Martes 25 de Noviembre de 2025

El domingo 16 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Tolerancia, fecha en que la ONU decidió proclamarla, con el único objetivo de que se comprendiera y se promoviera en el mundo.

Con tristeza puedo afirmar que, en nuestro país, parece que no es ni comprendida, ni promovida. Pareciera que vivimos en medio de la cultura de la guerra, de la lógica del todo o nada, de la descalificación y amenazas desde el poder.

Por eso, los que creemos en la tolerancia, debemos hacer valer la estructura del diálogo, de la razón, de la comprensión, de la lógica y de la negociación en nuestras actividades.

Una de las grandes trampas de nuestros tiempos son los extremos, que por una parte con sus purezas y lógicas impecables, han construido sociedades inhumanas, crueles, déspotas y autoritarias y por la otra, se pretenden construir sociedades en extremo humanizadas y en extremo tolerantes, al grado de considerar que la ley puede ser superada por la sana convivencia que supone que cada quién haga lo que le parezca en nombre de la libertad y de la felicidad, tolerando la corrupción y muchas veces, la ineptitud.

Por eso la política está inmersa en el terreno de la resolución de los problemas concretos que plantea el ejercicio del poder, es decir, en cómo resolver las necesidades que tiene la sociedad que se gobierna.

La voluntad de las mayorías, la popularidad medida en encuestas o en grandes concentraciones humanas, o el discurso irresponsable, no pueden sustituir a la legalidad en la definición de los actos de gobierno.

Y para respetar esa legalidad, se deben utilizar diversos mecanismos y acciones que coadyuven a que la creación de un orden vinculante, se dé a partir del diálogo, del debate, de la polémica, pero en el escenario de la tolerancia, para llegar a acuerdos que se traduzcan en bienes públicos.

Sostengo que en una democracia participativa, para que se conserve la gobernabilidad democrática, se exige una acción política tolerante que se realice todos los días entre gobernantes, legisladores, partidos políticos, organizaciones sociales y ciudadanos.

Opinar sin ser descalificado; disentir, pero al mismo tiempo proponer; manifestarse pero ser respetado; dialogar para ser escuchado y negociar para construir: Esa es la tolerancia.

Mi experiencia me ha llevado a entender que la política es esa actividad humana, noble y superior que debe conjugar lo deseable con lo posible, a partir de lo disponible.

Se necesitan erradicar los pleitos y confrontaciones entre partidos políticos, entre grupos parlamentarios, entre órdenes de gobierno, entre candidatos, pero al mismo tiempo, reclaman que quién gobierna, se dedique a gobernar y no a descalificar o reprimir.

Quien no dialoga, propone, negocia y es tolerante, está condenado a fracasar o a imponer y pareciera condenado a equivocarse más veces que los demás.

Se debe dignificar la política, hacer que los políticos se respeten para que sean respetados y que la tolerancia sea un principio, no la excusa para reprimir.

El diálogo nos permite distender y no tensar; acercar posiciones y no alejarlas; comprometer y no evadir responsabilidades; reconocer y no ignorar para llegar a acuerdos en beneficio de la sociedad que se dice representar.

Incluso afirmaría que es una obligación de los políticos demostrar su tolerancia mientras ejercen el poder.

Sostengo que en política se deben buscar los terrenos en los que es posible, deseable, factible y hasta obligatorio encontrar rumbos y decisiones comunes.

Si promovemos un ambiente de respeto y utilizamos el diálogo, rescatando la palabra para establecer comunicación entre los políticos y buscamos el punto de encuentro, habremos avanzado.

Porque el diálogo implica que se busquen las mejores propuestas de solución basadas en la razón y el respeto, reconociendo la necesidad de cooperación entre todos los actores políticos y sociales.

Todos los países necesitan el diálogo para buscar soluciones a sus problemas, pero el diálogo en donde nadie se considere poseedor de la verdad; diálogo en donde todos participen con un carácter de igualdad; diálogo que integre y respete al de enfrente tratando de convencerlo con argumentos, pero con una apertura tal, que sus argumentos puedan llegar a convencer.

Perseguir empresarios para cumplir sus obligaciones fiscales, denostar a una alcaldesa de oposición culpándola de financiar la marcha de la GEN Z, o anunciar que varios de los participantes en el bloqueo de carreteras que exigen apoyo al campo y seguridad en las carreteras, tienen carpetas de investigación abiertas, no es ser tolerante.