VARIELALIA

MIGUEL CAMPOS RAMOS  “Yo le digo Pecsi”  Hace poco di una conferencia con el título “El poder de la palabra” en el Instituto Tecnológico Superior de Libres, invitado por su director, el doctor Raúl García Tlapaya, quien además de impulsar el aspecto tecnológico, está interesado en formar integralmente a los alumnos. Al final de la misma un maestro me planteó lo siguiente: “Oiga: mi hijo, que es pequeño, me preguntó cuál es realmente la escritura correcta, ¿Pepsi o Pecsi? ¿Cómo se le explico?”, me insistió. La pausa que hice (y seguramente mi gesto) provocó una sonrisa generalizada, como si se hubiera tratado de un chiste. Y la risa se volvió carcajada cuando le contesté: “Es fácil. Cómprele un jugo, en vez de ese refresco, y dígale que “jugo” se escribe con ‘j’ y con ‘g’.” Poco después caí en la cuenta del motivo de la pregunta (en ese momento, de verdad, no lo sabía). Ahora que escribo estas líneas lo sé de sobra pues hubo una campaña de tal refresco, mediante anuncios en autobuses, espectaculares y por televisión, con uno de los personajes más pintorescos (por llamarlo de algún modo) de México, el Cuau, diciendo orgulloso la frase “Yo le digo Pecsi”. Bueno, allá él y los que compran y consumen dicha bebida, en estos tiempos de diabetes y obesidad. Y es que sin duda se trata de una publicidad que parece ir a contracorriente de la educación, sobre todo cuando lo que se pretende es combatir el analfabetismo, tanto el funcional como el real. Dicha frasecita, quiérase o no, induce a los estudiantes (sobre todo a los de clase media baja, o baja, que son la mayoría y quienes más consumen refrescos) a pasarse por el arco del triunfo conceptos como la ortografía o la gramática. No después nos alarmemos ante la realidad de que en vez de mejorar vamos para atrás, ni nos quejemos del poco caso que los alumnos les hacen a sus maestros de español, y mucho menos nos espantemos ante los pobres resultados de la prueba ENLACE. Dice un lugar común que los pueblos tenemos los gobernantes que nos merecemos. Al parecer, también ocurre con la publicidad. Hay un precepto publicitario que reza que en esta materia todo se vale. Sí, quizá se valga, pero cuando se atenta contra el buen gusto o contra la educación, tal criterio no halla mucha defensa. Recuerdo, como muestra de esta libertad, que a raíz de la pacificación en Chiapas (luego del levantamiento del ejército zapatista y de los asesinatos que se dieron por esos rumbos) se difundió una frase oficial para invitar a visitar tan bello estado. Una de las palabras era “Chiapaz”. Saltaba a la vista el error ortográfico, pero tenía un propósito: resaltar la palabra “paz”. De todos modos, siempre será pertinente que quienes se encargan de vigilar la reglamentación que existe en torno a la comunicación publicitaria, cuiden estos detalles, no precisamente dignos de elogio. Menos cuando el nivel educativo y cultural de los mexicanos no está en su mejor momento. [email protected], www.edicionesmagno.com, twitter: @miguelcamposram, blog: www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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