Caminar

Reflexiones de una caminata

Desde hace años salgo a caminar. Paseo como un perro para ubicar mi lugar en el mundo y encontrar una forma más amable de mirar la vida a través del pensamiento andante. Empero esta necesidad deviene producto de la pandemia, pues antes de esos días aciagos representaba una evidencia de mis pasos en lares conocidos o parte del inicio de una actividad deportiva propia de la candidez juvenil.

Al caminante no le importa su dirección sino el camino que recorre. Deambulará sin rumbo hasta encontrar los sitios que le parezcan familiares y le ofrezcan una sombra donde reposar del vertedero citadino. Para los que tengan suerte de vivir cerca de grandes pastizales y extensas áreas de árboles purificadores es extraño que la gente de la ciudad encuentre consuelo en los parques, mas para ellos será un bello espejismo en el desierto más desolador.

Convivir con la reconfortante aura de la flora es una fortuna desconocida para los forasteros, quienes son gratificados con la oportunidad de dispersarse para ampliar su capacidad de observación. Algún escritor amargado dijo que aquel que tenga donde moverse no hará el mal y, si bien dicho,el aforismo resulta incompleto, podría ser una vía para combatir la soledad.

Los seres humanos están hechos de vicios. Un buen amigo me confesó que fumar era una forma de no sentirse solo. Su apegó al cigarro no devenía de su cuerpo sino de su deseo de materializar una compañía. Y así como la nicotina, el alcohol o cualquier otro estimulante puede ofrecer cierto consuelo, parecería más inteligente moverse para huir de la ansiedad que produce el reposo.

Grandes exponentes de la literatura como Walter Benjamin, Fernando Pessoa o Robert Walser encontraron en el paseo una tregua entre su prosa y el lenguaje, ya que comprendieron que las ideas adquieren cuerpo cuando fluyen en movimiento.

Escribo estas líneas mientras me refugio de las escasas lluvias.

Un joven amable y de rostro adusto se preocupó por el destino del libro que cargaba y me obsequió un impermeable. La piel helada sólo conduce a la sepultura.

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