). En honor a la verdad, el “doble rasero” es casi tan viejo como la humanidad. Ya los griegos decían que quien tiene la fuerza no necesita las leyes. Maquiavelo fue el primero en divorciar la moral de la política y en calificar de error la aplicación a la segunda de criterios y categorías de la primera. Pero fue Marx quien desató el nudo: la raíz de todo hecho social se nutre siempre de la economía. Es decir, son los intereses económicos los que determinan el criterio “moral” de quien juzga. Por eso los partidarios del imperialismo y la economía de mercado, sea por convicción o por conveniencia, siempre juzgarán correcta y justa la represión de los enemigos del sistema, por brutal que sea, y dirán lo contrario sobre la misma represión cuando la cometan los enemigos. Y estos, a su vez, obrarán de la misma manera relativa cuando les llegue su turno. La verdadera hipocresía es negar, invocando “elevados valores eternos” que la lucha es por simples y vulgares intereses materiales. En Ucrania se dirime el futuro del planeta: Estados Unidos quiere un mundo unificado bajo su mando para su exclusivo beneficio; el bloque contrario persigue un mundo multipolar, con la riqueza social mejor repartida entre todas las naciones del planeta. Los partidarios de la hegemonía norteamericana condenan a Rusia con los términos más duros que se les ocurren; quienes queremos un mundo menos injusto y cruel para el género humano, pensamos lo contrario. Y no es que esperemos que Rusia y China nos traigan la felicidad embotellada y lista para nuestro consumo; simplemente estamos seguros de que su triunfo abrirá las puertas de la prisión imperialista a los pueblos de la tierra para su libre desarrollo. Libertad para que los mexicanos podamos construir nuestro propio futuro según nuestros deseos y capacidades, es lo único que necesitamos y esperamos de un nuevo orden mundial. Por eso llamamos al pueblo de México a luchar decididamente por su derecho a un mundo mejor. Eso es todo. |
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