Martes 02 de Diciembre de 2025 |
Salió públicamente desde su rancho para anunciar la publicación del libro “Grandeza”; para apoyar y alabar a la presidenta, afirmando que es la mejor presidenta del mundo; para fustigar a los que considera sus adversarios, por alzar sus voces y para amenazar con su salida a la calle por las tres razones que, según él, lo exigirían. Mencionemos la primera: “si atentaran contra la democracia, como lo hacían antes”. Pero se refiere a la democracia como él la entiende y le conviene, es decir, esa democracia en donde solo es válido si los resultados electorales favorecen a su partido y a los candidatos que impongan, ya sea por sorteo, lealtad o disciplina. Quien antes atentó contra la democracia fue precisamente López Obrador, desde el momento en que “mandó al diablo las instituciones”, incluida a la que garantizaba los procesos democráticos con equidad, el Instituto Nacional Electoral (INE). Un nuevo atentado a la democracia fue el anuncio y presentación de su “Plan C”, al tiempo de diseñar una estrategia político-electoral de Estado, para aplastar a la oposición en las elecciones del 2024. Pero no conforme con los resultados obtenidos en las elecciones, que no le alcanzaban para conformar su mayoría calificada en ambas cámaras para lograr la aprobación de su “Plan C”, volvió a atentar contra la democracia, con la colaboración o sumisión de consejeras y consejeros del INE, así como de magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, al aprobarse la sobrerrepresentación para Morena y sus aliados, que además necesitó de tres traiciones a la democracia de senadores electos por otros partidos políticos, que fueron amenazados o cooptados. Falta todavía ver la consumación del atentado final a la democracia, con la aprobación de la reforma electoral anunciada, sin tomar en cuenta la opinión de los partidos de oposición, ni de las voces de los expertos en la materia. De aprobarse la desaparición de los diputados plurinominales, el recorte al presupuesto del INE y la disminución del financiamiento público a los partidos políticos, se tendría el escenario perfecto para que políticamente actuáramos dentro del esquema, visión y formas de lo que él cree que es “su” democracia. Su visión torcida de la democracia implica que no deben existir voces discordantes, y si se alza la voz, se critica o se denuncia, por parte de líderes de oposición, comunicadores, intelectuales o periodistas, entonces el aparato de Estado, encabezado por la presidenta, entra para descalificar, denostar, mentir o perseguir, porque para él, eso es atentar contra “su” democracia. La democracia no necesariamente exige que los triunfos electorales sean para el partido del gobierno; la democracia no implica que el gobierno y su partido siempre tengan la razón; la democracia no es la certidumbre en el resultado; la democracia no es imponer todas las decisiones en el congreso, sin siquiera leer las iniciativas para estar en condiciones de debatir; la democracia no es controlar los tres poderes de la Unión y no tener contrapesos institucionales. La democracia es vivir en libertad y eso significa respetar las opiniones diferentes y buscar los mecanismos necesarios para promover el diálogo en la búsqueda de acuerdos para la sana convivencia.
*Es politólogo |