Nadar

Hace quince años vi el futuro y comencé a nadar. Al principio para vencer los temores de la infancia; después, con cierto entusiasmo propio del paso de la adolescencia a la adultez

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Memorias del Crimen

Envejecer gira en torno a un manual de instrucciones. A diario padecemos peroratas sobre llevar una vida saludable, mientras pensamos frustrados cómo lograrlo si la mayoría sobrevive a rutinas cansinas e inmisericordes. Esta frustración viene acompañada de atisbos de buena voluntad, que suelen terminar en el vertedero.

No tenemos control sobre nada. Apenas nuestras extremidades exigen algo de ejercicio, las opciones se reducen tras esfumarse las habilidades para convivir con el otro. La basura se aglomera en los parques donde chicos y grandes solían jugar sin ningún tipo de complejo.

Hace quince años vi el futuro y comencé a nadar. Al principio para vencer los temores de la infancia; después, con cierto entusiasmo propio del paso de la adolescencia a la adultez.

La mirada cándida palideció ante la bruma y, lo que era una simulación de vacaciones familiares en el chapoteadero, terminó convirtiéndose en una forma de estar solo.

No soy el único en esta travesía. Observo la mirada de los bañistas en búsqueda de los carriles vacíos. Cuantas menos miradas se crucen, mejor.

Palabras ni pensarlo. La última vez que charlé con alguien fue con mi entrenador, quien es un hombre de edad, amable y cortés. Me confesó que practica la natación desde hace décadas porque siempre fue muy tímido. Incluso lanzó una sentencia: “la natación es para los solitarios.”

La conversación finalizó contándome cómo fracasó en deportes de conjunto. Quizá trabajar en equipo implique creer en el otro, y vivimos una era llena de mentiras que digerimos en masa. Kafka lo sabía. Las ideas fluyen mejor en el agua. Fue un visionario que predijo el mañana. Me pregunto lo que pasaba por su cabeza cuando buscaba sosegarse en alguna piscina pública al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Seguramente nos recomendaría no tirarnos clavados cuando no hay nada sobre lo cual caer.

 

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