Lunes 20 de Octubre de 2025

En materia de seguridad, solemos hablar de prevención y reacción, pero pocas veces de evaluación. Y sin embargo, evaluar también es prevenir. Evaluar es detenernos a mirar lo que funciona, lo que no, y sobre todo, lo que debe corregirse antes de que los problemas se vuelvan crisis.

La evaluación es una forma de cuidado institucional. No se trata de señalar errores ni de administrar culpas, sino de anticipar riesgos, fortalecer capacidades y construir confianza. Evaluar, en el sentido más profundo, es una práctica de responsabilidad pública y de ética gubernamental.

En un país donde la reacción suele ocupar el lugar de la planeación, evaluar se convierte en un acto de resistencia institucional. Significa romper la inercia del “todo va bien” y del “ya se informó”, para preguntar con rigor: ¿funcionó?, ¿a quién benefició?, ¿cómo lo sabemos? Esas tres preguntas simples son la base de toda política pública que aspire a la mejora continua.

Desde la Comisión de Seguridad y Justicia, he sostenido que el municipio debe recuperar su papel en la prevención del delito. La seguridad no puede reducirse a la persecución o al número de operativos; debe entenderse como un proceso integral que involucra educación, entorno urbano, convivencia y participación ciudadana. Los gobiernos locales son el primer eslabón de esa cadena, y por tanto, los primeros responsables de garantizar que las políticas de seguridad tengan rostro humano y evidencia técnica.

Por eso, evaluar también es una forma de prevenir el desgaste institucional. Cuando no se revisan las políticas, se repiten los errores; cuando no se analizan los resultados, se pierde rumbo; cuando no se escuchan las voces del territorio, se debilita la confianza. Evaluar es prevenir que la desconfianza crezca, que la distancia entre autoridad y ciudadanía se ensanche, que la seguridad se vuelva sólo discurso.

Durante la comparecencia del Secretario de Seguridad Ciudadana, el Cabildo escuchó cifras y avances. Y, como corresponde a un gobierno democrático, como regidora presidenta de la Comisión de Seguridad y Justicia decidí analizar el informe con base en evidencias. Elaboramos un documento de trabajo con un enfoque técnico, no político; con la convicción de que preguntar es también una forma de servir. Las instituciones que no aceptan ser evaluadas, terminan aisladas de la realidad que dicen gobernar.

No se trata de confrontar, sino de construir confianza desde la verdad. Cuando un gobierno se atreve a revisar sus propias decisiones, a medir resultados y a corregir rumbos, demuestra que entiende la seguridad como un proceso colectivo, no como un trofeo individual. En cambio, cuando la evaluación se elude o se simula, la prevención se debilita y la ciudadanía lo percibe.

Por eso mi convicción es clara: evaluar también es prevenir.

Es prevenir la improvisación, la opacidad y la distancia con la gente. Es sembrar una cultura de responsabilidad pública, donde la transparencia no sea una obligación, sino un hábito. Es reconocer que cada cifra debe tener una historia humana detrás, y que la verdadera política de seguridad empieza por escuchar, medir y corregir.

Evaluar no es detener el avance, es garantizar que avancemos en la dirección correcta.

Esa es la tarea que asumo desde la Comisión que presido, con la certeza de que el municipio tiene en la prevención —y en la evaluación— sus mejores herramientas para construir la paz que Puebla merece.