Los debates se convirtieron en locutorios del sinsentido

Los debates ya no tienen el mismo carácter político y se han convertido en un espectáculo sin fundamentos.

¡Ayayay, vecinos y vecinas!

En el poco fino arte de la política son muchos los que se esfuerzan por crear percepciones a partir del aire, quienes esperan que sin verdadero sustento las personas confíen en ellos, en sus propuestas y hasta en sus chistes.

Y para ello se valen de un sinfín de estrategias que, gustosos y ansiosos, exponen a la menor provocación pero también sin el rigor suficiente.

Ahí tienen ustedes los famosísimos y tan mentados debates, que han dejado consigo las más grandes carcajadas y los entripados más agudos.

En un debate, la civilidad suele borrarse y afloran los ataques sin ton ni son, así como las mentiras disfrazadas de verdades para que el elector piense que quien hace el señalamiento es el mero mero petatero que merece su voto.

Sin embargo, los debates han dejado de ser esas plataformas de exposición política para convertirse en locutorios del sinsentido y hasta del aburrimiento.

Los formatos poco dinámicos, o aquellos que buscan ser innovadores, no hacen otra cosa que reafirmar que la clase política está muy alejada de los electores, y que la democracia parece estar atrapada en un frasco de conservas, bañada en vinagre y a un lado de cuantos ajos y cebollas se imaginen.

En Puebla, por ejemplo, el debate a la gubernatura nos dejó lecciones valiosas, y la primera es que los participantes, ya con experiencia en el mundo de la política, mantuvieron a flote una discusión pastosa por el formato nada dinámico, mismo que se acotó a una exposición de ideas.

Los conductores no fomentaron la confrontación de ideas, solo se mantuvieron en su papel de presentadores.

Otra cosa que nos dejó el debate es que es muy fácil presentar propuestas omitiendo el cómo realizarlas, que es muy sencillo señalar sin pruebas, y que esos señalamientos de corrupción e impunidad no pasan a mayores, sino que solo son dimes y diretes de ocasión.

No hay denuncias presentadas ante las autoridades, mucho menos consecuencias por dichos señalamientos, sean falsos o verdaderos.

El necesario tema de la crisis hídrica en Puebla y el manejo del servicio de agua potable fue más anecdótico, pues si bien Eduardo dice que se fortalecerá para que ningún poblano carezca de agua, Alejandro se fue por la línea de analizar el retiro de la concesión.

El problema es que ni uno ni otro dice cómo hacerlo; ninguno expone con números las consecuencias que traería retirar la concesión, tanto económicamente como a nivel de estructura, o las condiciones para que Agua de Puebla pueda seguir ofreciendo un servicio que a leguas es malísimo.

Una lección más que nos dejó este único debate es que hay temas que les da miedo tocar a los candidatos quienes piensan en mantener su capital y no en comprometerse con agendas más ajustadas a nuestros tiempos, o a las exigencias de las y los vecinos.

Ahí tienen ustedes las omisiones en temas de la despenalización del aborto, de reforma judicial ni a la rendición de cuentas.

Tampoco hubo mayor profundidad en temas ambientales, ni mucho menos en cómo sanear las finanzas públicas luego del patético desempeño realizado por la administración del fallecido gobernador Miguel Barbosa.

La realidad es que los debates poco cambian la decisión de los electores, y si lo hacen la aguja suele moverse a una tercera opción, si es que la hay, o a la nulidad del voto.

Así como el servicio de agua potable en Puebla, bien valdría la pena repensar los debates, analizar pros y contras para ofrecer un verdadero ejercicio de debate y confrontación de ideas, y no un mero ejercicio de descalificaciones, espaldarazos y frases hechas.

En Puebla, para ser sinceros, el debate a la gubernatura por Puebla poco o nada movió las preferencias electorales.

Quien estaba arriba, arriba sigue estando.

Quien estaba abajo, abajo sigue estando.

Quien se durmió en sus laureles soñando con ser gobernador pero rehusó a comprometerse a ello, pues ahí sigue, soñando que puede gobernar un estado tan complejo como Puebla.

De los otros dos debates al Senado ya mejor ni hablamos.

Solo diré que si una candidata como Liz Sánchez pide que se eliminen las preguntas, pues ya mejor que nos mande su discurso y ahí lo leemos cuando tengamos tiempos.

De simulaciones, ya estamos hartos

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Vecinas, vecinos, nos leemos mañana. Acuérdense que el que se enoja pierde. Les dejo mi correo por si quieren chismear más a gusto: lavecindad@elpopular.org

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