VARIELALIA

Miguel Campos Ramos Cuidado con la lengua, precandidatos y candidatos Y es que hoy como nunca la lengua española y su buen manejo está adquiriendo relevancia. Acaso sea, entre otras cosas, porque: la hablamos más de 400 millones de personas; ocupa el cuarto lugar en número de usuarios; en muchos países (Marruecos, Israel, Brasil, Estados Unidos, entre otros) se ha convertido prácticamente en una segunda lengua; y de acuerdo con encuestas, estudiantes de otras lenguas han visto que si hablan español les es más fácil hallar empleo (como a nosotros si hablamos inglés). Da gusto, entonces, saber que muchos buenos políticos (lamentablemente los menos) se ocupen ya de ella y la aprovechen como una herramienta eficaz en el ejercicio del poder, para que no salgan a decir lo primero que se les ocurra y luego tengan que pedir perdón. Pero da pena saber que la mayoría de ellos no acaba de entender que un uso inadecuado los puede dejar mal parados, e incluso los puede tambalear y hasta hundirlos. Si no lo creen, les recuerdo dos casos: Uno. En las pasadas elecciones de Francia, Ségolène Royal iba muy bien en las preferencias electorales en su contienda contra Nicolás Sarkozy. Y de repente, ¡zaz!, la debacle. ¿Qué fue lo que pasó? Bueno, recordemos que la señora Royal fue de visita a la Muralla China, y ahí, en alguna parte muy simbólica, hizo un alto y dijo a los periodistas y fotógrafos que se llenaba de “bravitud”. Así dijo, “bravitud”, en vez de “bravoure” (palabra francesa que se pronuncia más o menos “bravur”). Y es que “bravitud” no existe. ¿Resultado? Al día siguiente apareció en los medios de comunicación su “palabrita” y de pronto multitudes de jóvenes en edad de votar, sobre todo universitarios, le cuestionaron su desconocimiento del idioma galo, con la consecuencia de que le empezaron a retirar su aprobación. (Algo similar al traspié de Enrique Peña Nieto con el asunto de los libros). Dos. Aquí en México todos recordamos el caso de Andrés Manuel López Obrador. Muchos le reclamaban por qué hablaba insistentemente con la “s” final (“dijistes”, “comentastes”). Si bien se trata de giros propios de la variante tabasqueña del español, variantes de los castizos “dijisteis”, “comentasteis”, no iban bien con su investidura de candidato presidencial. Para colmo, no cesó de emplear expresiones desafortunadas como aquella de “Cállate, chachalaca” o “Ahí pobremente”, esta última cuando le preguntaban cómo iba en las preferencias y presumía con tal frase el hecho de ir al dos por uno contra Felipe Calderón. ¿Resultado? Empezó a caer mal pues su actitud parecía grosera y arrogante, y vino la debacle. Por cierto, la palabra “candidato” proviene del latín “candidus”, que significa “blanco. Y es que, según una costumbre romana de cierta época, a los aspirantes al senado los hacían ponerse una toga blanca y los obligaban a caminar por las calles. Los ciudadanos tenían derecho a arrojarles lodo y ensuciarles la toga, si los desaprobaban, con lo cual su investidura como senadores quedaba en entredicho. Por eso, precandidatos y candidatos, exprésense lo mejor que puedan para que no les arrojen lodo. ¡Feliz Navidad a mis lectores y a todo mundo! [email protected], www.edicionesmagno.com, twitter: @miguelcamposram, blog: www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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