Estos modelos hicieron una grieta en el periodismo de Puebla.
Junio de 2019: “Como es del dominio público, el pasado 2 de junio, por decisión del voto ciudadano, fui electo como gobernador de nuestro estado, y el próximo 1º de agosto asumiré el cargo… “Agradezco a El Popular en especial a su directora Carolina Fernández, a sus editores, reporteros y colaboradores, la oportunidad que me dieron. “Tengo muy presente que en los momentos más adversos y complicados de toda esta coyuntura política, El Popular se mantuvo como un espacio abierto y plural. “El Popular es sin duda una pieza clave en la libertad de expresión en Puebla, y así estoy seguro que seguirá siendo”. Estos son los párrafos de la última columna que Miguel Barbosa escribió y publicó en El Popular una vez electo como gobernador. Más información: ¡Gracias! La luna de miel duró tan solo un año, después empezó la persecución política precisamente por mantenernos firmes en los principios que meses antes elogió: la pluralidad, la tribuna abierta y la independencia de nuestro medio. De la noche a la mañana, nos convertimos en enemigos por decreto. Nos cerraron la llave oficial de los convenios, nos vetaron en ayuntamientos, en el Congreso y con funcionarios públicos, tanto económica como informativamente. Al no ser suficiente y mantenernos firmes, la violencia subió de tono: vinieron demandas por daño moral por publicar columnas críticas, dos auditorías; una contra mi persona, en mi calidad de directora y representante legal y otra contra la empresa. No fuimos un caso aislado. En Puebla, tan solo en el corto plazo, la prensa ha vivido bajo dos modos de control distintos, pero igual de efectivos a la hora de censurar. Te puede interesar: Artículo 19 denuncia nueva embestida de Barbosa contra "e-consulta" y "El Popular" Uno de ellos fue fomentado Rafael Moreno Valle y el otro por Luis Miguel Barbosa, quien pagó voluntades y “plumas” de periodistas y líderes de opinión, no solo para generar una perspectiva a favor, sino para atacar con toda la fuerza mediática a quienes consideró enemigos. Ese encono malsano que distinguió, no sólo al gobernador Barbosa, sino a su muy minúsculo equipo cercano, también fue precedido por otra forma de intimidación a medios críticos, a través de amenazas, auditorías, denuncias, acosos digitales, encarcelamientos y, con el ejemplo enfrente del caso Coyomeapan, hasta desplazamientos y desapariciones forzadas. Todo ello a la vista y bajo el conocimiento explícito de otras fuerzas del poder y los propios medios que, atemorizados o bien pagados, guardaron silencio. Estos modelos hicieron una grieta en el periodismo de Puebla. Las fracturas aún son visibles y hoy en día los daños profundos se reflejan en el poco o nulo rigor, en la espectacularización de la tragedia y en que los medios de comunicación se han transformado en agencias políticas. En octubre de 2023, la diputada federal Julieta Vences Valencia convocó a poblanas violentadas, entre ellas, yo como periodista y a la activista Edurne Ochoa, al Conversatorio: Alto al sicariato digital, que no es más que el ejercicio de estas prácticas descritas en esta columna llevadas a nuevos modelos de tecnologías para generar acoso, intimidación, amenaza y todo tipo de prácticas que nos lleven al silenciamiento. Mi llamado en ese entonces, frente a diputados, diputadas, feministas, representantes de la ONU y activistas, fue que estas propuestas salieran de los foros, de las mesas de análisis y trascendieran en campañas sociales que alcancen a nuestras propias audiencias para decirles que son ellos, quienes nos leen, nos ven y nos escuchan, quienes tienen el poder de elegir cómo y dónde se informan para hacer efectivo el auténtico y tan anhelado derecho a estar informados. Es, en el empoderamiento de las propias audiencias, donde radica el poder fundamental de generar un equilibrio social para evitar la manipulación y el chantaje. En una sociedad plural es un acto de congruencia, que merece ser revolucionario, que las leyes se socialicen y que los mecanismos creados funcionen. De nada sirve que existan iniciativas que prosperen en leyes si estas se transforman en letra muerta, si la publicidad oficial sigue siendo la balanza del “aleccionamiento”, del “coscorrón”. Tampoco servirán de mucho si la prensa misma se renta al gobernante en turno, si al hacerlo pone en riesgo la reputación y la vida de compañeros de profesión.
Y aún más, si cuando se crean leyes es el propio Estado o Poder quien recurre a mecanismos leguleyos para evadirlos.
En suma, es romper con el silencio y traspasar las barreras que motivan estas relaciones normalizadas entre el poder y los medios de comunicación.
Es poner un alto al sicariato en todas sus formas posibles para alcanzar el genuino camino hacia la verdad y la tan pregonada libertad de expresión que en los hechos es letra muerta. A año y medio de ese foro al que tuve el honor de ser invitada y escuchada, en la Cámara de Diputados, se acaba de aprobar la iniciativa para empezar a regular la violencia digital.
¡Enhorabuena por ello!
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