Viernes 05 de Diciembre de 2025

Justo ahora, cuando las empresas están definiendo sus prioridades rumbo al 2026, la parálisis estratégica está marcando la diferencia entre las que avanzan y las que solo sobreviven.

El martes pasado tuve dos reuniones seguidas que parecían polos opuestos, pero acabaron en el mismo lugar: estancamiento empresarial.

A las 9:00 am me encontré con Pablo, dueño de una fábrica de muebles con 20 años en el mercado. Empresa sólida; facturación idéntica desde hace cinco años.

Le propuse invertir en una línea que conectara con un segmento joven en crecimiento y respondió con un catálogo de excusas: “La economía está inestable”, “esperemos a ver qué pasa en las elecciones”, “no quiero arriesgar el flujo de efectivo”. Tiene recursos —pero no quiere decidir.

A las 11:00 am entró Jorge, emprendedor tecnológico con energía desbordante. Su empresa crece, pero es un caos. “Alberto, tengo tres opciones: entrar a Colombia, lanzar una app o comprar un competidor. Siento que debo hacer algo ya, pero me da pánico equivocarme. Al final apago fuegos operativos y no decido nada”. Jorge tiene voluntad; no tiene norte.

Dos extremos, un mismo síntoma: parálisis estratégica. Porque tanto el que no quiere avanzar como el que avanza en todas direcciones, termina sin avanzar.

El Empresario Tortuga

El Empresario Tortuga, como Pablo, se esconde en su caparazón por miedo. Sufre lo que llamo Foxitis (ver artículo anterior): la tendencia a culpar al contexto (el gobierno, la crisis, el mercado).
Su parálisis nace del miedo a perder lo ganado y el miedo al riesgo. Pablo no está protegiendo su empresa: la está administrando rumbo a la decadencia.

El Empresario Gallo sin cabeza

El caso de Jorge es distinto: él sí decide, pero sin pensar. Su vicio no es el miedo, sino la impulsividad estratégica.
Decide sobre modas o corazonadas y confunde actividad con avance. Cambia de rumbo tan rápido que su equipo no alcanza a ejecutar nada. Su empresa no necesita más energía: necesita dirección.

“Tácticas sin estrategia son ruido antes de la derrota” (Sun Tzu).

Cómo salir de la parálisis: 3 pasos
La cura no es valentía ciega ni azar: es metodología. Este marco corrige ambos sesgos: el que acelera sin pensar y el que piensa sin moverse.

1) Identifica tu sesgo y aterriza la realidad.
Reconocer si eres Tortuga o Gallo te da contexto.
Tortuga: Sube la claridad para ver que no necesita más información.
Gallo: Baja la velocidad para ver el riesgo que está ignorando.
Pequeñas pruebas de mercado o indicadores de demanda le darán a la Tortuga la seguridad que requiere y al Gallo le ayudarán a medir los riesgos y consecuencias antes de su decisión.

2) Define una acción mínima obligatoria (y límites de riesgo).
La acción mínima debe ser pequeña para quien se frena y contenida para quien se acelera.
Tortuga: Un micro-experimento con pérdida limitada y fecha de fin.
Gallo: Un filtro que le obligue a pensar antes de actuar (una pequeña hipótesis con criterio).
Los límites (¿cuánto arriesgo?) tranquilizan a la Tortuga y disciplinan al Gallo.

3) Mide con pocos indicadores bien enfocados y corrige en marcha.
Esto evita que la Tortuga se quede analizando eternamente y que el Gallo disperse energía. Un par de indicadores simples (por ejemplo: leads cualificados/semana, monto de cotizaciones o % de margen) obliga a aprender rápido y a ajustar sin perfeccionismo.

Conclusión: Decide, Ejecuta, Corrige

La Tortuga debe decidir. El Gallo debe sostener. La perfección paraliza, pero la impulsividad también destruye. Por eso funciona este modelo: Decisión rápida + Ejecución pequeña + Corrección ágil.

Como herramienta práctica, antes de la próxima gran decisión hazte:
¿Qué problema específico resuelvo?
¿Qué evidencia mínima necesito para validar la apuesta?
¿Cuál es el pequeño experimento que puedo ejecutar hoy con límites claros?

Tú también tienes una decisión postergada: ¿es por miedo o por falta de claridad? Investiga, asesórate, prueba y decide. En tu empresa y en tu vida: creces o mueres. Tú decides.