Conductas violentas, nuestra nueva “normalidad”.
Columna Invitados del Tec de Monterrey
Es un hábito personal el que cada mañana mientras me alisto para ir al trabajo escuche entre tres a cinco podcasts, todos sobre noticias locales e internacionales narradas desde diferentes perspectivas, económicas, sociales, legales, políticas y tecnológicas, sin embargo, durante los últimos meses, específicamente desde que inició la guerra entre Rusia y Ucrania, debo admitir que me aterra ponerle play a mis selecciones en Spotify. Adicionalmente, he detectado como tiembla mi pulso cuando abro mi cuenta de Twitter, ya que de acuerdo a los patrones que he observado, de manera certera todos los días y sin importar la hora del día, leeré historias que involucren tiroteos, feminicidios, detonaciones de bombas, asaltos, acosos, violencia doméstica, secuestros, separación de familias, torturas y un sinfín de acciones que involucraron un uso excesivo de la violencia. Todo esto después de que el mundo sobrevivió una pandemia global. Y a pesar de que estos hechos ya son aterrantes, lo que más me asusta es la reacción que generan, y las múltiples justificaciones que utilizamos para sobrellevar estas despreciables actitudes. Lo que se denomina “la normalización” de la violencia se ha vuelto una constante en nuestras vidas. De acuerdo con la RAE, normalizar significa hacer que algo se estabilice en la normalidad, así mismo, se refiere a un proceso destinado a la elaboración de elementos de referencia comunes con el fin de ordenar los diferentes comportamientos o actividades que se presentan de manera repetitiva en las relaciones sociales. Esto quiere decir que normalizar requiere de una acción consciente y que se genera como resultado de patrones de conducta repetidos en el tiempo y espacio que buscan integrar estos comportamientos como parte de los estándares sociales que conocemos y catalogamos como “normales.” Sin embargo, no olvidemos que este acto de “normalizar” varía y se conceptualiza diferente dependiendo de las condiciones sociales, culturales y políticas del entorno que se trate. Entre las ideas más comunes y arraigadas en la sociedad, se encuentran el uso de la violencia como una forma aceptable para resolver conflictos, también observamos de manera cotidiana un mayor enfoque en la consecuencia de los patrones de violencia y no en las causas que la originan. Finalmente, es reiterado el constatar la apatía ante violaciones de derechos y la deshumanización por la falta de solidaridad hacia los demás. De acuerdo con la UNICEF, si desde la infancia se experimenta con formas de castigo o agresión constante ya sea físico o emocional, empleando la figura de autoridad como justificación de un actuar violento, esto trae consigo graves consecuencias en niños, niñas y adolescentes, ya que hacen una conexión directa entre aprender a comportarse y usar la violencia en sus vidas. Aunado a posibles infancias destructivas y la falta de existencia de mecanismos sólidos para atenderlas, tenemos la situación de condiciones precarias en comunidades alrededor del mundo, carencias excesivas, incremento en la pobreza, bajos salarios, empleos precarios, delincuencia organizada y falta de oportunidades. Y nuestro país, no solo no es ajeno a estas realidades, sino que también carga con la responsabilidad de generarlas. Lo acontecido en una pequeña escuela en Texas, los feminicidios documentados en Nuevo León y múltiples Estados de la República, los actos violentos ocurridos en estadios de futbol, en restaurantes, el asesinato de activistas sociales y periodistas y de familias enteras, así como de militares ucranianos, demuestran una sociedad destruida y en donde prevalece la polarización y el uso activo de la violencia. Ante estas atrocidades ¿Qué están haciendo los gobiernos para enfrentarlas? Para responder esta pregunta, quisiera empezar desde la esfera internacional, siendo fundamental entender que existe una responsabilidad de los Estados por brindarse apoyo y protección en los momentos en que más se necesitan. Esto requiere, la ampliación del concepto de soberanía y el incluir elementos de daño, riesgo y culpa en las estrategias de ayuda. Por otra parte, en la esfera nacional, quisiera hacer mención de un nuevo programa anunciado recientemente por el Gobierno de México el cual ha sido denominado “Constructores de Paz”. Esta iniciativa está enfocada en jóvenes quienes viven en los 50 municipios con los más altos índices de homicidio doloso en el país y cuya propuesta básicamente consiste en ofrecerles acceso a empleos y obtener información, a través de cuestionarios, sobre sus necesidades y condiciones. “Constructores de Paz” será operado por brigadistas y ofrecerá ayuda mediante oficinas móviles, vinculando a jóvenes con centros de trabajo de sus comunidades y con empresas al mismo tiempo que les otorgará una beca mensual. ¿Será esto suficiente y eficiente? ¿Operará de manera exitosa? ¿Esto ataca el problema desde la raíz? ¿Los sujetos a cargo de ejecutar el proyecto están preparados? ¿Cómo se podrá medir el impacto que genere? Quiero concluir esta nota de opinión con una atenta invitación a reflexionar sobre la imperante necesidad de identificar, entender y trabajar por eliminar aquellas conductas que conllevan a la violencia y que posiblemente hemos catalogado como algo “normal”. Ahora, tampoco se trata de optar por la resignación hasta el punto de volvernos inmunes al sufrimiento. Ya lo decía Stéphane Hessel “La violencia nunca es normal. La indiferencia es la peor de las actitudes”. Nunca olvidemos que violencia solo genera más violencia y que ella nunca es una opción.
Fuentes: -Lecuona Daniela. (18 de mayo, 2022). Seis municipios del Edomex se unen al programa federal “Constructores de Paz”. Consultado en https://www.milenio.com/politica/gobierno/programaconstructores-paz-contempla-municipios-edomex -UNICEF. (2019). Infografía: Normalización de la violencia. Consultado en https://www.unicef.org/peru/sites/unicef.org.peru/files/2019 09/1_Infografia_Normalizaciondelaviolencia.pdf
Gloria María Domínguez, Directora de Programa de Derecho, Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno Región Centro-Sur, Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla Twitter: @GloriaD880202 Linkedin: www.linkedin.com/in/gloria-maría-domínguez-376a0275 La opinión expresada en este artículo es responsabilidad de la autora y no refleja el punto de vista del Tecnológico de Monterrey. |
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