POLVO AL SOL

POLVO AL SOL  Israel Torres Hernández  Hasta las últimas consecuencias (II), cuento En esos años México vivía la época del comunismo y la guerrilla. Fernando Gutiérrez Barrios, el secretario de Gobernación, te comisionó para eliminar esas amenazas. Para cumplir la misión, en representación del Presidente, a manos llenas te dio armamento, dinero, subordinados. ¡No desaprovechaste la ocasión! En persona o por instrucciones tuyas cientos de sospechosos fueron detenidos, sin averiguación previa ni orden judicial. A los hombres, colgados de los pies, les amputabas dedos, les quemabas el rostro o eran aventados a gran altura desde los aviones del ejército. ¡Ahora que vengan Lenin, Marx o el Che a salvarlos, maricones! A las mujeres, desnudas, les dabas toques eléctricos. Tus secuaces, además, se daban gusto con ellas violándolas. ¡Quién les dijo que eran guerrilleras, putas argüenderas. Nada más sirven para la cama! Salvar a la patria, decías, es una lucha a muerte en que sólo ganan los más vivos. Al obsesionarte con el dinero y el poder descuidaste la retaguardia. Cansado de arrojar en desagües y terrenos baldíos decenas de cadáveres optaste por traficar autos robados en los Estados Unidos. Los dólares y tus nexos con la CIA te apoyaron, pese a las objeciones de tus superiores. No hay problema. Ni modo que vaya a perder con los pinches gringos. Estaría muy jodido. ¡Esa inocentada a tu edad, por favor! Preparada la trampa fue cuestión de esperar que cayeras. La vejez fue la única en traicionarte. En menos de cuatro meses se reunieron las pruebas. Sin la ayuda de López Portillo te hubieran recibido en Lecumberri algunos ex integrantes del Partido de los Pobres. ¡Y con lo rencorosos que eran! Entonces te hubieras dado un balazo con la pistola que te regaló de la Barrera. ¿México se olvidaría de un héroe como tú? Ahora, en el jardín de tu mansión de Polanco, comienzas a escribir tus memorias. Tu mano izquierda, a la vez que usaba una lujosa pluma fuente -obsequio del nuevo presidente, ése del cambio democrático-, lucía un vistoso anillo que combinaba con tus ojos azules. Página por página justificabas tus acciones a favor de la seguridad. Miguel Nazar Haro, un orgulloso mexico-libanés, evitó la infiltración del comunismo. Esa es mi única defensa y justificación. Mientras la PGR se ufanaba ante la prensa: “Todos los crímenes del pasado no quedarán impunes. Caiga quién caiga”. Luego de apagar la televisión repetías con sarcasmo. Qué bueno que en este país siempre se investiga hasta las últimas consecuencias. Chingue a su madre el que no.
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