Martes 18 de Noviembre de 2025 |
Para la oposición, que carece de un proyecto sólido de gobierno, la protesta es útil para reivindicar su posición y debilitar al oficialismo; en tanto la 4T usa a la derecha como el chivo expiatorio que le permita eludir su responsabilidad y ocultar sus propios vicios y pecados. Represión y protesta utilitariaCon una vanguardia violenta —personas encapuchadas, equipadas desde el inicio con mazos, sierras eléctricas, sopletes y diversas herramientas diseñadas para la confrontación— la oposición encontró un mecanismo para provocar escenarios que le permitieran activar su narrativa. La estrategia fue clara: generar imágenes y momentos de choque que puedan circular como evidencia emocional, desligándolos del contexto de violencia que los originó. A partir de ahí, cualquier acción policial —por necesaria o proporcional que sea— se convierte en materia prima para reforzar la idea de un gobierno intolerante y represor. La represión, entonces, fue utilizada por la oposición como un insumo político capaz de cohesionar agendas que por sí mismas carecen de claridad o legitimidad. Causas dispersas, movimientos sin proyecto y actores sin representatividad encontraron una oportunidad para agruparse bajo una misma bandera, no por coincidencia ideológica, sino porque la narrativa del abuso de poder funciona como un pegamento político eficaz. De esta forma, la oposición capitaliza la indignación sin necesidad de construir alternativas sólidas: le basta con amplificar la imagen de un gobierno represor para obtener visibilidad, sumar aliados circunstanciales y reconfigurar el espacio público a su favor. Se trata, en suma, de una oposición que no crece por mérito, sino por oportunidad; no por proyecto, sino por reacción. El saldo: 100 policías y 20 civiles heridos. En tanto, lejos de la confrontación de este grupo, miles de personas sí salieron a la calle y al Zócalo a expresar su inconformidad con el gobierno. Porque no fue una marcha a favor de la paz, ni mucho menos de las causas de una supuesta Generación Z, fue una marcha contra el gobierno. Se utilizó una inconformidad genuina, nacida del hartazgo acumulado por una crisis de inseguridad que atraviesa México desde hace al menos dos décadas y que, pese a los cambios de gobierno, no ha encontrado una respuesta contundente y sostenida por parte del Estado. Ese malestar es real: está alimentado por homicidios, desapariciones, territorios capturados por grupos criminales, instituciones debilitadas y una ciudadanía que vive entre la desconfianza y el miedo cotidiano. El detonante fue real, no es "obra de la derecha": la muerte del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, mostró la debilidad del Estado Mexicano. La 4T escondida en su propia retóricaEl oficialismo evade su responsabilidad cuando descalifica cualquier protesta o expresión de inconformidad como parte de una “operación de la derecha”. Al reducir todas las voces críticas a un complot opositor, convierte la complejidad social en una caricatura política que le permite evitar la autocrítica. Esta narrativa funciona como un escudo retórico: si toda molestia ciudadana es manipulación, entonces nada obliga a revisar errores, corregir políticas o atender reclamos legítimos. La soberbia se vuelve una forma de gobierno. Esa actitud también sirve para ocultar sus propios vicios y pecados. Mientras se denuncia la intervención de la derecha en cada inconformidad, se minimizan o silencian negociaciones opacas de gobernadores y alcaldes emanados de Morena con grupos del crimen organizado, prácticas que reproducen la violencia y profundizan la inseguridad. Las terribles prácticas de viajes, presunción, ineficiencia de legisladorxs. Se naturaliza la falta de contundencia del Estado frente al narco y se justifica la debilidad institucional como si fuera herencia interminable de gobiernos anteriores, sin asumir que después de 7 años en el poder hay responsabilidad propia en la falta de resultados. Al negar cualquier crítica y etiquetar al disenso como enemigo político, la 4T termina perpetuando las mismas fallas estructurales que dice combatir. La derecha no deja ni dejará de intentarlo. Su estrategia consiste en debilitar la narrativa oficial aprovechando el descontento y sumando a grupos tradicionalmente ajenos a la 4T, como sectores de la Generación Z o de la clase media urbana. En medio de una profunda crisis de desinformación, donde rumores y contenidos manipulados circulan con fuerza, estos grupos se vuelven especialmente susceptibles a relatos que presentan al país en deterioro permanente. La derecha capitaliza ese ambiente para aglutinar voces dispersas y proyectar la idea de una oposición más amplia de lo que realmente es.
¿Qué va a hacer la 4T? |