¿Y si nos quedáramos calladitas?…

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¿Qué pasaría si las mujeres dejáramos de usar ropa entallada, si cubriéramos nuestras pantorrillas y decidiéramos ya no salir de noche? ¿Qué pasaría si dejáramos de tatuarnos y perforarnos? Si dejáramos de salir a bailar, de divertirnos y de tomar bebidas alcohólicas. Es más, qué pasaría si dejáramos de caminar por las calles solas para evitar llamar la atención con el movimiento de nuestras caderas y renunciar al labial rojo y a las minifaldas? ¿Qué pasaría si de una vez por todas nos quedáramos calladitas?

En el imaginario colectivo, hay quienes están convencidos que si las mujeres “dejaran de provocar” que las desaparezcan, violen o maten, las cifras no serían tan aterradoras. Tal pareciera que, en este mundo, ellas, las asesinadas, tuvieran la culpa por no luchar lo suficiente por su vida o por ser las artífices de su macabro destino.

Cuando una mujer es violentada, es común enfrentarse con comentarios que buscan atribuirle la culpa del crimen a la propia víctima, ya sea por cómo iba vestida, por estar alcoholizada, por irse de fiesta sólo con hombres, por salir de noche… cualquier mínimo detalle sirve de pretexto para voltear el discurso contra la afectada.

El sistema falla, las autoridades son omisas y nosotros, la sociedad, les damos la espalda. Poner en duda un delito es un impedimento para las personas que buscan justicia. Revictimizar no ayuda a nuestra causa, ya que, por ejemplo, desanima a otras mujeres a presentar su denuncia. De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH), el 88% de las mujeres que sufrió violencia no solicitó apoyo a alguna institución ni presentó una queja o denuncia por miedo a las consecuencias y a las amenazas, por vergüenza o porque pensó que no le iban a creer o que le iban a decir que era su culpa.

Las mujeres que han muerto hasta ahora, muchas de ellas como Debanhi -la joven nuevoleonesa cuya muerte cimbró al mundo-, eran jóvenes llenas de sueños, con futuros prometedores (o no), que tenían familia, que soñaban, que reían, que bailaban, mujeres que se creyeron libres. Y, así de la noche a la mañana, por irse de fiesta, por caminar solas de noche, por no elegir bien a sus amigas… la matan… Y, así, sin más, en México siete mujeres desaparecen al día y 10 mujeres son asesinadas.

Nada, por ningún motivo, justifica la violencia contra las mujeres. Como ilustraba acertadamente el portal Pictoline: La culpa nunca es de la víctima, nunca. No es “cultural”, ni así son “las cosas”. Esto no es normal. La muerte de una es el temor de todas. Es la impotencia de todas. Ni una más, vivas nos queremos.

 

*Mujer, madre y periodista incluida en la lista de 100 Mujeres Líderes del periódico El Universal, máster en Periodismo por la Complutense de Madrid y licenciada en Comunicación por el ITESM. Actualmente, y hasta que el cuerpo aguante, directora de elpopular.mx

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