El tricolor se extingue y la congruencia política también

  • URL copiada al portapapeles

La Vecindad


Enero 18, 2024

¡Qué tal, vecinos y vecinas!

No cabe duda que uno de los temas políticos que más se han comentado en los últimos días es el colapso del Partido Revolucionario Institucional y no es para menos.

El que en su momento fue el todopoderoso, el partido de partidos, el campeonísimo se anda desbaratando como mazapán: nadie lo quiere, todos lo odian y los pocos militantes que le quedan mejor se comen un gusanito, pues quienes antes vivían con orgullo de pertenecer al “partido de México” ahora parecen los leprosos de la polaca y la burla de sobremesa.

Así es, el PRI colapsa y no hay nadie que lo pueda rescatar, pues sus dirigentes andan más preocupados por negociar su futuro político que en diseñar un plan para que el electorado y sus mismos militantes vuelvan a sentirse identificados.

Atrás quedaron las épocas en que eran el partido-gobierno, en que los gobernantes decían ser los primeros priistas del país y de los estados.

El PRI hipotecó su futuro al aliarse con su némesis político.

Sus estatutos mostraban al Acción Nacional y al tricolor como el agua y el aceite, pero en la práctica terminaron por emulsionar y transformarse en uno solo solapándose uno a otro.

Sin embargo, con el paso del tiempo fueron los blanquiazules los que, como en la fábula de la rana, se expandieron tanto dentro del hogar que compartían que terminaron por expulsar a los priistas.

Poco a poco la militancia tricolor fue abandonando al partido y viendo hacia otros horizontes, velando por sus intereses y conveniencias mientras que aquellos que lo representaban decidieron subsistir, saltar del barco antes de su hundimiento.

Aunque en esta nave el capitán, sin reconocer públicamente el colapso del Titanic saltó espiritualmente desde hace mucho tiempo.

A nivel nacional el PRI vivió una desbandada cuando Claudia Ruiz Massieu dijo “hasta aquí” y cuando Miguel Ángel Osorio Chong señaló públicamente al líder Alejandro Moreno de negociar posiciones a cambio de migajas.

A Moreno le dicen “Alito” y eso es motivo suficiente para dimensionar el tamaño diminuto de su presencia en la política.

El líder del tricolor, envuelto en polémicas constantes y señalamientos de abusos, acosos, enriquecimiento ha visto a su partido pasar de punta de lanza y mandamás a convertirse en la tercera hasta en la cuarta opción política.

En Puebla, el hasta hace poco presidente Néstor Camarillo vio la desbandada de cuadros importantes, priistas de hueso colorado que vieron por sus intereses y se hicieron a un lado ante la aparición del nuevo “jefe de jefes” de los partidos: Morena.

¿Y qué hizo Camarillo ante los hechos?

Dejar la presidencia y la bancada en el Congreso para negociar la primera posición al Senado y así asegurar su subsistencia, las prebendas y el poder que eso conlleva, aunque alejado de la realidad partidaria que este momento demanda el tricolor.

Por su parte Morena, que se convirtió en la tierra prometida de los prófugos priistas, bien haría en aprender la lección sufrida por el PRI, releer la fábula de la rana que se expande y pensar seriamente en su propio destino.

Bien dicen que “cuando veas las barbas del vecino cortar pon las tuyas a remojar”.

¿Por qué lo digo?

Pues porque en estos nuevos tiempos políticos donde los guindas dictan la política partidista el ganar a costa de lo que sea, sumando a quien sea, es una práctica lejos de la ética que los tiempos actuales demandan.

El tricolor se extingue y la congruencia política también. Priistas de ayer son morenistas de hoy.

Subsistir a como dé lugar por un lado, mantenerse en el poder por el otro.

El amor a la camiseta es para los necios, dicen algunos.

El PRI se incendia y chispas, brasas y pedazos de carbón caen en el patio de Morena

¿Qué es lo que sigue?

Parece que la respuesta es obvia.

*

Vecinas, vecinos, nos leemos mañana. Acuérdense que el que se enoja pierde. Les dejo mi correo por si quieren chismear más a gusto: [email protected]

  • URL copiada al portapapeles