Lunes 15 de Diciembre de 2025 |
En política pública, los problemas estructurales no aparecen por generación espontánea. Se incuban durante años de abandono, de decisiones mal tomadas o, peor aún, de la cómoda inacción gubernamental. Los baches que hoy indignan —con razón— a la ciudadanía de Puebla son un ejemplo claro de ello. Durante años, los gobiernos municipales encabezados por el Partido Acción Nacional administraron la ciudad bajo una lógica superficial: atender lo visible, lo mediático, lo inmediato. El mantenimiento profundo de la infraestructura urbana, especialmente en las colonias populares, fue sistemáticamente relegado. El resultado está a la vista: una red vial deteriorada, sin mantenimiento preventivo, sin diagnósticos técnicos actualizados y con un rezago histórico que hoy se pretende atribuir, de manera simplista, a la actual administración. Hablar de baches sin hablar de historia es deshonesto. La infraestructura no se colapsa en seis meses ni en un año. Se colapsa cuando, sexenio tras sexenio, se privilegia la foto sobre la planeación, el anuncio sobre el presupuesto bien ejercido y la ocurrencia sobre la política pública. Así gobernaron los ayuntamientos panistas: con parches temporales, sin una visión integral de ciudad y sin un compromiso real con el mantenimiento urbano como derecho colectivo. La Cuarta Transformación parte de un principio distinto: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo. Eso implica reconocer los problemas heredados y enfrentarlos con responsabilidad, no esconderlos ni convertirlos en propaganda. A diferencia de los gobiernos del pasado, hoy Puebla cuenta con programas permanentes de mantenimiento vial, con criterios técnicos, con seguimiento y con una visión de justicia territorial que busca atender primero a quienes históricamente fueron ignorados. El contraste es claro. Mientras antes el bacheo se utilizaba como herramienta política, concentrándose en zonas estratégicas y abandonando barrios enteros, hoy se trabaja bajo una lógica de equidad. No se promete lo imposible, pero sí se avanza con orden. No se improvisa, se planea. No se simula, se trabaja todos los días. Resulta paradójico que quienes representan al Partido Acción Nacional hoy se erijan como fiscalizadores del rezago urbano, cuando fue precisamente su modelo de gobierno el que dejó una ciudad vulnerable, fragmentada y profundamente desigual en el acceso a servicios públicos básicos. La crítica es legítima; la amnesia selectiva, no. La transformación de una ciudad no se logra con discursos alarmistas ni con frases diseñadas para redes sociales. Se logra con decisiones difíciles, con inversión sostenida, con diagnósticos serios y con una visión de largo plazo. Eso es lo que hoy distingue a este Ayuntamiento: la voluntad política de corregir lo que otros descuidaron durante años. Los baches no son sólo un problema de asfalto. Son el reflejo de una forma de gobernar. Representan el abandono, la desigualdad y la falta de planeación de gobiernos que entendieron la ciudad como botín político y no como un proyecto colectivo. Repararlos implica algo más que tapar hoyos: implica cambiar el modelo, asumir responsabilidades y construir una ciudad con justicia territorial. La Cuarta Transformación en lo local no se mide por la ausencia inmediata de problemas heredados, sino por la capacidad de enfrentarlos con honestidad, transparencia y resultados. Puebla avanza porque hoy sí hay un gobierno que no evade, que no simula y que no culpa al pasado para no actuar, pero que tampoco permite que el pasado se disfrace de oposición responsable. Transformar la ciudad es un proceso. Y en ese proceso, la verdad, la memoria y la responsabilidad pública también cuentan. |