Libertad

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La libertad es el deseo imperante de las almas errantes. Quien percibe en sí mismo una sensación de pérdida y desesperanza hacia el futuro, crea un aura de ignominia contra cualquier vínculo afectivo que involucre la cesión de su autonomía. El extraordinario Franz Kafka creía que la libertad era también un sinónimo de estar perdido, sin embargo, la búsqueda de ésta permite deconstruir el entorno ajeno hacia alternativas más afables. 

Cuando los vínculos desaparecen ante el paso del tiempo, llega el instante en que la cotidianidad confunde al individuo acerca de los límites y alcances de la libertad, pues ha sido despojado de la capacidad de diferenciarla con la soledad, ya que aquellas pasiones perdidas mantenían con sobriedad a sus vicios. El sujeto extraviado es un observador que yace inquieto ante la posibilidad de presenciar una existencia sin fundamento, aunque a través de ella bifurque laberintos que nunca creyó transitar. 

La libertad permite sufrir el mundo plácidamente debido a su naturaleza confrontativa, que no conoce de dualidades filosóficas, sino que fluye de manera natural frente a los matices que una sociedad heterogénea propone a través de su devenir artístico y las evidencias que los rastros de auxilio bosquejan al horizonte de las comunidades. En los momentos de mayor enclaustramiento físico y mental, la desesperación rompe con los cimientos que nos adhieren a la realidad. 

En un sistema económico y político que atenta contra el bullicio y el ocio, la libertad emana como herramienta para aspirar la tierra húmeda y otear las flores que crecen en el asfalto. Esta idea no sólo atiende el aciago tránsito de los cuerpos, sino también la conceptualización del libre albedrío en armonía con nuestro entorno; es también sinónimo de conflicto y reconciliación que ha fungido como principal afrenta entre los contemporáneos. Huir de los afectos y las pasiones que convierten el placer en trabajo señala una forma en que los seres humanos han logrado entender la miseria.

Libertad
Libertad

Reír es la mejor forma de conocer dónde estamos parados. En ocasiones, solemos búrlanos de aquello que nos rodea para no ser devorados. A menudo los años enseñan que los acontecimientos que circundan nuestra narrativa están apañados por deseos insatisfechos que conceptualizan la forma en que entendemos y vivimos la libertad. Uno de los síntomas de este proceso simbiótico radica en el misterioso placer de ser olvidados. Vincent van Gogh en su obra Runde der Gefangenen representó a la libertad como la única aspiración de quien lo ha perdido todo.

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