La historia de la desgracia cultural de Puebla, parte 2 (De la generación del Crack y Alejandro Montiel)

Ahora, a don Julio le toca hablar del precioso mundo cultural de Mario Marín Torres y los herederos de don Pedro Palou. ¿Listos y listas?

¡Vecinas, vecinos! 

En una primera entrega de la semana pasada, les conté cómo don Julio -nuestro amigo chismoso-, nos contaba de cómo la política cultural de nuestro estado se empezó a descomponer con el gobernador Melquiades Morales Flores y el reino de los Palou y desde entonces no ha habido poder humano que la levante.

Ahora, a don Julio le toca hablar del precioso mundo cultural de Mario Marín Torres y los herederos de don Pedro Palou.

¿Listos y listas?

Resulta que Melquiades Morales cedió a la presión del los Palou y designó como secretario de Cultura a Pedro Ángel chico. 

El balance de ese sexenio cultural no fue tan malo (¿O, sí?): festivales, sobre todo el Internacional Palafoxiano, caja chica y grande de los excesos financieros del secretario y compañía; orquestas y bandas; un Museo Virreinal que se sustentaba en la fama y amigos de Eduardo Merlo (tan así que cuando se peleó con Palou chico, el museo se desvaneció) y algunas otras minucias culturales. 

Pero, lo verdaderamente destacable -es un decir- fue la euforia literaria de Palou chico y su pandilla, conocidos como la Generación del Crack

Dineros públicos y apoyos editoriales abundaron para el grupo, del cuál, siendo honestos, sólo destaca Volpi porque los demás, incluido Palou chico, publicaron malo y peor. 

Y, precisamente, porque el secretario se dedicaba a la literatura, su subalterno y compañero de tesis Alejandro Montiel hacía el trabajo (sucio y limpio) de Cultura desde la subsecretaría. 

Alejandro, en ese entonces, era temido y odiado a la par por los trabajadores culturales divididos en gremios y cofradías internas y externas. 

Los gremios más notorios (y pendencieros) eran: los museógrafos, los de festivales, los taimados de bibliotecas, los mustios de intendencia y servicios generales y los administrativos, todos, o casi, empleados de base sindicalizados que se sentían intocables. 

Las batallas entre ellos fueron de antología, algunas de estas noveladas por Jaime Mesa en Las bestias negras

Y así, con pena y gloria repartidas un año sí y otro también, se llegó al fin del sexenio. 

Y fue en este momento que se vivió uno de los episodios más sórdidos del mundillo cultural. 

Palou chico sentía que ser secretario de Cultura ya era poco para su currículum y buscaba algo más: la rectoría de la Udlap. 

Con apoyo de Nora Lustig, rectora de la universidad gringo mexicana en esos días, implementó la llegada de Palou chico mediante la creación de una vicerrectoría charra.

Todo iba bien hasta que Mario Marín le solicitó a los Palou (no se sabe si al chico o al grande o a los dos) que Pedrito repitiera como secretario, poniendo a parir al clan porque, bien se sabe, que a un gober -más si es inseguro y acomplejado- no se le dice "No gracias". 

Entonces el plan Lustig-Palou se detuvo momentáneamente en lo que hallaban la forma de capotearse a Marín. 

Tiempo después Palou chico finalmente se fue a la Udlap a pelearse con un grupo de estudiantes que terminaron echándolo y… ¡Sorpresa! Alejandro Montiel fue nombrado secretario de Cultura. 

Durante ese segundo mandato (ahora sí verdadero y ya no como tapadera de Pedrito) florecieron en Cultura varios jardines: el de sus aplaudidores conocidos como El Cartel Lavanda y Las Chicas Superpoderosas, los museísticos con Óscar Alejo y Ana Martha Castillo, los contrarios con Yolanda Ríos y Rafa Durá al frente y la demás pipitilla que aún persiste. 

Fue una época casi feliz y abundante, porque después del affaire Cacho las arcas se abrieron para lavar el honor gubernamental en entredicho, y Cultura no fue la excepción, sobre todo al final del sexenio cuando ya había ganado Rafael Moreno Valle Rosas y no había que dejarle ningún peso en las arcas gubernamentales. 

Entonces, se conmemorarían Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución y, como se sabe, nada como la patria diamantina para dar a los cuates y protegidos los contratos de obras y festejos que llenan de luz y color el cielo mexicano y los bolsillos de los elegidos. 

Pero la resaca de esos momentos fue tal que le cayó a Rafael como anillo al dedo para desaparecer la Secretaría de Cultura más antigua del país y crear su propio instrumento de saqueo y depredación cultural denominado: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla; CECAP, de tristísima memoria y motivo de la siguiente entrega.

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Vecinas, vecinos, no se la pierdan, mañana. Se va a poner bueno. 

Acuérdense que el que se enoja pierde. Les dejo mi correo por si quieren chismear más a gusto: [email protected]

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