¿Quién garantiza que el número en el chaleco no va a ser usado para acosar, extorsionar o marcar a alguien como “sospechoso por default”?
¡Vecinas, vecinos!
Oigan, pues con la novedad que así, casi casi de golpe y porrazo, nos convertimos en acólitos de la historia, en testigos del nacimiento de la no menos flamante Ley Chaleco, cortesía del Congreso de Puebla. La idea es sencilla pero gloriosa: si no podemos frenar la delincuencia, al menos que todos traigan el número de placa en el pecho y en la cabeza. Porque si algo ahuyenta al crimen, es un chaleco con números reflectantes, ¿no?
Olvídense de más policías, mejores investigaciones o patrullajes eficientes… ¡vivan los textiles fosforescentes! Y claro, como no se trata de estigmatizar (aunque todo lo parezca), el argumento es que la medida “facilita la identificación ante agentes de tránsito y seguridad”. Porque, cómo no, los delitos se resuelven a golpe de tipografía. La inseguridad retrocede cuando la moda urbana impone el estilo preso en libertad condicional.
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Pero no nos adelantemos.
La Ley Chaleco propone cosas sensatas como: no usar el celular mientras manejas (bravo), no llevar a media familia en una motoneta (ok), y registrar tu moto como Dios manda (bien).
Hasta ahí, suena a intento decente. El problema viene cuando te quieren forrar con más placas que una combi de los 90.
Y, claro, los motociclistas no se quedaron callados. Casi 400 se manifestaron frente al Congreso de Puebla con más orden que las sesiones legislativas. Una de las manifestantes, dijo que los recibieron “por cortesía” y que básicamente les dijeron: “gracias por venir, ahora cállense”. Todo muy democrático. El vocero de los “moteros” resumió el sentir general: “Queremos un padrón, sí; queremos seguridad, claro; pero no queremos ser estigmatizados como sospechosos solo por ir en moto”.
Y es que, seamos honestos, la Ley Chaleco suena más a capítulo perdido de Black Mirror que a política pública seria. Porque, ¿quién garantiza que el número en el chaleco no va a ser usado para acosar, extorsionar o marcar a alguien como “sospechoso por default”?
Y más aún, ¿de verdad alguien cree que un asaltante va a tomarse el tiempo de personalizar su chaleco con la placa correcta antes de delinquir? Eso sí, también quieren regular los monopatines eléctricos y las bicis eléctricas, no sea que un rebelde en scooter quiera ir a 30 km/h por la Vía Atlixcáyotl. Seguridad total, aunque a ratos parezca más una escena de Monty Python que una estrategia de movilidad.
Así que mientras la iniciativa se va a comisiones, los motociclistas siguen esperando un diálogo real. Y ya saben que una ley que parte del prejuicio y no de la evidencia, lo único que asegura… es más conflicto. * Hablando del Congreso de Puebla… Parece que hay algunos personajes de la oposición que sí se están tomando las cosas en serio. Ahí está la panista Celia Bonaga Ruiz, a quien en la pasada sesión del 22 de mayo le aprobaron dos iniciativas y dos puntos de acuerdos que seguramente la población le va a agradecer:
Hasta ahí bien, ahora falta que lo apliquen de manera eficiente y que no salgan con que a Chuchita la bolsearon.
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Acuérdense que el que se enoja pierde.
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