Censura en Puebla es política, no jurídica

La Ley Censura entonces se convierte en un artífice del trueque en tiempos preelectorales, donde varios de estos personajes que ocupan curules serán castores de su pastor, o bien serán los que levanten la mano para el efecto chapulín y brincar a un nuevo escaño de la política nacional o local

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La discusión y polémica por la llamada #LeyCensura en Puebla vive momentos de mucho silencio legislativo y un pronóstico que se advierte contrario a lo que han solicitado puntualmente periodistas, activistas y sociedad civil: derogar el artículo 480 de la ley vigente contra el ciberasedio.

El tema está estancado con una conveniente mordaza que se han colocado varios legisladores y legisladoras del Congreso Local, quienes han bajado la intensidad del tema, dejando que el tiempo corra y las llamadas propuestas recolectadas en los supuestos foros se usen solo para hacer mínimas modificaciones al citado artículo. Es decir, reformar lo ya reformado con una enmienda que simule no tocar la libertad de expresión.

Sin embargo, la discusión de la Ley Censura en Puebla podemos establecer que desde el inicio se supo no era jurídica, sino política.

El gobierno del estado ha dejado de reconocer que una vez publicada la nueva ley, lo primero que difundieron en sus medios de comunicación afines, fue la criminalización de los actos propiamente de críticas en redes sociales.

Este fue el punto que desató la alerta e indignación.

Cuando lo jurídico trasciende a lo político, sabemos que los resultados están en función no solo de un cabildeo —claro que no—. También entran en este juego esas negociaciones poco “ortodoxas”, donde los diputados de oposición se mueven para conseguir prebendas, recursos, concesiones y beneficios personales.

Que nadie se asuste, pues esta es una realidad infame, pero lo es.

Se ofrecen no solo “ayudas” para promoción al trabajo legislativo, se ofrece lo político, que es realmente donde está lo fuerte de la negociación.

Varios de estos personajes de la oposición mantienen un puente de “acuerdos” con el gobierno en turno, no solo para recibir “cañonazos” en efectivo, en especie o en negocios para sus grupos políticos y círculos cercanos.

La Ley Censura entonces se convierte en un artífice del trueque en tiempos preelectorales, donde varios de estos personajes que ocupan curules serán castores de su pastor, o bien serán los que levanten la mano para el efecto chapulín y brincar a un nuevo escaño de la política nacional o local, que les permita seguir viviendo de la beca que da ser diputado, senador, presidente municipal, simulando ser parte de esa oposición “pequeñita”.

Hay algunos diputados y diputadas que echan mano de los propios empleados del actual Congreso poblano para que les armen sus iniciativas con “el cuidado y la mordaza” respectivas, simulando descubrir el hilo negro, cuando las líneas vienen desde las mismas entrañas legislativas.

Así, con este panorama, la libertad en Puebla resultó estar acotada por los primeros que fueron los que se están aplicando una autocensura a conveniencia para conseguir prebendas personales.

Los diputados poblanos hoy lucen con su respectiva mordaza colocada por gusto personal.

Que la Puebla de los infames los redima.

 

 

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