Lunes 28 de Julio de 2025 |
En muchas comunidades del municipio de Puebla, especialmente en nuestras juntas auxiliares, hay personas que, sin salario ni uniforme, sin más reconocimiento que la confianza de su comunidad, se organizan para cuidar lo que es de todos: las casas, las calles, la vida barrial. Se les conoce como veladores, guardianes, o simplemente como “los que rondan de noche”. Para mí, son vigilantes comunitarios. Durante años, su labor ha sido subestimada o ignorada por las instituciones. Sin embargo, su presencia es clave para mantener la cohesión social y para prevenir violencias cotidianas. Estas figuras no representan un riesgo, sino una oportunidad: la oportunidad de reconocer que la seguridad también se construye desde lo comunitario, desde la vecindad y la organización local. Como regidora, he escuchado sus historias. He caminado con ellos. Y sé que no buscan vínculos institucionales, sino respeto. No quieren ser policía ni formar parte de estructuras formales. Lo que piden es algo mucho más profundo: ser vistos como parte de la solución. Por eso, desde una lógica ética y política que pone al centro la dignidad, hemos replanteado la propuesta original. No hablaremos de empadronamientos ni de esquemas que los conviertan en auxiliares del gobierno. Al contrario: planteamos un reconocimiento social, simbólico y comunitario, que les permita fortalecer su labor sin ser absorbidos por la lógica punitiva o burocrática. Desde esta nueva mirada, el modelo Calle Viva cobra aún más sentido. Se trata de una apuesta por reactivar la vida pública en los barrios, dignificar el espacio común y reconstruir la confianza social como una forma de prevención de la violencia. Calle Viva no militariza, no controla, no castiga: activa, cuida y transforma. Y en ese mismo espíritu, reconocer a los guardianes comunitarios implica decir, con claridad, que la seguridad no empieza en los escritorios, sino en las calles. En esas calles que ellos recorren con una lámpara en la mano, con una alarma vecinal, con el saludo de quienes los conocen de toda la vida. Su autoridad no viene de un nombramiento, sino de la confianza. Y esa es la autoridad que más vale en los barrios. La Cuarta Transformación, como proyecto de país, exige también una transformación municipalista y de base. Eso significa dejar atrás visiones centralistas de la seguridad e incorporar lo que ya está funcionando en nuestras comunidades. Las soluciones no siempre requieren nuevos recursos: a veces solo requieren una nueva mirada. Reconocer a los vigilantes comunitarios no es un acto de tolerancia institucional, es un acto de justicia. Y por eso, desde el territorio, desde la cercanía y desde la política pública con rostro humano, seguiremos caminando junto a ellos. Porque cuidar a quien cuida también es una forma de gobernar. |