VARIELALIA

Miguel Campos Ramos  Agente vial gacho de Izúcar de Matamoros  “¿Quiere que sea gacho?”, me preguntó, déspota y seguro de tener el control, por estar en su municipio, el agente vial Víctor Alberto (al menos ese nombre puso en la boleta, ya no se sabe). “Pues ahora verá”. Y sin más, caminó hacia el frente de mi carro para quitarle la placa. Claro, el acto de quitarla fue rápido. No así el tiempo en llenar la boleta de infracción, sin duda aguardando a ver si reconsideraba yo. La historia es la siguiente: Acudí a Izúcar a darles un conferencia sobre de la importancia de la lectura, a directores de bachilleratos pertenecientes a la supervisión 54. Lo simpático es que cuando llegué a Izúcar, atravesé por el centro, y frente al zócalo encontré por vez primera al mencionado agente, a quien le pregunté por la dirección que buscaba. Más o menos me dio las señas. No sin trabajo, llegué y di la conferencia. Incluso me invitaron a partir una rosca de reyes. Hasta ahí todo bien. El problema fue al regreso a Puebla. En uno de los altos cercanos al centro me detuve, pues el semáforo estaba en rojo. Y ahí estaba el agente, haciendo señas, no entiendo para qué si el semáforo funcionaba. De repente, hace señas con una mano como para dar paso, y me arranco. Debo decir que me confundieron su señal y el semáforo, pues éste por lo polvoso del vidrio no me permitió ver que indicaba SIGA pero para dar vuelta en U. En descargo, y cual debe de ser cuando se desconoce la circulación, avancé con cuidado y despacio. En eso veo por el espejo retrovisor que el agente aludido hacía señas que tampoco entendí, hasta llegar a la siguiente cuadra, cuando tras de mí viene una pick up de tránsito estatal, y otra de la policía. Ya sabe, lector: “Auto fulano, oríllese a la orilla”. Bajó de la patrulla vial un agente y me saludó (con amabilidad) y me dijo la infracción que cometí. Le expliqué lo que ya escribí, además de decirle que fui a dar una conferencia a “sus maestros”. “Lo entiendo, maestro”, repuso, “el problema es que es jurisdicción del agente, nosotros somos estatales”. (O sea: delincuencia organizada). “Pero no se puede dar vuelta”. “Sí se puede, nomás con cuidado (¡!). Es más, lo acompaño”. Subió a mi carro y me llevó con su colega municipal, quien se me acercó. Lo reconocí. “Oficial”, le dije, “una disculpa, no entendí su señal”. “Pero se pasó el alto”. “Sí, pero sin querer”. “Pero se pasó el alto. Su licencia y su tarjeta” (como siempre hacen, intimidatorios). “Oiga, pero ¿por qué?”. “Su licencia y tarjeta, o le quito la placa. “No sea gacho, mire que viene a dar una conferencia”. Algo le molestó. Seguro esperaba que le preguntara con cuánto nos arreglábamos. Fue cuando dijo: “¿Quiere que sea gacho?” Por si algo sirve al alcalde de Izúcar, reitero: este “mordelón” se llama Víctor Alberto, es gacho y es una vergüenza para Izúcar (hoy por cierto priista). [email protected] www.edicionesmagno.com twitter: @miguelcamposram blog: www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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