Mi amiga Cecilia

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Memorias del Crimen

Cecilia Monzón Pérez: pasión, valentía, coherencia y amorts.

La primera plática.

Llegué a la celebración de cumpleaños de Iris Lluvia, una muy buena amiga, saludé a algunos conocidos y la festejada me dice: "Te presento a Cecilia Monzón, pensé que se conocían, pues ella también anda metida en esas cosas de activismo y política, como tú".

Me acerqué a Cecilia, le di la mano, y esta fue la conversación inicial:

— Hola, soy Rafa Reyes, mucho gusto.

—¿Quiubo tú? ¿Eres panista?

—No, no pertenezco a ningún partido.

—¡No mamarts!

En ese momento nació una gran amistad, y ahí, platicando de política, de filosofía, de música, de justicia, ahí, en ese instante, jamás hubiera imaginado que muchos años más tarde estaría llorando por el infame asesinato que de forma cobarde le cerraría sus ojos verdes para siempre.

Nos agregamos a redes sociales, y de pronto y sin planearlo, empezamos a coincidir en eventos, actividades y colectivos. La afinidad fue inmediata pero muy rara, pues aún cuando compartíamos esa vehemencia por la justicia y la locura de querer hacer un mundo mejor, había fuertes diferencias en algunos temas, perspectivas e ideología. Cosa que no menguó la gran química de nuestra amistad, al contrario, puedo decir que la fortaleció.

El sábado 21 de mayo, saciando mi adicción a la información, entro un momento a Twitter, veo algunas noticias, deslizo la pantalla, parecía no haber nada importante, en eso veo una cuenta de noticias diciendo que habían matado a una mujer a balazos, el tuit no decís más. Me llegó un halo de tristeza por lo leído y por saber la terrible situación que se vive.

Minutos más tarde, recibo un mensaje de whatsapp, de —irónicamente— la misma persona que me había presentado a Cecilia muchos años atrás. Me preguntaba si sabía de Ceci y si había visto la nota de la mujer muerta a balazos. Debo ser sincero, en ese momento me reí, pensé que no era posible que fuera La Monzón, y respondí que no, que obvio no era ella. Lo primero que hice fue marcarle; la llamada entró, dio tono, sonó muchas veces, pero no respondió. Marqué una segunda vez, y lo mismo.

Entré nuevamente a Twitter, solo para confirmar que no era ella como lo acababa de escribir; veía tuits al respecto, pero no mencionaban nombres todavía, cuando de pronto, veo en una publicación la fotografía de la camioneta en la cual iba la mujer asesinada, esa publicación tampoco mencionaba nombres, pero no hacía falta, vi a la camioneta que tantas veces habíamos cargado con despensas, a esa camioneta que en diciembre cargamos con mantitas para ir a dar abrazos al niños con cáncer, a esa camioneta que tantas veces sirvió como karaoke en nuestros trayectos.

No puedo expresar la sensación que se apoderó de mí. Sin darme cuenta dejé caer el teléfono al suelo, me quedé congelado entre el desconcierto, la incredulidad, la impotencia, y sobre todo mucha tristeza. Recojo el teléfono y empiezo a actualizar la página, con una esperanza que solo haya sido una coincidencia en la marca, el modelo y el color de la camioneta. Pero no, minutos más tarde llegó ese primer tuit con la frase: "La mujer asesinada podría ser la abogada Cecilia Monzón". Y así uno trás otro aparecían los tuits diciendo que "Presuntamente sería Cecilia Monzón", y conforme aparecían esos tuits desaparecía cualquier ánimo que pudiera haber en mí. Algo se había roto. Algo ya no era igual.

Muchas veces fue conmigo al hospital a visitar a niños con cáncer. En una ocasión le dije:

—Para la próxima, haremos algo especial para los niños, y tienes que ir disfrazada de la Mujer Maravilla.

—¿Y de dónde voy a sacar el disfraz de la Mujer Maravilla?

—Eres Cecilia Monzón, ¿hay algo que no puedas conseguir?

Y llegó a la actividad disfrazada de la Mujer Maravilla.

Creo que el pedirle que fuera con ese disfraz fue una especie de homenaje que le hice en vida, por lo que era ella, por cómo era ella. Subí a redes un fragmento del vídeo que yo grabé en esa ocasión, afortunadamente se hizo viral, y esa era mi intención, que se conociera esa faceta de ella, esa mujer que se entregaba con amor a quien más necesitaba, lejos de los tribunales, las audiencias y los conflictos. Si pueden replicarlo, se los agradezco, lo encuentran en mi cuenta de Twitter @RafaActivista. Que todos vean a la Mujer Maravilla dando amorts a los niños y niñas.

Me acompañó a comunidades indígenas muchas veces, a festejar a niños, a dar talleres, a entregar despensas. A dar también el corazón, ese que no sabía escatimar cuando de ayudar a quien más necesita se trataba. Una vez subimos el cerro Zapotecas caminando, porque el vehículo ya no pasaba. Cargando despensas, entre lodo y carcajadas. Y es que había que llegar hasta donde estaba esa madre soltera que sí necesitaba esa despensa, porque si alguien más iba a ayudarla, ella sería astronauta.

Y así puedo seguir contando una infinidad de anécdotas. Vivencias que nos unieron en una amistad tan fuerte que ni la muerte puede eclipsar. Puedo decir que nos veíamos como hermanos, puedo decir que nos veíamos como familia.

No puede quedar así. Exigimos justicia. Exijo justicia. Justicia para quien siempre luchó por la justicia. Justicia para la mujer, para la activista, para la madre, para mi amiga. Que su sangre sea semilla para seguir esas luchas que tanto le apasionaban. Porque eso es innegable, Cecilia Monzón vivió su vida con absoluta pasión.

Última plática (vía telefónica).

—¿Qué andas haciendo tú?

—Hola, Ceci. Estoy viendo lo de una biblioteca comunitaria que haremos en San Miguel Espejo. Con libros, pero también computadoras.

—Yo también quiero hacer una biblioteca comunitaria acá San Pedro. ¿Me ayudas o qué?

—Claro Ceci, tú dices y yo jalo. Solo consigue el lugar y fácil saco lo demás.

—Pero tiene que ser una biblioteca feminista (risas).

—Claro Ceci, lo que tú digas.

—Te quiero Rafa.

—Te quiero Ceci.

Y sí, ya no está ella físicamente, pero cumpliré esa promesa. Pronto se inagurará la Biblioteca Cecilia Monzón Pérez. Quienes se quiera sumarse al proyecto, son bienvenidos y bienvenidas.

Rescoldos.

Llovió el día de tu partida.

No se si el cielo compartía mi tristeza, o quizá solo fue coincidencia. Sé que solo queda la resignación, pero yo no sé decirte adiós.

Ironías de la vida, te caracterizaba tu valentía, y fue un acto cobarde el que la vida te quitó.

Siempre fuiste tormenta bravía, por eso llovió el día de tu partida.

 

Rafael Reyes Ruiz

@RafaActivista

[email protected]

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