De la austeridad republicana a la justa medianía
Al inicio del gobierno de López Obrador, anunció que se conducirían bajo el principio de la “austeridad republicana”, que no era otra cosa que reducir los gastos excesivos para destinarlos a los programas sociales. Incluso se aprobó por el congreso de la unión la ley federal de austeridad republicana, que contiene los principios y acciones, a los que por supuesto, nadie en su sano juicio se podría oponer. Reducción del gasto corriente; eficiencia en la gestión pública; transparencia y rendición de cuentas; control del gasto; priorización de los programas sociales y la prohibición de los privilegios económicos para los servidores públicos eran esos principios. Sin embargo, aquello que parecía iba a ayudar al gobierno a hacer mejor las cosas que en los anteriores gobiernos, solamente sirvió para el discurso político de inicio, dado que los hechos demostraron que los servidores públicos y los legisladores del partido gobernante no solamente no cumplieron con esos principios, si no que incurrieron en acciones contrarias a lo señalado. Ejemplos hay muchos, desde la casa gris en Houston, Texas, de un contratista del gobierno mexicano, que ocupaba el hijo del presidente, hasta la inexplicable fortuna de la que ahora es gobernadora del estado de Veracruz, pasando por el escandaloso caso de corrupción de segalmex. Poco a poco se fueron cayendo sus tres premisas de gobierno austero, no mentir, no traicionar y no robar, para dar paso a un gobierno señalado de otorgar los grandes contratos solo a los amigos de los hijos del presidente. Hacia finales del obradorato, se insistió sobre la austeridad con la que se deberían conducir los funcionarios de gobierno. Ahí acuñó la frase “austeridad franciscana”, que tampoco se cumplió, dado que a los funcionarios se les veía llegar a todos lados en camionetas de lujo y utilizando relojes caros. Evidentemente los funcionarios gubernamentales no cumplían con lo establecido por la ley aprobada sobre austeridad y se tuvo que recurrir a la demagógica frase de pobreza franciscana. El gobierno de López Obrador terminó siendo cuestionado por la opacidad en la asignación de contratos para sus tres obras emblemáticas y sobre la falta de información sobre la venta del avión presidencial, entre otras. El gobierno de la presidente Sheinbaum no ha llegado al primer año de su ejercicio y ante las evidentes muestras de lujosos viajes y comidas en restaurantes de lujo, de legisladores, miembros de la dirigencia de morena y funcionarios de su gobierno, ha demandado el cumplimiento de una “justa medianía” en el ejercicio de sus funciones. Está claro que ellos mismos han echado por tierra su expresión inicial de que no eran iguales a los políticos del pasado. Efectivamente, no son iguales, son peores. *Es politólogo |
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